Manos arriba

El Nàstic sufrió un arbitraje escandaloso en Mallorca cuando dominaba completamente el duelo por 0-2. Arias López señaló dos dudosos penaltis en contra de los granas y expulsó a Marí

19 mayo 2017 20:11 | Actualizado a 21 mayo 2017 21:32
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El partido del Nàstic en Mallorca merecía el triunfo. Fue enormemente superior al rival. Le pasó por delante en todas las facetas del juego. Sobre todo en una sublime primera parte en la que torearon al equipo balear de principio a fin. Lo zarandearon como el juguete roto que es a día de hoy el conjunto mallorquín.

Mossa embelleció el primer acto con un golazo de bandera. Un zapatazo desde la frontal que se coló como un obús en el marco local. Unos metros por delante de la zona de influencia del valenciano, jugó Naranjo que volvió a mojar. Parte de los pitidos del público de Son Moix dirigidos a su equipo fueron provocados por el meneo al que fue sometido por el cuadro tarraconense.

Pero para un equipo como el Nàstic, que viene de abajo, que no puede compararse con el historial y el ‘dineral’ del Mallorca, todo le cuesta el doble. Si hay que pitarle dos penaltis en contra, lo sean o no, se hace. Y si hay que añadir una expulsión para redondear la tarde, también.

El colegiado Arias López fue el mejor generador de ocasiones del Mallorca. Señaló dos penaltis (y ya van ocho penas máximas en contra del Nàstic) a cuál más riguroso en el área visitante, al mismo tiempo que cerraba los ojos ante unas manos baleares en el área local. Un criterio que dejó bien claro con las amarillas. 8 para el Nàstic por 2 del Mallorca.

El equipo de Vicente Moreno soportó hasta la expulsión de Marí. Ahí no aguantó ante la pasión de Son Moix. Eso sí, cedió lo mínimo. Un empate que, pese a todo, Marcos pudo convertir en victoria en el último suspiro.

Si algo funciona no lo toques, dice la máxima a la que Vicente Moreno se agarró en su partido número 100 de liga con el Nàstic. Repitió el mismo once que presentó ante el Elche hace seis días y con el que sumó su quinto partido consecutivo sin perder. Mantuvo a Aburjania y Tejera en el doble pivote con Aníbal como hombre más avanzado. En defensa, mismos elegidos, con Pablo Marí y Bouzón en el eje central.

El Nàstic salió en modo control. En ese estilo que tanto se le exige pero que resulta, en ocasiones, imposible de ejecutar. Ayer, ante un rival pasándolas canutas, los granas no negociaron el estilo y se apropiaron del cuero apagando cualquier intención local de sorprender. Ni cinco minutos tardó Son Moix (Iberostar Estadio) en dedicar los primeros silbidos a sus jugadores. El balón apenas les duraba un segundo en los pies, debido al trabajo en la presión de los granas.

El Nàstic encontró en la zona de la mediapunta el resquicio perfecto para hacer daño. Cada movimiento por ese espacio generaba un dolor de cabeza a la defensa local. Lo percibió Naranjo para combinar con Mossa y abrirle un hueco enorme para cargar la pierna. El del Puig no se lo pensó y soltó un zurdazo tremendo, imparable para Cabrero. Primer gol del lateral valenciano en el Nàstic.

Otra vez el Nàstic se colocaba por delante en el marcador. Ese escenario que tanto ha disfrutado pero que en los últimos encuentros le ha costado mucho sufrimiento. Y críticas. En Son Moix se dejó de especulaciones y mantuvo el control absoluto del juego, mientras a su alrededor crecía el descontento de una hinchada cansada de ver como sus futbolistas corrían detrás de la pelota como pollos sin cabeza.

La superioridad del Nàstic era aplastante. Más rápidos, más inteligentes, mejor colocados y con una intensidad difícil de combatir. Menos para un equipo en horas bajas. El segundo gol se oteaba. Lo pudo anotar Aníbal con un cabezazo que sacó un defensor local en la misma línea de gol. Pero el premio fue para el rey Midas de los goles granas, Naranjo. Cuando no es él quien va a buscar al gol, es el gol quien lo encuentra en el interior del área pequeña para cabecear al fondo de la red. Séptima diana del andaluz, cuarta de manera consecutiva.

Fue un tanto de laboratorio. Tejera bota el saque de esquina al segundo palo. Allí aparece Bouzón para colgarla al interior del área donde Naranjo remata.

La tensión en las gradas iba en aumento. El 0-2 fue mortificante para una afición que no ve ninguna ambición en su equipo, ni para revertir una situación que les va empujando al fondo de la tabla. El Mallorca dispone de una plantilla de quilates. Este mercado ha tenido un sobrecoste de 650.000 euros entre los fichajes. Pero ni el ‘Chapi’ Ferrer, ni Pepe Gávez, ni tampoco Fernando Vázquez encuentran la tecla para revivir al equipo. Les falta unión, ser un bloque.

No había ni rastro de fútbol en los jugadores mallorquines. Incapaces de generar ocasiones les llovió una por obra y gracia del colegiado Arias López que marcó penalti contra el Nàstic por una piscina de Brandon. Reina aguantó al lanzador y le detuvo el tiro de los once metros.

El Mallorca no le quedaba otra que la de avanzar con todas sus filas. Un movimiento de piezas que el equipo tarraconense encajó sin mayores dificultades.

El duelo estaba completamente controlado por el conjunto de Moreno. Pero el árbitro cántabro se empeñó en seguir manteniendo él solito al Mallorca en el partido. Se desentendió de unas posibles manos en el área del Mallorca, incluso Bouzón se llevó la amarilla por protestar, y volvió a marcar el punto de penalti en una acción similar, pero en la zona de castigo del Nàstic. Lago no perdonó y recortó distancias.

Fue vida para el Mallorca. Un llama para la esperanza. El Nàstic no bajó la guardia. Tejera comandaba al equipo a su antojo. Abu se transformaba en la versión modesta de Busquets. Lo tapaba todo. Naranjo perseguía incansable el octavo tanto de su cuenta particular. No reculaba el equipo. Solo Madinda, que salió en la segunda parte, desentonó con muchas pérdidas de balón.

Los granas sufrían, claro, ante la calidad de los hombres baleares. El cansancio de los defensas es maná para magos de los espacios como Lago Júnior. El marfileño empezó a martillear a sus excompañeros con sus diabluras. El bloque grana aguantaba con apuros.

Quedaba la última nota del colegiado. La roja a Marí por doble amarilla. La segunda cartulina muy clara, por entrar con los dos pies por delante, pero la primera se la ganó después de que Lago Júnior le empujase cuando recogió el cuero de la portería después del penalti anotado por los baleares.

Con diez, aguantar el 1-2 ya fue imposible. Brandon ponía el empate en pleno arrebato local. La hinchada, ahora sí, alentaba a los suyos. Un aliento que se pudo congelar en el último segundo del partido. Marcos recogió una mala entrega para plantarse solo frente a Cabrero, al que no pudo superar.

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