Reus Deportiu hockey. 'Marín regresa con papá'

Con 2 años lucía patines con orgullo. A los 14 debutó con los mayores del Reus en Vilafranca. Fue el más precoz de la historia. Su último paso por el Barça le ha coronado. Raúl vuelve a casa como hijo pródigo

19 mayo 2017 22:39 | Actualizado a 22 mayo 2017 17:54
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La pista exterior del Reus Deportiu recibía cada día a un chaval pasadito de kilos, aunque virtuoso para el ataque. El pequeño Raúl Marín (Reus, 1986) sólo entendía este juego cerca de la portería. Con el gol como desafío. No había nada más en su cabeza. En las inferiores del Reus siempre llamó la atención. No importaba el físico. El talento sobresalía. Era ya un jugador distinto. Antes de formar parte de la academia rojinegra, Raúl se había ganado elogios en  la escuela del Pla del Santa Maria. Adelantó tiempo rápido. Con sólo 2 años ya patinaba. Fue el federado más precoz. A los dos años y medio empezó a ejercer. Y el Reus, que le había rechazado por bebé, le cazó rápido. 
El delantero formó parte de la generación anterior a la de Albert Casanovas. Creció de la mano del magisterio que le ofreció el exinternacional Alejandro Avecilla, delantero con una capacidad técnica privilegiada, de prestigio mundial contrastado. Con Raúl también subieron Francesc Selles o Joan Muñoz, perlas rojinegras de la época. Marín exhibía facilidad natural para la definición. Sin ir más lejos, anotó hasta 12 dianas en un partido ante el Valls,  todavía en edad benjamín. 
El protagonista priorizó el hockey por encima de casi todas las cosas. Amigos y estudios incluidos. Quería ganarse la vida con la pasión que le atrapó de pequeño. Entrenar nunca fue un sufrimiento para él. Lo amaba. A Quim Paüls le sedujo ese pequeño travieso del área y se lo llevó al Barça de infantil. Allí coincidió con un tal Sergi Miras. Ese infantil azulgrana se proclamó campeón de España. 
El Reus se esforzó para recuperarle. Lo hizo un año después. Le prometió trabajo con los mayores. Raúl lo aprovechó. Aprendió de enormes jugadores y su precocidad superó barreras. Debutó en un partido en Vilafranca, con 14 años. De la mano de Manel Barceló, entrenador por aquel entonces (2001). Se convirtió en el canterano más joven de la historia del Reus en estrenarse.
 El reusense necesitó salir del club para volver curtido. En Alcoy, con 17 años, su pose ya lucía estilo. Alcoy le abrió las puertas del Igualada y del Vilanova. En el Garraf jugó una final de Copa y sus registros se marcaron en rojo vivo. En verano de 2010 firmó su primer regreso a la calle Gaudí. Como una realidad irrefutable. Lo hizo por la puerta grande. Su historia siempre ha ido de la mano de lo supersónico. Esa temporada levantó la OK Liga y lo hizo como máximo artillero (44 goles). Los galones en Reus aumentaron de peso con el paso del tiempo. El Barça volvió a llamar a su puerta. En verano de 2013. No dudó. Resulta casi imposible mirar hacia otro lado.
En los dos últimos años ha vividoen la comodidad del profesionalismo y se ha llenado de prestigio. Hasta siete títulos han coronado a Marín en el Palau. Eso sí, el papel protagonista ha disminuido. En el Barça se reparte entre una constelación de estrellas. El Reus ha estado atento para volver a recuperarle. Como lo hizo en antaño, cuando todavía era proyecto. El regreso a casa ya lleva el peso de jugador franquicia. «Quien me conoce sabe que me gusta la presión», advirtió en la rueda de prensa de presentación, rodeado de sus nuevos jefes. Él sueña con un escenario similar al de su primer capítulo. «Lo firmaría ahora mismo, aquella OK Liga de 2011 fue increíble». 
Marín nunca ha sido un hombre de límites. Más bien los detesta. «Como dijo Mariotti debemos estar en la lucha de todas las competiciones». Su ambición contagia. Con 28 años anda más maduro, seguramente se trata de un jugador más completo. En todo caso su esencia le distingue. Raúl es el hijo pródigo y papá le espera en la calle Gaudí.
La pista exterior del Reus Deportiu recibía cada día a un chaval entusiasta, virtuoso para el ataque. El pequeño Raúl Marín (Reus, 1986) sólo entendía este juego cerca de la portería. Con el gol como desafío. No había nada más en su cabeza. En las inferiores del Reus siempre llamó la atención. No importaba el físico. El talento sobresalía. Era ya un jugador distinto. Antes de formar parte de la academia rojinegra, Raúl se había ganado elogios en  la escuela del Pla del Santa Maria. Adelantó tiempo rápido. Con sólo 2 años ya patinaba. Fue el federado más precoz. A los dos años y medio empezó a ejercer. Y el Reus, que le había rechazado por bebé, le cazó rápido. 

El delantero formó parte de la generación anterior a la de Albert Casanovas. Creció de la mano del magisterio que le ofreció el exinternacional Alejandro Avecilla, delantero con una capacidad técnica privilegiada, de prestigio mundial contrastado. Con Raúl también subieron Francesc Selles o Joan Muñoz, perlas rojinegras de la época. Marín exhibía facilidad natural para la definición. Sin ir más lejos, anotó hasta 12 dianas en un partido ante el Valls,  todavía en edad benjamín. 

El protagonista priorizó el hockey por encima de casi todas las cosas. Amigos y estudios incluidos. Quería ganarse la vida con la pasión que le atrapó de pequeño. Entrenar nunca fue un sufrimiento para él. Lo amaba. A Quim Paüls le sedujo ese pequeño travieso del área y se lo llevó al Barça de infantil. Allí coincidió con un tal Sergi Miras. Ese infantil azulgrana se proclamó campeón de España. 

El Reus se esforzó para recuperarle. Lo hizo un año después. Le prometió trabajo con los mayores. Raúl lo aprovechó. Aprendió de enormes jugadores y su precocidad superó barreras. Debutó en un partido en Vilafranca, con 14 años. De la mano de Manel Barceló, entrenador por aquel entonces (2001). Se convirtió en el canterano más joven de la historia del Reus en estrenarse.

 El reusense necesitó salir del club para volver curtido. En Alcoy, con 17 años, su pose ya lucía estilo. Alcoy le abrió las puertas del Igualada y del Vilanova. En el Garraf jugó una final de Copa y sus registros se marcaron en rojo vivo. En verano de 2010 firmó su primer regreso a la calle Gaudí. Como una realidad irrefutable. Lo hizo por la puerta grande. Su historia siempre ha ido de la mano de lo supersónico. Esa temporada levantó la OK Liga y lo hizo como máximo artillero (44 goles). Los galones en Reus aumentaron de peso con el paso del tiempo. El Barça volvió a llamar a su puerta. En verano de 2013. No dudó. Resulta casi imposible mirar hacia otro lado.

En los dos últimos años ha vivido en la comodidad del profesionalismo y se ha llenado de prestigio. Hasta siete títulos han coronado a Marín en el Palau. Eso sí, el papel protagonista ha disminuido. En el Barça se reparte entre una constelación de estrellas. El Reus ha estado atento para volver a recuperarle. Como lo hizo en antaño, cuando todavía era proyecto. El regreso a casa ya lleva el peso de jugador franquicia. «Quien me conoce sabe que me gusta la presión», advirtió en la rueda de prensa de presentación, rodeado de sus nuevos jefes. Él sueña con un escenario similar al de su primer capítulo. «Lo firmaría ahora mismo, aquella OK Liga de 2011 fue increíble». 

Marín nunca ha sido un hombre de límites. Más bien los detesta. «Como dijo Mariotti debemos estar en la lucha de todas las competiciones». Su ambición contagia. Con 28 años anda más maduro, seguramente se trata de un jugador más completo. En todo caso su esencia le distingue. Raúl es el hijo pródigo y papá le espera en la calle Gaudí.

 

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