Seligrat y su nueva normalidad

Fútbol. La pizarra del técnico del Nàstic volvió a ofrecer muchas novedades tácticas

13 septiembre 2020 19:26 | Actualizado a 15 septiembre 2020 08:50
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El tardío inicio de liga debido al coronavirus ha provocado que la pretemporada del Nàstic se alargue hasta los dos meses y medio. Muchos entrenos, muchas horas en el verde preparando la que será una temporada atípica. Toni Seligrat ha aprovechado el tiempo y parece dispuesto a adaptarse a la nueva normalidad a su manera, dejando apartado, al menos de momento, la formación que le ha acompañado durante buena parte de su carrera, en busca de obtener el máximo de riqueza táctica para afrontar cualquier situación. 

Tal y como lo hizo ante el Horta, el Nàstic se plantó en el campo ante el Barça con el novedoso 4-3-3, una evolución del 4-4-2 al que están acostumbrados los aficionados grana. La llegada de Joan Oriol ha sido una bendición para Seligrat. Contar con el cambrilense le permitió avanzar unos metros a Bonilla, al que colocó en el centro del campo. La privilegiada bota izquierda de Bonilla ya produjo muchos goles la temporada pasada al Nàstic. Lo demostró anotando el único gol del Nàstic en el Johan Cruyff en un zarpazo desde la frontal.

En defensa, el 4-3-3 mutaba a un 4-1-4-1. Debían protegerse los tarraconenses, que en ocasiones también buscaban las cosquillas al Barça con presiones adelantadas. 

Era en transiciones rápidas cuando mejor fluctuaba el Barça, sin estancarse en la telaraña que había tejido en el centro el Nàstic. Cuando no había opción de contraataque, a los de Koeman les costó más crear peligro, ante un Nàstic cómodo con la línea defensiva baja, destinado a sufrir cuando Messi -quizás desmotivado pero siempre diferencial- bailaba por la mediapunta.

Para ello fue clave la figura de Ribelles, que actuó de regista, escudero por detrás de Bonilla y Fausto Tienza. El de Paterna vestía tan solo por segunda vez la zamarra grana, y fue uno de los mejores sobre el césped, atento a cualquier balón que gravitaba por su zona y sin temblores en el pulso al distribuir el balón. En la punta de ataque, a Gerard Oliva le tocó la ardua tarea de pelearse con una de las parejas de centrales más poderosas del mundo. En la presión, estuvo acompañado por Bonilla, que era el que saltaba en primera línea, mientras que Amang y Brugui se retrasaban. 

Redención de Amang
Enganchado a la banda izquierda, Amang fue una vía de escape para poder lanzar contraataques y retener la posesión cuando le faltaba aire al Nàstic. El futbolista mostró fogonazos de sus capacidades la temporada pasada, pero llegó solo a disputar cinco partidos de liga. Delante del reusense Sergi Roberto no se achicó y estuvo cerca del gol en más de una ocasión, encarando cuando pudo a su par y entendiéndose con Joan Oriol.

El tempranero gol de Ousmane Dembélé no desdibujó el esquema ni intenciones del Nàstic. Porque el objetivo no era lograr el mejor resultado, sino reforzar automatismos y fortalecer las ideas sobre las cuales que Toni Seligrat quiere que se rija su Nàstic. 

Cuando más sufrió el cuadro grana fue al inicio de la segunda mitad. Koeman alineó once jugadores de refresco, mientras que Seligrat introdujo solo a Gonzi por Wilfred en la portería y a Pedro Martín por Trilles, que aún está falto de ritmo. De esta manera, Ribelles volvió a la posición de central, donde ya jugó ante el Horta y Brugui ocupó la posición de interior; en busca de situarle más en contacto con el esférico. 

Otro detalle fue Pedro Martín, que en la segunda parte jugó de extremo derecho, una posición en la que ya se le vio la temporada pasada, mientras que Fran Carbia fue la referencia ofensiva, buscando esta vez un delantero centro de índole alejada a la de Oliva.

Seligrat dejó claro que tiene su pizarra preparada para adaptarse a cualquier contexto que se ponga delante; algo esencial en una categoría como la Segunda B.

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