Luz en la oscuridad (CF Reus 1 - 0 Espanyol B)

El CF Reus alcanza un éxito para el respiro gracias a una diana de Fran Carbia en el segundo tiempo. Los rojinegros dominan casi siempre a un Espanyol B que se queda con diez, tras la expulsión de Pol Llonch en el minuto 33

19 mayo 2017 23:40 | Actualizado a 22 mayo 2017 11:30
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Xisco recibió en tres cuartos de cancha, su hábitat preferido. Le dio tiempo a pensar, a girarse, a levantar la cabeza. El Espanyol se olvidó de achicarle el espacio. Enorme error. Existen pocos talentos como Xisco en esa zona. La acción alcanzó una belleza infinita. Sólo podía ser así. El pase del balear cayó en las botas de Fran, dentro del área. El ‘guaje’ sólo necesitó dos toques para definir. Lo hizo con una pureza maravillosa. Como manda el librillo. Control orientado y toque suave a la red. En el minuto 73. 
Por aquel entonces, el Reus andaba volcado, aunque sus ataques nunca cayeron en la histeria. Curiosamente, el equipo de Natxo sacó a pasear la madurez en el día señalado. En la tarde más difícil para ser coherente. Supo vivir en el alambre, con la amenaza del tiempo. Y ganó. Por fin. Ocho domingos después. Desde el 23 de noviembre no sonreía el Estadi.
El éxito espanta fantasmas. Por lo menos durante siete días. Supone una dosis de autoestima necesaria. El grupo necesita recuperar estabilidad emocional. Sentirse convencido. Su perseverancia recogió premio ante un rival poderoso, porque el Espanyol B dispone de recursos fantásticos. Planagumà decidió sentar a tres de sus futbolistas franquicia; Jordán, Jairo y Mamadou. Pareció no preocuparle demasiado. De hecho, su equipo mantuvo el pose competitivo. Jamás plantó la bandera blanca.
Al técnico blanquiazul le cambió el paso la expulsión de Pol Llonch. En dos faltas casi consecutivas, a la media hora de juego. Llegó tarde en la segunda y se marchó enfurecido. Se abría un escenario distinto. El Reus necesitaba más que nunca acudir a la paciencia. Atacar contra diez no te da la razón siempre. Sólo con rigurosidad se halla la gloria. 
Folch, Xisco y Vítor se juntaron en el medio para poner en marcha la sinfonía. El canterano exhibió esa sencillez tan difícil. Jugó a uno o dos toques. Aligeró el tránsito. Apareció por momentos la fluidez. Xisco se acercó al gol cuando amenazaba el descanso. Olmo, ayer vestido de lateral, precisó un servicio definitivo. Llegó Xisco pero le pegó mal. Al cielo de Reus. 
La incomodidad del resultado no diluía las dudas, pero sí lo hizo el equipo con una puesta en escena demoledora. A la vuelta del respiro. Colorado emergió por Delgado, que recibió una amarilla peligrosa. Había riesgo en ese cambio, pero no importaba. El guión lo pedía. Álex respondió. Fue el albañil con frac. 
El despliegue del Reus empezó a inquietar de urgencia a Andrés, el arquero visitante. Vítor filtró un balón delicioso a posición de remate. Allí esperaba Sellarès, pero su mal control le impidió ejecutar.   Natxo rizó el rizo apostando por otra modificación que enviaba un mensaje claro. Llamaba a filas al equipo. Folch, un mediocentro, dejó su legado a Edgar Hernández, el delantero más especialista. El ex del Sabadell tardó nada en conectar con el partido. Remató de cabeza un córner que obligó a Andrés. Éste mantuvo la firmeza. Fue el preludio del éxtasis. 
La gloria
La conexión entre Xisco y Fran abrió la luz. Encendió de nuevo el camino. Hubo lucidez de los dos para asociarse. Delicadeza de Fran para culminar ese pequeño plato de caviar. Edgar pudo completarla obra en una transición definitiva. Andrés le privó de su medicina de vida.
La desventaja desató al Espanyol, que enseñó un aire atrevido e inconsciente propio de la juventud. Planagumà miró a Jordán, Mamadou y Jairo. Sólo con los ojos avisó: «Chavales hay que solucionar un problema». Estuvo cerca de conseguir el propósito. Mamadou corrió a campo abierto. Cogió al Reus desorganizado. Se perfiló para impactar con la derecha. Se decidió por la escuadra y el cartabón, no por la violencia. Aquella pelota dio en el poste. Amenazó el corazón del Reus.
En todo caso el desenlace se había escrito antes. En la sociedad que crearon Xisco y Fran.  Y se hizo la luz en la oscuridad.
Xisco recibió en tres cuartos de cancha, su hábitat preferido. Le dio tiempo a pensar, a girarse, a levantar la cabeza. El Espanyol se olvidó de achicarle el espacio. Enorme error. Existen pocos talentos como Xisco en esa zona. La acción alcanzó una belleza infinita. Sólo podía ser así. El pase del balear cayó en las botas de Fran, dentro del área. El ‘guaje’ sólo necesitó dos toques para definir. Lo hizo con una pureza maravillosa. Como manda el librillo. Control orientado y toque suave a la red. En el minuto 73. 

Por aquel entonces, el Reus andaba volcado, aunque sus ataques nunca cayeron en la histeria. Curiosamente, el equipo de Natxo sacó a pasear la madurez en el día señalado. En la tarde más difícil para ser coherente. Supo vivir en el alambre, con la amenaza del tiempo. Y ganó. Por fin. Ocho domingos después. Desde el 23 de noviembre no sonreía el Estadi.

El éxito espanta fantasmas. Por lo menos durante siete días. Supone una dosis de autoestima necesaria. El grupo necesita recuperar estabilidad emocional. Sentirse convencido. Su perseverancia recogió premio ante un rival poderoso, porque el Espanyol B dispone de recursos fantásticos. Planagumà decidió sentar a tres de sus futbolistas franquicia; Jordán, Jairo y Mamadou. Pareció no preocuparle demasiado. De hecho, su equipo mantuvo el pose competitivo. Jamás plantó la bandera blanca.

Al técnico blanquiazul le cambió el paso la expulsión de Pol Llonch. En dos faltas casi consecutivas, a la media hora de juego. Llegó tarde en la segunda y se marchó enfurecido. Se abría un escenario distinto. El Reus necesitaba más que nunca acudir a la paciencia. Atacar contra diez no te da la razón siempre. Sólo con rigurosidad se halla la gloria. 

Folch, Xisco y Vítor se juntaron en el medio para poner en marcha la sinfonía. El canterano exhibió esa sencillez tan difícil. Jugó a uno o dos toques. Aligeró el tránsito. Apareció por momentos la fluidez. Xisco se acercó al gol cuando amenazaba el descanso. Olmo, ayer vestido de lateral, precisó un servicio definitivo. Llegó Xisco pero le pegó mal. Al cielo de Reus. 

La incomodidad del resultado no diluía las dudas, pero sí lo hizo el equipo con una puesta en escena demoledora. A la vuelta del respiro. Colorado emergió por Delgado, que recibió una amarilla peligrosa. Había riesgo en ese cambio, pero no importaba. El guión lo pedía. Álex respondió. Fue el albañil con frac. 

El despliegue del Reus empezó a inquietar de urgencia a Andrés, el arquero visitante. Vítor filtró un balón delicioso a posición de remate. Allí esperaba Sellarès, pero su mal control le impidió ejecutar.   Natxo rizó el rizo apostando por otra modificación que enviaba un mensaje claro. Llamaba a filas al equipo. Folch, un mediocentro, dejó su legado a Edgar Hernández, el delantero más especialista. El ex del Sabadell tardó nada en conectar con el partido. Remató de cabeza un córner que obligó a Andrés. Éste mantuvo la firmeza. Fue el preludio del éxtasis. 

La gloria

La conexión entre Xisco y Fran abrió la luz. Encendió de nuevo el camino. Hubo lucidez de los dos para asociarse. Delicadeza de Fran para culminar ese pequeño plato de caviar. Edgar pudo completarla obra en una transición definitiva. Andrés le privó de su medicina de vida.

La desventaja desató al Espanyol, que enseñó un aire atrevido e inconsciente propio de la juventud. Planagumà miró a Jordán, Mamadou y Jairo. Sólo con los ojos avisó: «Chavales hay que solucionar un problema». Estuvo cerca de conseguir el propósito. Mamadou corrió a campo abierto. Cogió al Reus desorganizado. Se perfiló para impactar con la derecha. Se decidió por la escuadra y el cartabón, no por la violencia. Aquella pelota dio en el poste. Amenazó el corazón del Reus.

En todo caso el desenlace se había escrito antes. En la sociedad que crearon Xisco y Fran.  Y se hizo la luz en la oscuridad.

 

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