NASTIC| Luismi, entre recuerdos y olvidos

Luismi se mide este miércoles en el Narcís Sala (20.45 h/Esport3) al Nàstic en el partido de cuartos de final de la Copa Catalunya

19 mayo 2017 17:56 | Actualizado a 21 mayo 2017 15:21
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Paseando por los interiores del estadio Mendizorroza de Vitoria, en una de las salas cercanas a la zona mixta, uno se encuentra con una foto de pared entera, de la celebración del ascenso a Segunda división (temporada 2012-13).

Una foto similar se puede encontrar en más de un bar de Lugo. Data de doce meses antes (24 de junio de 2012) y en ella se ven a los jugadores del conjunto gallego celebrando exultantes un triunfo en la tanda de penaltis en Cádiz que les daba acceso a la categoría de plata 25 años después de la última presencia de la entidad en Segunda. En Tarragona, son muchas las paredes de domicilios ‘nastiqueros’ adornadas con una fotografía de la plantilla del Nàstic que logró el ascenso a Segunda hace dos años (2014-15).

Tres imágenes, distanciadas en el tiempo y el espacio, en las que figura un elemento común: Luismi Gracia. «He tenido la inmensa fortuna de estar grandes plantillas, predestinadas al ascenso», explica el centrocampista desde Sant Andreu, su actual residencia futbolística.

Luismi Gracia (Cáceres,17/08/1983) vive la cara más tranquila del fútbol. A sus 33 años su perspectiva ha cambiado. Un niño lo desordena todo y obliga a recomponer las prioridades. Como la mayoría de futbolistas, aprendió pronto a convivir con la distancia familiar. Desde los 18 años, cuando dejó Cáceres por Barcelona para ingresar en las categorías inferiores del Espanyol, ha hecho frente a la separación obligada. Adaptándose a los clubes que llamaban a su puerta. Hasta que este verano «vi la cara de mi hijo recién nacido y pensé ‘no me quiero separar de él’». Tenía encima de la mesa la renovación del Alcoyano, al que llegó en diciembre, y otros dos clubes catalanes de Segunda B. Esta vez, quizás la primera, las circunstancias familiares marcaron el camino. Y esa carretera llevaba a un Sant Andreu recién descendido a Tercera. «No voy a negar que bajar de categoría no era lo que más me apetecía, pero te haces mayor y debes pensar en el futuro, me daban tres años y un proyecto ilusionante para regresar a Segunda B cuanto antes y estar con mi familia», comenta.

Ha cambiado los entrenamientos matinales por sesiones a partir de las 16.00 horas, «con compañeros que por las mañanas trabajan, porque las cantidades económicas no son las mismas que en Segunda o Segunda B». Eso, los viajes, más cortos, y los campos de césped artificial son los principales cambios a los que adaptarse. La exigencia deportiva se mantiene invariable. «Uno se lo marca individualmente y además, este es un club serio, con un cuerpo técnico profesional, formado por Azparren y Xavi Jiménez que han estado en categorías superiores, y mantienen una disciplina de 2ªB».

De su paso por el Nàstic afirma que «el final lo afeó». No guarda rencor a nadie, pero lo pasó mal. Extremadamente mal. Injustamente mal. Entrenando solo, con demasiado tiempo para pensar y más de una lágrima vertida en la intimidad del hogar. «No entiendes que estés en esa situación después de haber renovado hacía dos meses», comenta. Pasó de ser un jugador importante a quedarse en el paro un día después del cierre del mercado. Compuesto y sin equipo.

Admite que en la negociación para rescindir el contrato hubo cabezonería por ambas partes. La suya y la del club. Pero fue él, quien lo pagó. «El que estuvo seis meses sin jugar fui yo», subraya. Ha pasado el tiempo. Ha podido hablar con Vicente Moreno y Emilio Viqueira y debatir sobre su salida. El tiempo, dicen, lo cura todo. Quizás no todo pero sí lo apacigua.

Esta miércoles, a las 20.45 horas, en el Narcís Sala se reencontrará con su pasado en el encuentro de cuartos de final de la Copa Catalunya. Se las verá con sus excompañeros Jean Luc, Giner, Molina, Reina, Mossa, Valentín y Xisco Muñoz en un duelo entre recuerdos y olvidos.

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