Reus-Cultural Leonesa (1-1): 'Osadía estéril'

Reus y Cultural Leonesa se reparten los puntos en un partido desmesurado y de numerosas ocasiones. Sólo la falta de puntería impide más disfrute. Lekic se estrena como goleador rojinegro

07 octubre 2017 19:15 | Actualizado a 02 noviembre 2017 14:00
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Ricardo amaneció en el partido ya con éste desgastado, con un mar de espacios descubiertos y un intercambio de golpes sin desmayo. Reus y Cultural Leonesa suplicaban romper el 1-1 armando ataques con energía, repletos de fatiga, pero con el aliento que ofrece el compromiso. Ricardo aportó soluciones desequilibrantes, acostado en la izquierda, a pierna cambiada. En una de sus aventuras quedó acorralado en el rincón del área leonesa, aunque el dos contra uno al que le retaron no resultó una utopía para él. Un recurso técnico fascinante le permitió sortear la emboscada, su cintura paseó agilidad. Ricardo terminó liberado dentro del área para una última decisión crucial. Envió la pelota al segundo poste, donde apareció Miramón, desbocado. El lateral acompañó la pelota hacia la gloria pero Palatsi, el arquero enemigo, se inventó una parada malabarista. Medio cayéndose, en la misma línea de gol. 

Vaz fue penalizado por una entrada desmesurada, con aroma a cartón rojo, de Bastos justo cuando el Reus había pegado el telefonazo a la épica. Quedó renqueante pero gritó valentía para mantenerse en pie hasta el suspiro definitivo. Simbolizó el guión de una tarde que homenajeó a la osadía, al juego sin cuartel. A los dos actores sólo les faltó puntería para decorar con pincel privilegiado el partido. Probablemente, el reparto de botín desplegó justicia.

Y eso que el Reus se apresuró a enseñar su aspecto más mandón. En realidad pudo acabar con el resultado en la primera media hora. Garai ordenó ahogar la salida del balón de la Cultu con el equipo plantado en campo contrario. Gus y Juan Domínguez, los dos interiores, estiraban el dibujo. Dio resultado. El Reus quitaba con relativa sencillez y secuestraba la posesión. De resto se encargaron los errores de niñez del enemigo. Así se gestó el 1-0.

Olmo mandó una pelota cruzada, de apariencia inocente, al movimiento de Querol, en la diestra. Manu, el carrilero rival, confió antes de decidir. Mal asunto. Cedió con la testa a la teórica posición de Palatsi. Es decir, al centro de la portería. No imaginó que su portero se había perfilado hacia un costado para controlar la caída de la pelota. Lekic había observado la jugada al trote. Se estrenó en casa con una definición sencilla. A un toque. Acarició la pelota con suavizante. Se habían agotado poco más de 20 minutos.

 

Las dos caras
La Cultu se expresa deliciosamente con el balón, es un equipo de finos violinistas en una noche de gala en el Liceu. Aman combinar, actuar con el frac, incluso cuando el escenario les pide fontanería. En la intendencia, De la Barrera precisa horas extra para sujetar disparates propios de un recreo de EGB. En todo caso la propuesta enloquece. Es un canto a la osadía. La Cultural manipula a los rivales tejiendo posesiones, odia esperar y refugiarse.
 

Querol, en todo caso,  se olvidó de castigar la ternura defensiva de la Cultu en una transición meteórica del Reus, en dos pases. Lekic le prolongó la pelota al espacio con cinta métrica. El reusense se plantó ante Palatsi y eligió convertir por bajo, al primer poste. Lamió la madera. Seguramente Querol se acordó de esa situación un millón de veces durante el resto de la noche. 

Entre otras cosas porque Iza encendió en llamas a toda León con un ejecución maravillosa, la del empate. El Reus se despistó en una estrategia. Miró, no encimó. Iza recogió cerca de la cal del área para impactar con la derecha. Badia voló, pero fue un vuelo imposible. El balón se coló por el ángulo, justo cuando la Cultural se hallaba sin rumbo, en plena búsqueda de su lugar en el juego. La obra majestuosa de Iza inyectó autoestima. El Reus decayó. Hasta el punto que alcanzó el respiro pidiendo auxilio.

Guarrotxena, un refresco lujoso para De la Barrera, participó en todas las amenazas leonesas del segundo acto. Primero con un servicio al segundo poste sin inquilino, tras recibir un envío fascinante de Mario. Después con un remate al sexto segunda sin avisar, solo ante Badia. 
 

Querol le tomó el testigo en la otra orilla, con el juego roto en pedazos y los dos protagonistas sometiéndose con descaro. El reusense no acertó en un remate repleto de violencia dentro del área. Ni siquiera el dictamen final contentó a Reus y Cultural Leonesa que tributaron sin complejos a la valentía, aunque sin tino.

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