Náuseas marítimas, pecados de novato

AMBIENTE - Seguir la competición de vela en barco se convierte en una aventura inesperada
 

29 junio 2018 15:41 | Actualizado a 29 junio 2018 15:44
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Ir en barco es como comer en un buffet libre. Te despierta muchas emociones y empiezas con ganas hasta que aparecen las primeras náuseas. Me presento en la base náutica de los Juegos en Salou sin saber cómo se van a cubrir las finales de vela. Por medio de una tele, radio. ¿Quién sabe? Nada más llegar me dicen que me suba a la góndola. Un escalofrío me remueve  advirtiéndome de algo malo. 

Se trata de un barco destinado para que periodistas y fotógrafos puedan seguir la carrera. También nos acompañan integrantes de la delegación española de vela. Arrancamos y la brisa marina me hace sentir afortunado por trabajar de reportero. Al cabo de un rato no pensaré lo mismo. Anclamos en pleno mar al lado de las velas para seguir la carrera. Enciendo el ordenador y de repente me doy cuenta que debo apagarlo rápido si quiero mantener el desayuno en su sitio. 

Empiezan las carreras y de lo primero que me doy cuenta es que resulta imposible seguir la competición desde el barco. No se distinguen los deportistas desde tan lejos, ni siquiera se ven las banderas que defienden. Los organizadores me comentan que de todos modos esta semana ha hecho un viento correcto para la vela, sin tirar cohetes, e incluso hoy muy poco. Es más, la competición de RS:X se vio atrasada por falta de viento. Y es que la época buena para practicar vela es de septiembre a mayo. 

Como el resto de periodistas, lejos de resignarnos por no poder recoger información, nos relajamos bajo el sol. Todos no. Yo intento mantener mi dignidad con un blancazo importante en la cara. Miro de hablar con gente para espabilarme y no venirme abajo. Los de delegación española me cuentan que pueden conseguir cinco medallas de sus siete participantes. Buen trabajo, sí señor. Tan sólo el golf con pleno en oros les ha superado. Y es que la vela es una las modalidades en las que España suele triunfar más en los Juegos Olímpicos. Allí tenemos navegando por el mar de Salou, no puedo distinguir dónde, a Marina Alabau, oro en Londres’12. 

Volvemos a puerto y pisamos tierra. Por fin, ya no podía más. Mis virtudes de hombre del Pirineo son inofensivas en el mar. Entre su oleaje soy un novato. El viaje llega a su fin con cinco medallas españolas. Gran jornada para todos. Menos para mí, que me debería haber tomado un par de biodraminas antes de embarcar. Voy a intentar comer algo. 

 

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