Ramon Folch, el éxito de la discreción

Fútbol. El centrocampista reusense disfruta del ascenso a Primera con el Elche a los 30 años y valora un trayecto que ha recorrido todas las categorías

24 agosto 2020 13:19 | Actualizado a 24 agosto 2020 13:30
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Cumple 30 años y el fútbol le ha premiado con el billete a Primera División. Nunca es tarde. En realidad no significa más que un homenaje a todo un trayecto de pico y pala, porque el éxito ha precisado de esfuerzo extra. Ramon Folch (Reus, 1989) no responde al perfil de futbolista que entra rápido por los ojos. No derrocha energía ni su anatomía física encandila a primera vista, lo suyo tiene que ver exclusivamente con el juego. Como habla poco y trota casi de puntillas, ha necesitado convencer a los entrenadores a través del fútbol. Casi todos han caído rendidos, en algunas ocasiones a pesar de su resistencia inicial.

No hace ni seis años que este mediocampista de pie grande y dulce se consumía para disponer de una oportunidad en el once titular del Reus de Natxo González, por aquel entonces en Segunda B. Antes, no le importó adoptar el papel de trotamundos. Llegó a saborear una aventura exótica en Finlandia justo después de completar tránsito por categorías territoriales con el Cambrils o el Roda. Todo ello hasta que Jordi Fabregat le reclamó para el Conquense, en Tercera División (2012-13), con el que ascendió a Segunda B. Fue el impulso hacia Reus, donde tejió un idilio irrompible y definió su carrera ya desde un prisma de autoridad.

A Natxo le costó hallarle sitio, pero cuando lo hizo, le entregó la manija del proyecto y se convirtió en un personaje definitivo para la carrera de Ramon. En diciembre de 2014, en un domingo de frío en Alcoy, Folch se apoderó del foco y lo hizo para siempre. Desde aquella tarde, ningún entrenador se le ha resistido. Natxo (Reus), Anquela (Oviedo) y ahora Pacheta (Elche) se han arropado en su juego ligero e inteligente, a dos toques como mucho.

Por el camino cayó un ascenso con el Reus a Segunda (2016) y ahora un bombazo hacia Primera con el Elche. Curioso, el domingo, en Girona, cumplió 150 partidos en la Segunda División. Esta temporada ha completado 37 y se ha erigido en el centrocampista del Elche más intocable para Pacheta. En la noche de la gloria en Montilivi formó de nuevo entre los 11 elegidos.

“Valoro mucho todo el camino que he recorrido, porque sé lo que es jugar en Preferente y he vivido ascensos de Tercera a Segunda B, de Segunda B a Segunda A y de Segunda A a Primera. He disfrutado todo este proceso y eso hace que valore más los triunfos”, refleja el protagonista, poco después de su última conquista. “Sinceramente, no he tenido tiempo de asimilarlo todavía. Estoy un poco en shock. Si me hubieran dicho que ascenderíamos a Primera hace tres meses no lo hubiera creído”, sentencia.

Ramon es muy de familia. Padre de dos hijos, Nina y Max, se acuerda especialmente de los que le sufren cada fin de semana. “Me alegro mucho por mis padres, mis dos hermanos, mi mujer y mis hijos, porque ellos padecen más que yo en todo esto y, sobre todo, cuando las cosas no salen, siempre me apoyan”. Su padre, Ramon, no vio el partido ante el Girona para evitar el agobio casi cardíaco. Prefirió acudir al cine de Cambrils. Anna, su hija, se encargó de darle el alegrón del ascenso después de la sesión.

Ni siquiera la euforia de la gesta le cambia demasiado el semblante. Habla bajo una tranquilidad pasmosa y no presume demasiado. Nunca lo ha hecho. Ramon Folch ha convertido la discreción en la mejor virtud del mundo. En tiempos de apariencia exagerada, el centrocampista derriba la puerta de Primera envuelto en una normalidad casi contracultural. No le importa, él seguirá peinándose hacia un lado sin llamar demasiado la atención.

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