Pedro Gil, el mito desafía al templo del Reus Deportiu

El exdelantero del Reus, con el que levantó la Copa de Europa de 2009, regresa al Palau por primera vez este sábado, como estrella del Sporting portugués, en una de las citas fetiche de la Champions

19 mayo 2017 17:17 | Actualizado a 21 mayo 2017 15:49
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En el templo hockístico de la calle Gaudí se instalaron hábitos culturales irreprochables. Siempre veneraron a su Reus, pero no miraron hacia otro lado cuando el enemigo impartía magisterio. Ocurrió con Pedro Gil (Sant Sadurní, 1980) en sus tiempos de Dragoe, como exponente indiscutible del mejor Porto de la era moderna. Joan Sabater les regaló a sus hinchas un fichaje altisonante en verano de 2007, en esos tiempos de bonanza económica y de premios lujosos. Pedro Gil firmó por el Reus con la intención de echar raíces. Ese amor fue intenso pero corto. Justo hasta que la caja fuerte rojinegra aguantó el tirón.

Pedro no precisó adornos para conquistar corazones. Su estilo, su ADN, facilitó las cosas. Atacante de cambio de ritmo supersónico, amigo inseparable del gol. A sus virtudes técnicas siempre ha añadido una personalidad volcánica para asumir responsabilidades. Pedro odia la cobardía, cuando vienen curvas se pone el primero de la fila. Curiosamente, en su fuente inagotable de títulos, sólo reina una Champions. La levantó con el Reus. Fue en mayo de 2009, en Bassano del Grappa, en una batalla final que aquel equipo le remontó al Vic. Pedro entregaba al club su copa fetiche. El Reus siempre mantuvo una relación idílica con la vieja Copa de Europa.

Ha llovido desde que en junio de 2009, el capitán de la selección saliera del club. Su vida ha cambiado poco. Mantiene el mismo entusiasmo del primer día en la escuela del Noia, fábrica que le formó. Por eso, con 36 años, disfruta de un contrato de máximo nivel en el Sporting de Lisboa, un lugar de tradición hockística indiscutible, que ha regresado al escaparate después de años de ostracismo. El presidente, Bruno Carvalho, es un auténtico enamorado del deporte del stick. Su proyecto ha alcanzado los niveles faraónicos de los rivales más poderosos del país, como el Benfica, el Porto o el Oliveirense. Incluso Carvalho ha liderado la construcción del nuevo pabellón para su equipo de hockey. A escasos metros del estadio José Alvalade.

Ese Sporting aterriza en Reus el sábado, con un plantel diseñado a base de estrellas reconocibles. Arropan a Pedro, el exvendrellense Sergio Miras y Ferran Font, uno de los talentos más emergentes de Europa. El reencuentro de Gil con el Palau traerá nostalgia y recuerdos imborrables, pero nadie es capaz de saciar su sed de éxito. No negocia la victoria. Quiere ganar hasta cuando en casa su hijo Kilian le desafía en partidos imaginarios en el salón.

El carismático jugador convive con la previa bajo la tranquilidad que le ofrece la experiencia. Mil cicatrices adornan su cuerpo. El martes, junto a su familia, vio al Madrid, del que es fan, en el José Alvalade, en esa Champions estratosférica del fútbol. Incluso horas antes se animó a charlar con Emilio Butragueño. La presión, las obligaciones del oficio no le ahogan la garganta. El sábado, el mito desafía al pasado.

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