Lágrimas de acero (CF Reus 1 - 1 Racing Ferrol)

El CF Reus queda eliminado de su primer play off de ascenso a Segunda A, después de no pasar del empate ante el Racing de Ferrol. Los rojinegros juegan un excelente primer tiempo, pero la falta de finalización les condena

19 mayo 2017 22:40 | Actualizado a 22 mayo 2017 18:19
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Óscar Rico gambeteó por la derecha, su punto de partida. Se acostó a la banda para generar precisión a los 38 minutos. Casi siempre, sus salidas eran por dentro para crearle la autopista a Cassamá, un lateral profundo, amante de la inmensidad, de los trayectos largos.

Rico activó el periscopio y de reojo analizó la situación. No necesitó la conducción. Tomó una decisión brillante. Casi todas ellas suelen acariciar la exquisitez. Si algo le distingue es su amistad permanente con la pelota. La escuadra y el cartabón del mediapunta decidieron poner el balón al corazón del área del Racing. En zona de gol. Allí emergió Colorado. A Álex pueden definirle como quieran, pero la llegada, su capacidad para la sorpresa, le diferencian. Colorado acomodó el cuerpo para acabar de primeras. Impactó el balón de forma limpia, pero el remate salió centrado. Ni la violencia de la ejecución impidió que a Mackay le diera tiempo a escoger de su armario el disfraz más extravagante de Supermán y volar. La capacidad de reacción posibilitó la parada del partido. En realidad, vistió el desenlace de la eliminatoria.

La amenaza de Colorado culminó un primer tiempo excelente del Reus. No alcanzó la perfección por su ternura en la finalización. Los rojinegros no huyeron de la responsabilidad del partido. Dominaron todos los registros. Siempre con el balón como principal aliado. Se descubrió el equipo y obligó al Racing a correr mucho detrás de él. Los gallegos se refugiaron en la organización defensiva, aunque ese escenario resulta anti natural para ellos. Acudieron a la solvencia de su arquero, Mackay, para mantenerse en la lucha.

Folch interpretó bien el juego a los tres minutos y decidió conquistar el área. Con Rico como origen de la jugada. El balón cayó a los pies del reusense que intentó disparar de primeras. Ya en zona caliente. Ramon no intuyó la llegada del central Tena. Se cruzó como un avión y evitó el 1-0. Folch no se marchó demasiado conforme con su actuación en A Malata. Se tragó ese partido miles de veces para solucionar problemas. Se le vio extremadamente motivado. Muy a su estilo. Discreto. Sin alzar la voz, aunque especialmente comprometido.

Con Ramon, Delgado, Vítor, Rico y Colorado, el Reus gestó su plan en la sala de máquinas. Producía superioridad por dentro para sacar el balón rápido a los costados. Allí encontraron los espacios Marín y Cassamá, los laterales. Éstos, ambiciosos en el despliegue, se hartaron de seducir el área rival, pero carecieron de claridad en los servicios. El enorme protagonismo que adquirieron se convirtió en estéril.

 

Sensación de vacío

Un disparo de Óscar Rico a las manos de Mackay certificó el gobierno reusense. Aun así, con la llegada del respiro, existía una sensación extraña en el Estadi. Como de vacío por lo mucho que se había propuesto y lo poco que se había ganado. Más bien nada.

El Racing exhibió una pose más fiable porque su centro del campo encontró la pelota. Le disputó más la posesión al Reus y jugó con su sistema nervioso. La puesta en escena del segundo asalto se hizo quisquillosa, incómoda para el Reus. Los de Natxo atacaban menos y cuando perdían el balón, los regresos eran cada vez más largos. La gestión de los momentos del Racing se apoderó de la madurez. En eso y en el oficio de la puntería, los gallegos enseñaron un máster acelerado.

A pesar de ello, Óscar Rico pudo modificar el guión después de que Víctor Vázquez se equivocara en una cesión a Mackay. La dejó demasiado corta y dio tiempo a que Rico colocara la puntera. El arquero solucionó el problema de nuevo.

El perdón rojinegro propició la gloria al rival. Y eso que el Estadi enloqueció con Rico y su entusiasmo. Enmudeció con el 0-1. Con el Reus descosido, una pérdida en zona prohibida provocó la transición definitiva. Marcos Alvarez recibió la pelota a campo abierto y midió carrera con Moyano, éste en desventaja. El verdiblanco mostró tranquilidad de hielo para culminar. Por bajo. Marcos sabía que ese gol firmaba el billete para semifinales.

El golpe terrorífico no acabó con el espíritu de supervivencia del Reus, que volvió a tomar vuelo con el 1-1 de Fran, a diez del final. El equipo creyó en la utopía y cayó de pie. A la heroica. Con la dignidad de un vencido orgulloso. Por eso, sus lágrimas derramaron acero.

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