Queda una bala (Lleida 2 - 1 CF Reus)

Un gol en el último suspiro de Albístegui acaba con el Reus en Lleida. Los rojinegros salen del play offy ya no dependen de sí mismos en la última jornada. Deberán ganar al Olot y esperar un tropiezo de sus rivales directos

19 mayo 2017 22:51 | Actualizado a 22 mayo 2017 18:09
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Las carnes del Reus sufrieron la extrema crueldad con una derrota psicológica. Con el empate debajo del brazo, Albístegui se vistió de héroe ilerdense, con el Lleida llamando a la épica. Fue eso, un gol de valiente en contra de la marea. Tras varios rechaces sin escoba rojinegra para limpiarlos. A los 88 minutos. Duele y cabrea, porque los de Natxo habían expuesto suficientes argumentos para irse del Camp d’Esports con premio. Sobre todo en un segundo tiempo notable. Preocupó, eso sí, la salida sin alma del primero.

Deja secuelas el traspié. Tristeza y bajón en la tabla. Sale del play off el Reus, que en la cardíaca última jornada deberá apelar a una de esas carambolas posibles. Factibles. Queda una bala. No hay excusas. A estas alturas merece la pena agarrarse a ella.

El guión del arranque se había escrito en la previa. La energía del Lleida en su puesta en escena rozaba la lógica. Era normal. Andaba arropado por su gente. Alcanzar cualquier tipo de ventaja significaba calmar la ansiedad. Olvidar por momentos el miedo. Lo logró. El Reus careció de la actividad necesaria para salir a jugar un partido de esa exigencia y lo pagó. Rápido además. En el minuto inicial, Nieto avisó de su categoría. Domina el oficio de los espacios. Rápido, con capacidad para el desequilibrio en el mano a mano. Su servicio desde la derecha no encontró francotirador para empujarla. Ramon Folch lo evitó con una aparición decisiva. Nadie pudo arreglarlo en la acción siguiente. En una pérdida imperdonable del Reus. Nieto encontró de nuevo resquicio para ser profundo y ponerla en el corazón del gol. Allí emergió Chamorro. Se hizo hueco con su poderoso físico y ejecutó. Su remate, mordido, engañó a Badia. El Lleida se apoderó del botín que necesitaba como el aire. Oxígeno puro.

Todo lo que sucedió a partir de entonces contentaba más a los locales que al Reus. Su rival se refugió en el orden y esperó. Los de Natxo tomaron la pelota, pero apenas generaron. Cada pérdida era una pesadilla, sobre todo por los costados, con Nieto y Chupe. No se recuerdan remates del Reus en el asalto inicial. Ejemplo clarísimo de su inocencia con la pelota. Fue tierno. Andaba como encadenado. Con pánico a equivocarse de nuevo.

Necesitaba el equipo soltarse. Acudir a la ambición, pero no aparecieron sus futbolistas más determinantes. Vítor, Colorado y Rico apenas conectaron con el juego, impreciso con demasiada frecuencia. Poco común en el Reus.

El Lleida pudo definir la pelea antes del respiro con un remate de Ekhi en una estrategia. Se vio tan sólo que culminó mal. Había quedado libre. Sin atención ni oposición. La pelota no obligó a Edgar Badia.

El Reus se marchó al respiro con el rostro contrariado. Como si esa pose, si el vestido que se había probado, no le resultase. Le hacía incómodo. Natxo tomó medidas y modificó detalles. Algunos básicos. Vio que Marín sufría por la izquierda cuando le pillaban en inferioridad, con Nieto y el lateral desbocados en el dos para uno. Colorado y Edgar variaron sus puntos de partido. El de Jerez se tiró a la izquierda y el punta se convirtió en referencia. Se acabó el dolor de cabeza. Vítor corrió menos detrás del balón y comenzó a jugar. Otra buena noticia. Creció el Reus. Una barbaridad.

Ayudó el empate. Madrugó. Con 10 minutos consumidos del segundo asalto. Pensó Bernardo Tapia que tantas horas de insistencia con los futbolistas valió la pena. La estrategia en este juego se hace indispensable. Conquista títulos. Marca el trayecto de muchos equipos. Tapia, el fiel escudero de Natxo, no cesa en el empeño. En esas mañanas tibias, la estrategia es poco agradecida en los ensayos, pero cuando sale compensa ese sacrificio. Surgió en Lleida. El córner salió de las botas de Rico, Edgar prolongó al primer poste y Vítor, el más pequeñito, sólo colocó la testa para empujarla. Oro puro. El 1-1 abría otro escenario. Dulce para el Reus.

Traspasaba autoestima hacia la pandilla reusense. Generaba dudas en el Lleida. Dio la impresión, durante varios minutos, que estaba noqueado. Era el momento de enterrar cualquier esperanza local. Cassamá cabalgó en una de esas carreras imponentes por la derecha. Parecía perdido cuando pisó el área, pero relució un recurso técnico que pudo habilitarle. Chocó con un defensor y se fue al suelo. Muchos vieron penalti. No el colegiado. En poco más de un minuto, Edgar disputó otra pelota en la zona caliente que repelió con una mano sospechosa. Tampoco la sancionó el juez.

El Reus no lo utilizó de coartada para el desespero y trabajó con fiereza el punto. En realidad lo mereció. Sólo un infortunio le quitó la sonrisa. Albístegui, en la agonía de la tarde, cazó un balón confundido en área chica y le quitó el pánico extremo al Camp d’Esports.

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