‘Me dijeron que llevaría la bandera olímpica el día antes de la ceremonia’

El reusense Eladi Vallduví fue uno de los portadores de la bandera olímpica en los Juegos de Barcelona'92, hace ahora 25 años. El cinco veces olímpico en tiro rememora su experiencia en esta entrevista

29 julio 2017 20:11 | Actualizado a 31 julio 2017 11:40
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Eladi Vallduví Casals (Reus, 1950) es el deportista provincial con más participaciones olímpicas, cinco en total. Estuvo ininterrumpidamente en las citas de Múnich’72, Montreal’76; Moscú’80; Los Angeles’84 y Seúl’88  como tirador de la modalidad de foso olímpico. Fue dos veces campeón del mundo absoluto (Seúl’78 y Caracas’82) y una de Europa (Turín’73). También ganó los Juegos Mediterráneos de 1979 en Split. En su palmarés destacan además cuatro títulos de España y otros dos de la Copa del Rey. También fue seleccionador nacional entre 1977 y 1978. 

- ¿Qué es lo primero que recuerda de los Juegos Olímpicos de Barcelona’92 ahora que se conmemoran los 25 años de su celebración?
- La primera sensación, aún hoy, es de frustración. Por resultados tenía mi plaza ganada para competir, pero el seleccionador nacional, Jaime Bladas, decidió dejarme fuera unos meses antes por mi edad, porque quería un relevo generacional en el equipo. La verdad es que por criterios deportivos no podía echarme.

- ¿Cómo le sentó?
- Muy mal. Hubieran sido mis sextos Juegos; había competido en todos desde Munich’72. Sólo me faltaba una medalla olímpica en mi trayectoria en el tiro. Estuve bastante tiempo sin querer oír ni hablar de Barcelona’92. 

- Hasta que fue elegido como unos de los portadores de la bandera olímpica en la ceremonia de inauguración...
- Me llamaron el día antes de la ceremonia anunciándome que había sido uno de los elegidos para llevar la bandera. El COOB lo había llevado todo muy en secreto y esperó hasta el último momento para que no pudiera desvelarse. Me dijeron que si quería participar debía ir ese mismo día al estado olímpico de Montjuïc al ensayo y a probarme el traje para poder desfilar...

- Así, tan de golpe...
- Sí, les dije que al ensayo no podría ir porque trabajaba y me era imposible ya a esa horas desplazarme desde Reus; que tenía una talla 50 estandar para el traje; y que aceptaría estar en la ceremonia sólo si me daban una entrada para mi mujer y otra para mi hijo.
 
-  ¿Qué le dijeron?
- Al principio no querían, pero al final acabaron aceptando y allí estuve.


- Portador de la bandera olímpica. ¿Cómo fue ese momento?
- Muy emocionante. El estadio olímpico estaba lleno a rebosar. Salimos los últimos, después de todas las delegaciones. Portamos la bandera José Luis Doreste (vela), Herminio Menéndez (piragüismo) José Manuel Abascal y Jordi Llopart (atletismo), Blanca Fernández Ochoa (esquí), Lolo Ibern (waterpolo), yo y una voluntaria. 

-Fueron también testigos de excepción del encendido de la llama. 
- Dimos la vuelta a todo el estadio y llegamos hasta el punto donde se izó la bandera. Luego presenciamos allí mismo el último relevo de la antorcha y el lanzamiento de la flecha, hasta el pebetero, del arquero Antonio Rebollo. 

- ¿Cómo vivió después aquellos Juegos?
- Seguí el tiro olímpico, mi especialidad, que se disputaba en las instalaciones de Mollet del  Vallès. Sobre todo a mis compañeros de la selección, con los que había competido durante tantos años.

- ¿La medalla olímpica es una espina que tiene clavada?
- Sin duda, porque fui dos veces campeón del mundo y otra de Europa. Mi mejor resultado en unos Juegos Olímpicos fue el quinto puesto de Moscú, en 1980.

- ¿Qué le faltó?
- Pagué la circunstancia de haber arrancado mal el primer día, porque apenas fallé en los siguientes. En aquellos años siempre llegábamos a los campeonatos el día antes, sin ni siquiera poder entrenar en las  instalaciones para poder adaptarnos. Era un handicap que jugaba en nuestra contra en una cita tan importante como eran unos Juegos Olímpicos.

- En sus primeros Juegos, Munich’72, vivió los atentados a la delegación israelí...
- Nos cogió en la villa olímpica. Particularmente enseguida me di cuenta de que había disparos. Estábamos a sólo 200 metros, y los noté con claridad desde mi habitación. Algunos compañeros creían que eran petardos. Pero definitivamente vimos que algo gordo estaba sucediendo cuando la policía acordonó la villa.

- ¿Pasó miedo?
- No, porque vimos que la policía actuó enseguida. Es más, nosotros teníamos nuestras propias armas y munición en la habitación.

- Eso es imposible hoy en día...
-A raíz de aquellos incidentes hubo un antes y un después en la seguridad de los Juegos Olímpicos. En Munich, antes de eso, ni tan siquiera hacían falta acreditaciones para transitar por la villa. Incluso sin ningún tipo de credencial podían visitarte los familiares en la propia habitación. 

- ¿De qué edición de los Juegos Olímpicos guarda mejores recuerdos?
- Quizá de Múnich y Seúl, donde las instalaciones fueron completamente nuevas y lo tenían todo muy bien estudiado; en Montreal faltaban cosas por montar cuando comenzaron los Juegos; en Moscú pasamos hambre; y en Los Angeles el tiro era un complejo prefabricado que acabó desmontándose.

- ¿Sigue tirando?
- Sólo como ocio, ya no compito. Cada martes sigo dando clases particulares en Mollet de Vallès.

- ¿Cómo están esas instalaciones después de esos 25 años de Barcelona’92?
- Bastante deterioradas. Las utilizan sobre todo los cuerpos policiales para entrenar. Necesitarían una buena inversión.

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