Robert Simón-Carlos Albarrán, conexión de toda la vida

Badalona se ha convertido en tierra fértil para el Nàstic. De ese lugar proceden los dos futbolistas que se han adueñado de la banda derecha grana en los últimos partidos. Carlos Albarrán y Robert Simón ocupan el lateral y el extremo. Juegan con naturalidad, de memoria, como si se conociesen de toda la vida… bueno es que es la realidad, ambos son inseparables dentro y fuera del terreno de juego. Una amistad forjada desde los seis años. 

Probablemente no pensaban que iban a llegar tan lejos porque el fútbol es una utopía en su etapa formativa. Sin embargo, lo han hecho a base de trabajo y humildad. Badalona, Llagostera y Nàstic han sido los colores que ambos han defendido a la vez a lo largo de su carrera, aunque también han pasado por la cantera del Espanyol. Tres destinos en los que su amistad solo ha hecho que fortalecerse, por si ya no lo estaba.

Su sintonía comenzó en la Escuela de Fútbol del Badalona y después ya en el Badalona. Dos lugares en el que forjaron su hermandad hasta que a los 9 años le llegó la oportunidad a Carlos Albarrán de fichar por la cantera del Espanyol. Se separaron del verde, pero fuera mantuvieron intacta su amistad. Años después coincidieron media temporada (2016-2017) en el Llagostera, pero su nexo de unión absoluto volvió a ser Badalona.  

En los cursos 2017-2018 y 2018-2019, Carlos Albarrán y Robert Simón se convirtieron en los dos jugadores referencia del conjunto escapulado. El primer año a las órdenes de Manolo González y el segundo bajo el mando primero de Ramón Calderé y posteriormente de Juan José Yepes. Estuviese quien estuviese en el banquillo, ambos fueron figuras destacables que ayudaron al Badalona a firmar dos grandes temporadas en las que se quedaron muy cerca  de conseguir meterse en los play off de ascenso a Segunda División.

Albarrán, el primero en llegar

Aquellos dos cursos le dieron el billete a Carlos Albarrán para fichar por un grande de la categoría. Era el Nàstic que tras descender de Segunda División decidió que ese lateral espigado y especialista en el balón parado debía ser el dueño y señor del carril derecho. Albarrán aceptó el reto y el tiempo le dio la razón a los granas, puesto que tres años después sigue siendo intocable. La oportunidad para Robert Simón llegó más tarde. Fue este pasado verano cuando quedó libre y el Nàstic no dudó en lanzarle las redes. Le quería porque había sido un extremo diferencial en la categoría en los últimos años y porque encajaba a la perfección en la idea de juego de Raül Agné. 

No hubo demasiadas complicaciones para cerrar el trato, ya que Robert Simón tenía claro que Tarragona iba a ser su nuevo destino. La figura de Carlos Albarrán fue importante para decidirlo. Conocía de primera mano la magnitud del Nàstic, la calidad de vida que ofrece la ciudad de la mano de su amigo. Tras dos años separados era el momento de volverse a juntar para alegría suya y de sus parejas que también son amigas desde hace muchos años atrás.

Por ello a día de hoy, los cuatro disfrutan de la ciudad y del Nàstic. Son inseparables y esos lazos de amistad los han trasladado a un terreno de juego en el que también explotan su sintonía. Juegan de memoria, se complementan y sobre todo compiten con esa hambre que les caracteriza. Jugadores necesarios para cualquier equipo porque siempre suman tanto dentro como fuera del terreno de juego. 

El extremo ha sido pieza clave desde un primer momento, mientras que el lateral lo ha conseguido en las últimas semanas después de coger el ritmo competitivo y superar una lesión en el tobillo que le dejó dos meses en el dique seco. Ambos son indiscutibles, pero huyen de extravagancias o comportamientos prepotentes. Devotos del esfuerzo diario y la humildad. Eso lo llevan por bandera y por eso ya son dos referentes granas.