Sin tempo ni mordente

El Nàstic cae en Lugo después de un partido muy espeso de los granas. Faltó maldad en los metros finales. El equipo añoró las figuras de Tejera y Uche 

28 octubre 2017 17:31 | Actualizado a 29 octubre 2017 18:31
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El Nàstic compareció en el Anxo Carro con el temporizador resquebrajado. La figura de ese futbolista capaz de comandar las operaciones de la sala de máquinas brilló por su ausencia. El doble pivote conformado por Zahibo y Gaztañaga resultó ser un experimento fallido. Ambos son centrocampistas destinados a la contención, sus instintos no les permite extrapolar sus funciones. En consecuencia, los granas no pudieron fabricar desde la circulación. Tampoco pudieron resguardarse con el cuero. Las posesiones anestésicas no aparecieron en instantes donde la tesitura del juego lo suplicaba.

Por su parte, el Lugo de Francisco Rodríguez no necesitó acudir a la excelencia para entusiasmar. Sus obras pictóricas no se arropan en la delicadeza. Todo lo contrario, sus brochazos son firmes. El Nàstic contempló una puesta en escena imponente de los gallegos. De esas que acorralan. Los duelos individuales reflejaban una concentración extrema de los locales. No había segundo intrascendentes.

Fruto de estas antagónicas puestas en escena, el Lugo dispuso de tres claras ocasiones para adelantarse en el marcador. No necesitó vislumbrar la excelencia para ello. Fueron golpes contundentes, pero extremadamente imponentes. No modificaron el marcador, pero sí las sensaciones de los granas. 

En el 25’, los avisos se transformaron en una irrefutable realidad. Fue en una jugada de acoso y derribo. De esas en la que los instintos se apoderan de todo. El Lugo interpretó mejor los entresijos de la acción. Campillo sacó el látigo en las profundidades del área. Castigó con una violencia tremenda en un balón que se había quedado muerto en la línea de gol. El balón visitó los rascacielos de la red. Cero a uno. 

Con la ventaja para los locales, el encuentro entró en ese terreno de la intrascendencia que tanto dominan los lucenses. Los semblantes granas reflejaban claros síntomas de incomodidad. Sólo Juan Delgado vislumbró una grieta en la defensa del Lugo. Lanzó un balón milimétrico a la espalda de la defensa. Tete Morente emergió con una carrera al espacio que auguraba sonrisas. Sin embargo, su disparo tenso y cruzado se encontró con Juan Carlos. La suficiencia con la que blocó el balón fue desquiciante.

En la reanudación, al Nàstic le faltó maldad en los metros finales. Dispuso de más balón, pero en zonas estériles. El Lugo sonreía ante los espacios que se dibujaban en la espalda grana. Rodri permutó a Maikel Mesa y Tete Morente con el objetivo de concentrar más fútbol por el centro. El tinerfeño entró más en juego, pero sin esa incidencia trascendental con la que acostumbra a mostrarse.

A punto estuvieron los granas de igualar la contienda en los primeros compases de la seguna mitad. Jiménez leyó el desmarque a la espalda de Barreiro y filtró un pase de cirujano que el gallego no pudo culminar con la suficiente precisión.
Sin maldad en el área

Aquel iba a ser el preludio de la segunda mitad, donde se pudo atisbar que al Nàstic le falta punch en el área contraria. Ni Juan Delgado, ni Manu Barreiro pudieron transformar lo poco generadao. Muchos se acordaron de la figura de Uche. Un futbolista que va con cuchillo y no con tenedor a la guerra. 

Con el paso de los minutos, el choque entró en una tesitura peligrosa para el Lugo y esperanzadora para el Nàstic. El botín gallego no era lo suficiente impactante y el Nàstic mostraba destellos de peligro. Se quedaron en eso, porque en ningún momento se vislumbro la luz del gol. Tan sólo en un disparo seco de Delgado que pasó cerca de la escuadra de la portería de Juan Carlos. 

La auténtica realidad es que estuvo más cerca la sentencia que el empate. El conjunto de Francisco Rodríguez también se mostró superior en la tesitura del juego con espacios. Demostró ser un equipo mucho más pragmático tanto en paisajes claros como oscuros. Ni la entrada de Jean Luc, Muñiz y Brugi cambiaron el guion de un partido que tenía un firme final. 

El Nàstic ha visto como esa capacidad para agonizar ha perdido fuerza. Cierto es que compareció sin temporizador (Tejera) ni mordiente (Uche), pero las sensaciones no son buenas. No toca alarmarse, pero es evidente que los granas deben volver a ser ese equipo que no concedía grietas al rival. Un bloque sólido que se arropaba en la fiabilidad. Espera el Barça B entre semana. Otra dura prueba de fuego. 

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