Sergio León, en nombre de Manuel

Hace siete años aterrizó en Reus rebotado de su Betis. Fue un trampolín para el delantero, que ha cumplido lo que prometió. Durante su primera semana en la capital del Baix Camp perdió a su padre y se juró jugar en Primera. Hoy ya marca goles en el club de sus sueños, el Betis. El segundo, ante el Villarreal

10 septiembre 2017 20:32 | Actualizado a 10 septiembre 2017 20:43
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Cuando el Reus apostó por Sergio León (Palma del Río, 1989) un mes de diciembre de 2010 existían ciertas sospechas sobre un delantero con unas condiciones elegidas, aunque rebotado del Betis, su equipo del alma, por diferencias con su técnico en el filial, el exinternacional asturiano Oli. León aterrizó a un lugar desconocido, en un club por aquel entonces sin foco en el mapa de la élite y en Tercera División. Apenas había cumplido los 21 años. La historia de este chaval cordobés conoció rápido la tragedia. Perdió a su padre durante su primera semana en la capital del Baix Camp. Manuel se marchó sin disfrutar de la explosión deportiva de una de las promesas más esperanzadoras de la cantera del Betis. Sergio se exigió algo de lo que hoy puede presumir. “Jugaré en Primera por mi padre”.

El acomodo en el nuevo hábitat se demoró por ese cisma emocional que causa la muerte del ser más entrañable de tu vida. Sergio encontró arropo en sus compañeros, probablemente en el vestuario más sano y unido que ha visitado jamás. También en Rocío, su actual pareja. Reusense de cuna y a la que conoció al poco de llegar. Seguramente en el cariño de Rocío halló de nuevo el equilibrio. Su fútbol creció de la mano de Santi Castillejo, el técnico que confió a rabiar en él. Entendió sus infiernos y reivindicó sus paraísos. Un padre deportivo necesario para cualquier aspirante al estrellato.

Reus fue para Sergio un trampolín indiscutible. Su segundo hogar al que regresa en tiempo de ocio. Desde su marcha en 2013, con ascenso a Segunda B y un puñado de goles interesantes, su carrera ha resultado imparable. Hasta el punto que el Betis le ha recuperado hecho un hombre, maduro de estridencias y con hambre de progreso. Un delantero que se ha esforzado para alcanzar la solidaridad colectiva. El gol, sus cualidades para la definición de zurda y diestra, las llevaba de serie. Manuel, su padre, ya las había descubierto cuando de chico revoloteaba en la plazuela de Palma del Río, el nido que le vio nacer. Allí permanece su familia.

Con 28 años disfruta en la cúspide de su carrera. Dos históricos han llegado a pagar dinero por él. Osasuna le firmó del Elche en 2016 por 1.7 millones de euros. Este verano, León selló el regreso a Sevilla después de anotar 10 goles en su estreno en Primera. El Betis, su Betis, abonó íntegra la cláusula de 3.5 millones y el Villamarín recuperó a aquel niño que se marchó triste un invierno de 2010. El desafío no escapa de la exigencia. El gentío le pide los mismos registros que el último atacante franquicia verdiblanco, Rubén Castro.

Nada le asusta. Parece haber caído de pie. Hace un rato, a pesar de la derrota, ha cabeceado a la red un servicio magistral de Joaquín en Villarreal. Su segundo acierto. El primero lo había escrito junto a la almohada de los sueños. En el Villamarín, ante 60.000 almas. El gol de la victoria ante el Celta. Sergio miró al cielo y pareció susurrarle a papá. “Aquí tienes lo que te prometí”. No hace tanto de eso. Siete años después derramó lágrimas cuando el estadio en pie le despidió a voz en grito. En nombre de Manuel.

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