'Náufrago feliz' (CF Reus 3 - 0 Olot)

El CF Reus exhibe un espíritu de supervivencia implacable para conquistar su segunda victoria. Cuando el partido le conduce a la deriva, con la expulsión de Fran y 1-0, el equipo tira de carácter para definir el resultado con eficacia

19 mayo 2017 21:49 | Actualizado a 22 mayo 2017 13:00
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Marín ofrece tantas soluciones en ataque que resulta casi imposible no arroparse en él. En la decisión final se le ha acusado de poco concreto con cierta lógica. Ante la UE Olot halló alivio con un servicio cirujano. Sedujo de nuevo su costado a la media hora y levantó la cabeza para analizar el horizonte, una virtud presupuesta pero poco común. Edgar le esperó en el corazón del área. Con la mirada le marcó el movimiento y allí llegó la pelota. Fue un caramelo para el rascacielos de Gavà.
Éste se elevó como un aeroplano imponente. Definió poderoso. Entre los dos centrales. Con la cabeza, ese recurso de especialista del gol. La pelota iba tan limpia, tan pura, que Edgar apenas se manchó la frente.
El premio no hizo más que coronar la jerarquía del Reus, que sometió a su rival con el registro del balón. Curiosamente, el que distingue a la UE Olot, un equipo capaz con la posesión, pero excesivamente tierno sin ella. No muerde, no agita, no exige. Necesita un punto de intensidad primordial para la categoría en la que compite. 
Hasta el castigo innecesario a Fran, la pelea se había convertido en casi una disputa de colegueo. Cero tarjetas. De guante blanco. 
El señalado Carbia obligó a Wilfred, el guardaredes visitante, a una estirada plástica a los 12 minutos. Ahí inició el Reus su acoso. No fue agobiante. Sí, paciente. No hubo gritos, el equipo se aposentó en  el silencio más venenoso. Moyano, en un doble remate en la trinchera del ‘nueve’, presagió lo que iba ocurrir un rato después. Él ni siquiera lo imaginó. El testarazo de Edgar invitó al Reus al confort, pero apenas hubo tiempo para ello. Benito llegó tarde a una pugna con Sana y cometió penalti. El juez dictaminó contundente. A los 42 minutos.
Edgar Badia ha cultivado una sensación de seguridad tan gigante, de confianza ciega, que las apuestas de los hinchas rozaban lo imposible. Había fe en el arquero. Se cumplieron los pronósticos. Edgar adivinó el disparo de Héctor, aunque el esférico chocó con la madera. El azar le dio la razón al Reus. Se la había ganado en el juego, donde goberno con solvencia. Justo hasta el respiro.
Mejora el Olot
Rodrí necesitó de una charla impactante para activar a su gente. De lo contrario, la tormenta parecía irremediable. Creció la UE Olot, que tomó el balón, ese tesoro que había perdido. Ayudó la sensación de desconexión del Reus, como hipnotizado. 
Uri Santos avisó de que la bandera blanca había desaparecido. Su frágil anatomía no le impide adaptarse a posiciones de exigencia física. En parte, porque Uri es inteligente. De esos atacantes supernónicos, de difícil definición, aunque eficaces. Santos rescató una pelota dentro del área del Reus, pero impactó mal.  El rostro de los gerundenses adivinaba una media sonrisa traicionera. Ya no corrían detrás del balón. Ya no padecían. La expulsión de Fran, a los 70 minutos, les aclaró todavía más el escenario. Por lo menos, eso se intuyó.
Fran chocó con Jack y salió malparado. En los dos sentidos. Vio roja directa de forma sorprendente y su físico quedó tocado. El Reus llamó a la supervivencia en los 25 minutos de la verdad. El caprichoso fútbol volvió a darle la razón.
Con su rival relamíéndose, los de Natxo acudieron al balón parado para acabar con las sospechas. La UE Olot ofreció una segunda opción. Nadie fantaseó que dos centrales iban a culminarla. Olmo prolongó al segundo poste. Ismael Moyano, el finalizadorinesperado, emergió de nuevo por allí. Su remate de primeras respondió al librillo de EGB de cualquier delantero centro. Fue gol, claro. 
Natxo oxigenó al equipo con la rotación. Ricardo y Rafa decidieron que esos minutos precisaban de sus versiones más fiables. Fueron juveniles en entusiasmo. 
Ricardo celebró el tercero en una transición que cocinó con enorme destreza Benito. Le sirvió un aperitivo goloso al primer palo. Ricardo no destaca por su altura, pero interpretó más rápido que nadie la idea. El tercero culminó  una tarde vaivenes para el Reus, que lució disfraz de náufrago feliz.
Miguel Marín es un conquistador de autopistas. Ama la velocidad, el despliegue sin descanso. Su naturaleza se casa con el ataque, aunque el punto de partida resida en la cueva. En realidad, el andaluz no puede ocultar su alma de extremo. La valentía le delata.  Se aposenta en la izquierda para aprovechar su pierna preferida y utiliza el vértigo al límite de la cal. Cuando aparece por sorpresa suele generar desequilibrio. 

Marín ofrece tantas soluciones en ataque que resulta casi imposible no arroparse en él. En la decisión final se le ha acusado de poco concreto con cierta lógica. Ante la UE Olot halló alivio con un servicio cirujano. Sedujo de nuevo su costado a la media hora y levantó la cabeza para analizar el horizonte, una virtud presupuesta pero poco común. Edgar le esperó en el corazón del área. Con la mirada le marcó el movimiento y allí llegó la pelota. Fue un caramelo para el rascacielos de Gavà.

Éste se elevó como un aeroplano imponente. Definió poderoso. Entre los dos centrales. Con la cabeza, ese recurso de especialista del gol. La pelota iba tan limpia, tan pura, que Edgar apenas se manchó la frente.

El premio no hizo más que coronar la jerarquía del Reus, que sometió a su rival con el registro del balón. Curiosamente, el que distingue a la UE Olot, un equipo capaz con la posesión, pero excesivamente tierno sin ella. No muerde, no agita, no exige. Necesita un punto de intensidad primordial para la categoría en la que compite. 

Hasta el castigo innecesario a Fran, la pelea se había convertido en casi una disputa de colegueo. Cero tarjetas. De guante blanco. 

El señalado Carbia obligó a Wilfred, el guardaredes visitante, a una estirada plástica a los 12 minutos. Ahí inició el Reus su acoso. No fue agobiante. Sí paciente. No hubo gritos, sí silencio venenoso. Moyano, en un doble remate en la trinchera del ‘nueve’, presagió lo que iba ocurrir un rato después. Él ni siquiera lo imaginó. El testarazo de Edgar invitó al Reus al confort, pero apenas hubo tiempo para ello. Benito llegó tarde a una pugna con Sana y cometió penalti. El juez dictaminó contundente. A los 42 minutos.

Edgar Badia ha cultivado una sensación de seguridad tan gigante, de confianza ciega, que las apuestas de los hinchas rozaban lo imposible. Había fe en el arquero. Se cumplieron los pronósticos. Edgar adivinó el disparo de Héctor, aunque el esférico chocó con la madera. El azar le dio la razón al Reus. Se la había ganado en el juego, donde gobernó con solvencia. Justo hasta el respiro.

 

Mejora el Olot

Rodrí necesitó de una charla impactante para activar a su gente. De lo contrario, la tormenta parecía irremediable. Creció la UE Olot, que tomó el balón, ese tesoro que había perdido. Ayudó la sensación de desconexión del Reus, como hipnotizado. 

Uri Santos avisó de que la bandera blanca había desaparecido. Su frágil anatomía no le impide adaptarse a posiciones de exigencia física. En parte, porque Uri es inteligente. De esos atacantes supernónicos, de difícil definición, aunque eficaces. Santos rescató una pelota dentro del área del Reus, pero impactó mal.  El rostro de los gerundenses adivinaba una media sonrisa traicionera. Ya no corrían detrás del balón. Ya no padecían. La expulsión de Fran, a los 70 minutos, les aclaró todavía más el escenario. Por lo menos, eso se intuyó.

Fran chocó con Jack y salió malparado. En los dos sentidos. Vio roja directa de forma sorprendente y su físico quedó tocado. El Reus llamó a la supervivencia en los 25 minutos de la verdad. El caprichoso fútbol volvió a darle la razón.

Con su rival relamíéndose, los de Natxo acudieron al balón parado para acabar con las sospechas. La UE Olot ofreció una segunda opción. Nadie fantaseó que dos centrales iban a culminarla. Olmo prolongó al segundo poste. Ismael Moyano, el finalizador inesperado, emergió de nuevo por allí. Su remate de primeras respondió al librillo de EGB de cualquier delantero centro. Fue gol, claro. 

Natxo oxigenó al equipo con la rotación. Ricardo y Rafa decidieron que esos minutos precisaban de sus versiones más fiables. Fueron juveniles en entusiasmo. 

Ricardo celebró el tercero en una transición que cocinó con enorme destreza Benito. Le sirvió un aperitivo goloso al primer palo. Ricardo no destaca por su altura, pero interpretó más rápido que nadie la idea. El tercero culminó  una tarde de vaivenes para el Reus, que lució disfraz de náufrago feliz.

 

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