Anotar 58 goles en 30 partidos resulta una utopía que sólo pueden convertir en realidad los románticos, aquellos que piensan en el juego como un divertimento, no como un tetris aburrido, repleto de cadenas. Raúl Marín (Reus, 1986) es un elegido para el gol. No ha abandonado jamás la esencia de jugador que fue desde la infancia, cuando se hinchaba a anotar en categorías inferiores, era temido en casi todas las pistas de la provincia. El gol forma parte de su estatus vital. Su juego, anárquico e improvisado, sólo tiene un fin; el arco enemigo.
Raul Marín (@Raulmarin_9), amb 58 gols, màxim golejador històric en una temporada d'#OKLliga ���� Felicitats capi! #forçaReus pic.twitter.com/fkI3Ctp4bC
— Reus Deportiu (@ReusDeportiu) 25 de mayo de 2018
El último gol del rojinegro situó Lleida como destino. En la fecha final del campeonato, este pasado fin de semana, en una noche intrascendente, en la que el Reus se dedicó a cumplir el expediente y a resguardar el récord de su capitán, que también ha destrozado otra marca. Ha conquistado su cuarto pichichi. Se estrenó en un curso para el recuerdo en el templo. En la 2010-11, el Reus levantó su último título doméstico, con Raúl como principal argumento de ataque. Siete años después no ha perdido ni una pizca de olfato. Del resto se encarga el exceso de virtudes técnicas que le distinguen.
Marín disfruta de una época de foco y brazalete, el que enseña con orgullo cada fin de semana, como hijo reusense y producto de esa fábrica de talento de la calle Gaudí. Canterano de vocación y devoción, el delantero afrontará su último año de contrato sin urgencias y el máximo compromiso. En el futuro está condenado a entenderse con el club. Ha consolidado su vida familiar en la zona.
Sin premios colectivos después de una temporada cargada de exigencia y sobredosis competitiva, el capitán del Reus disfruta ahora de un mini periodo vacacional de poco más de una semana. La selección aguarda. Volverá al combinado nacional dispuesto a reivindicarse en el Europeo de A Coruña de este verano. Quizás, la selección se mantiene como su gran asignatura pendiente. Quiere coronarse y saciar su sed de goles, que sigue intacta.
También su hambre. Nunca la a ha perdido, ni siquiera después de levantar los títulos más prestigios del mundo. Marín es como un niño cuando se calza los patines. Nunca desprecia el juego.