Lugo sentencia a Gordillo (Lugo 1-0 Nàstic)

El Nàstic cae en el Anxo Carro por un gol de Pita que conllevará la destitución del entrenador grana

21 octubre 2018 15:52 | Actualizado a 26 octubre 2018 15:49
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La etapa de Gordillo finalizó en Lugo. Como la de Vicente Moreno en Vitoria, Merino en Vallecas, Lluís Carreras en Cádiz, Rodri en Gijón y Nano Rivas en Sevilla. Seis entrenadores en un año y medio son síntomas de un club que navega en el error deportivo año tras año.

Se marchará el entrenador, responsable de la situación, pero con un peso relativo. Habría que mirar qué instrumentos dispone. Posiblemente los mismo que todos sus predecesores con el mismo final.

Con un juego más propio de patio de colegio que del fútbol profesional. Si los jugadores estaban  con Gordillo no lo demostraron. No se sacudieron la apatía de los últimos partidos. Un reflejo de las polémicas imágenes que el club publicó en redes sociales de uno de los últimos entrenamientos del equipo. Era un ejercicio de activación, cuentan fuentes internas, que no exige intensidad. Pero en la situación que vive el equipo muestra una realidad difícilmente entendible para el aficionado.

El Lugo no ofreció mejores prestaciones pero se mostró más acertado en las áreas que el Nàstic. No le hizo falta más para llevarse los tres puntos que mandaban al conjunto grana al fondo de la tabla y sacaban a Gordillo del banquillo.  

Gordillo apoyó su continuidad en Albentosa, Manu del Moral y Brugui. El central valenciano aparecía en el once tres jornadas después. Un regreso que hacía respirar al equipo en el apartado defensivo, una de las grandes lagunas del conjunto grana.

La vuelta de Manu del Moral al equipo titular era esperada por su buen papel en el encuentro ante el Alcorcón. Igual que la presencia de Brugui en el extremo diestro. El canterano revolucionó al equipo frente al cuadro madrileño y Gordillo vio madera para empezar el choque de partida.

Nàstic y Lugo se mostraron desde los primeros minutos como dos conjuntos similares. Igual de previsibles. Un fútbol de parsimonia. Como una cacería. Circulación corta y segura de balón  esperando a que la presa cometiera un error o se pusiera a tiro mágicamente para lanzar la pelota en profundidad y asestar el tiro de gracia.

Encontrar ese campo abierto a  la espalda de la defensa adversaria se convirtió en la obsesión del cuadro grana. No había contemplaciones. En cuando corría el delantero con algo de recorrido delante, balonazo al frente. Hubo opciones de sacar partido a esa estratagema básica, pero ni Brugui, Uche, ni tampoco Manu consiguieron llegar a posiciones de disparo con el esférico controlado.

Ninguno ofreció si quiera una mínima capacidad de control del partido. El miedo los tenía acobardados o no saben más. Se retaron a quién cometía el mayor disparate en el despeje. Fali, Kravets, Becerra, Coris, etc. Se iban turnando en pases defectuosos al rival.

No servían ni las acciones de estrategia. Los saques de esquina ni llegaban a posiciones de remate. Se quedaban en el primer palo. Allí llegaba la fuerza de los lanzadores. Solo Kravets, que probó el tiro directo con un golpe franco lejano, puso en apuros a Becerra. Pero el disparo se marchó lamiendo el travesaño.

Abraham, el mejor jugador del equipo en este inicio de temporada, tiró del carro. Todo lo que puede hacer un lateral. Combinó con Tete para meterse hasta la cocina. Su centro encontró un rival cuando Manu estaba con el fusil a punto.

El Nàstic flaqueaba cada vez más por el costado derecho de la zaga. Coris y Brugui se complicaron en un despeje que Pita aprovechó para adelantar al cuadro gallego. Nadie le impidió cazar la pelota suelta en el área. La empaló lejos del alcance de Becerra. Otra vez la fragilidad defensiva salía a relucir.

Esa flaqueza a la hora de proteger el arco fue a peor en la segunda mitad. Cada vez que los albivermellos se acercaba a los dominios de Becerra, muy pitado por su pasado en el Girona con esos duelos acelerados contra los lucenses, el Nàstic temblaba. La pelota se paseaba por el área chica como Pedro por su casa. Suerte que el Lugo tampoco está en sus mejores momentos goleadores.

Pita tuvo otra ocasión similar a la del gol, pero esta vez el disparo salió rebotado por línea de fondo. Iriome la tuvo aún más clara. Le pegó con todo desde lejos. Becerra se quedó clavado. Siguió el balón con la mirada y vio cómo se estrellaba en el poste.

Más activo estuvo apenas un minuto después para responder a otro tiro de falta de Kravets. Voló para evitar que el marcador marcara el 2-0.

La entrada de Barreiro (por Brugui) subió la amenaza ofensiva del Nàstic. La presencia del atacante gallego añadía pólvora para los centros al área. Nada más. Mucha intención, escasos remates.

El Lugo llevó el duelo a su terreno. Supo encontrar mayor claridad en la medular. Pita cogió esa responsabilidad que ninguno de los futbolistas del Nàstic tuvo el valor de asumir. Pudo matar el partido antes del pitido. Y también pudo empatarlo el conjunto tarraconense. Omar Perdomo le sirvió un gol en bandeja a Manu del Moral que falló increíblemente un remate franco en el interior del área pequeña para desesperación de Gordillo, que veía como su tiempo en el banquillo del Nàstic se acababa.

Los últimos minutos se volvieron locos. Lo habitual en partidos desgobernados. El Lugo pidió un penalti de Becerra. El Nàstic no llegaba. Acumulaba altura en el área pero los centros no llegaban y los remates eran demasiado forzados o se marchaba desviados. Un final injusto para la etapa de Gordillo.

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