Ponerse en la piel del árbitro

Niños en edad escolar pitan para entender mejor la labor del colegiado. La iniciativa ‘Tots som àrbitres’ del Consell Esportiu del Tarragonès defiende y reivindica la figura del trencilla

18 junio 2017 14:14 | Actualizado a 09 noviembre 2017 10:01
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«Es más difícil de lo que parece. Entiendes que a veces el árbitro no lo pueda ver. Cuesta señalar y estar atento», confiesa un niño. «El público pesa, y ves que cualquiera se puede equivocar. A veces piensas que lo hacen aposta pero lo que ocurre es que quizás no lo vean», añade otro.

Son niños que valoran una experiencia insólita pero enriquecedora: acaban de ponerse en la piel del árbitro. Han hecho de trencillas por un rato en el marco del proyecto ‘Tots som Àrbitres’, que ha llevado a cabo el Consell Esportiu del Tarragonès. «Antes pensaba que el árbitro lo pitaba todo y ahora veo que lo hace por algo», explica otro chaval. 

La iniciativa persigue que los jugadores de un equipo experimenten el rol de árbitro. «Exprimimos al máximo todas las facetas pedagógicas que se derivan. Queremos que entiendan mejor la labor del árbitro y su punto de vista a la hora de tomar decisiones», cuenta Enric Vives, coordinador del proyecto. 

Salir de la zona de confort
Los jugadores están acompañados por el árbitro ordinario, que en todo momento les ayuda, les asesora y les complementa. «Intentamos sacar al jugador de su zona de confort, rompiendo sus marcos mentales preestablecidos, para obligarles a readaptarse», admite Vives. 

Concienciar de la importancia de las normas, huir del egocentrismo del jugador y aprender a recibir críticas son otros de los objetivos de una campaña que pretende mejorar el deporte escolar. Todo ello, además, protege la figura del árbitro, a menudo en el ojo del huracán y centro de la polémica. En estos partidos los  colegiados se ponen al servicio del niño, al que asesora para lograr un cometido vital: juzgar y razonar las acciones de forma independiente, dejando de lado las emociones o los afectos personales. «La idea es que aprendan a hacer lo correcto, aunque no sea lo que más beneficie a sus compañeros», dice Vives. 

La experiencia ha sido una especie de shock entre los más pequeños. «He visto que es algo difícil. Se toman decisiones complicadas», se escuchaba al término de uno de los partidos. A algunos les sorprendía que un árbitro tuviera que correr tanto. Otros nunca pensaron que iban a dudar tanto a la hora de determinar si una acción era falta o no. Júlia repetiría más veces la experiencia: «Cuando juegas no sabes cómo son las cosas. Es bueno tener al árbitro al lado, para que te vaya explicando. Pitar es difícil». 

En el proyecto tomaron parte un total de 17 equipos de la liga alevín del Consell Esportiu del Tarragonès y unas 124 personas, entre jugadores, árbitros, padres, madres, entrenadores y coordinadores de escuelas y clubes. «Muchos chavales, en la valoración posterior, dijeron que habían aprendido a no criticar a los árbitros», explica Enric Vives. 

«Hay acciones que mientras juegas piensas que son pequeñas, pero cuando las ves desde fuera todo es distinto y ves que realmente estás haciendo falta», reconocía un chaval. La valoración por parte de los padres no podía  ser más positiva. Agarrar silbato y enfundarse la zamarra de trencilla puede tener una aplicación útil más allá del deporte. «Ponerse en situación del árbitro les ayudará a comprender la situación de quien tiene que impartir justicia», asume un padre. 

El balance por parte de los entrenadores era también óptimo: «Les ha gustado mucho y querían repetir. Imagino que es porque socialmente se le da una imagen negativa al hecho de arbitrar y es una pena. Es positivo fomentar estos proyectos entre los más pequeños», dice un técnico, como síntesis de ‘Tots som àrbitres’, la campaña inclusiva que reivindica al juez y su factor educativo. 

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