Tarragona Wolves, aullidos entre bateadores

BÉISBOL. El club fundado en 2017 ha encontrado hogar en el Complex Esportiu Laboral, pero pide ayuda al Ayuntamiento para seguir creciendo

16 mayo 2019 11:44 | Actualizado a 17 mayo 2019 15:55
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La omnipresencia del fútbol no impide que los deportes minoritarios sigan creciendo en la demarcación de Tarragona. Aunque cueste horrores (y mucho dinero) hacerlo. Es el caso de los Wolves de Tarragona, el equipo de béisbol fundado en 2017 por Marc Sangüesa que trata de hacerse un hueco, o mejor dicho, un espacio, en el panorama deportivo de la demarcación. Sus armas mucha energía, dinero y un buen puñado de rebeldía ante los obstáculos establecidos.

La historia de los Wolves arranca en la lejana China. O mejor dicho, en una tienda de Nueva York. Allí el tarraconense Marc Sangüesa se encaprichó con un guante de béisbol. Un souvenir habitual para quienes visitan la metrópoli mundial. De pequeño le divertía el juego del pichi, una adaptación infantil del béisbol. 

El guante viajó con Marc a Hangzhou (China) en su aventura de un año en el país asiático para aprender el idioma. Un artículo más en su maleta hasta que se cruzó con un joven que lucía la casaca de los Hangzhou Qing Ye, un equipo de béisbol local. Sangüesa no se lo pensó. Abordó al joven para preguntarle todo sobre el conjunto que vestía. Superada la timidez inicial, Marc fue invitado a sumarse al equipo como center fielder (posición central de la zona más alejada al bateador) o segunda base.

Tras esta primera experiencia, la mente de Sangüesa comenzó a trabajar con la intención de fundar un equipo de béisbol en Tarragona a su regreso a la capital de la demarcación. Hasta dibujó el logo, con la imagen de un lobo. «Pensaba que iba a necesitar una marca y el lobo transmite una imagen agresiva que es lo que iba a necesitar para crear un club de béisbol», cuenta.

De vuelta en Tarragona convenció a tres amigos más para tirarse a la piscina con el poco material de que disponía Marc Sangüesa. Un bate, una pelota y un guante. Suficiente, pensaron. Y vaya si lo fue. En poco tiempo ya eran 35 los jugadores del Club, buena parte de ellos, de origen sudamericano, donde el béisbol es un deporte con más atención mediática que en España. 

Sin campo

El crecimiento de los Wolves apuntaba a meteórico pero se encontró con un problema habitual de los clubes deportivos en Tarragona: la falta de espacio para llevar a cabo la actividad. Una batalla que ya lleva muchos capítulos escritos.

El primero se escribió al tiempo que nació la entidad. Los fundadores se establecieron detrás del Parc Francolí. Pronto se mostró las carencias de ese entorno para un deporte que entraña cierta peligrosidad por las pelotas que se golpean y salen disparadas hacía cualquier dirección. «Era un espacio público, pequeño y con problemas en el terreno. Además muchas pelotas acababan en el río y se perdían o se estropeaban porque no es un material impermeable. 

El primer traslado les llevó a Vila-seca, a un terreno privado al lado del cementerio que invadían para poder realizar los entrenamientos. Mientras trataban de buscar una solución con el Ayuntamiento de Tarragona. Surgió la posibilidad de instalarse en la Anella Mediterránea, detrás del Palau, pero, según cuenta Marc Sangüesa, la inacción agotó su paciencia y acabaron por ocupar el espacio.

Un remedio provisional. Porque los Wolves seguían (y siguen) tratando de encontrar un acuerdo con el consistorio. En Sant Jordi abrieron un stand en la Rambla Nova para recoger firmas que llevar al Ayuntamiento para solicitar un campo. Superaron las 2.000. «Una persona puede organizar muchas cosas, pero si la administración no ayuda hay un límite», asegura Sangüesa.

La falta de espacio supone unos costes importantes en desplazamiento. Cada semana tienen que viajar a Barcelona, Gavà o Sant Boi para poder competir en Segunda División Catalana, la Sub10 o Softball. «Llevamos la ‘T’ de Tarragona en el escudo y la bandera de la ciudad en la camiseta, queremos jugar en Tarragona», exclama.

El pasado 1 de mayo el club celebró una importante asamblea. «O tiramos por nuestra parte o si esperamos acciones desde la administración pública no tendremos nada», fue la exposición de Marc Sangüesa a los 70 socios. La directiva propuso una alternativa positiva pero de un alto coste económico. El Complex Esportiu Laboral ofreció alquilarles un espacio. Los socios lo tuvieron claro: «Queremos un sitio para entrenar cueste lo que cueste». 

Todavía les queda trabajo. Adecuar el campo a las necesidades del béisbol. Una vez acabado podrán disputar partidos de Segunda Catalana, infantiles y softball, pero antes tendría que homologarlo. Esta solución no es definitiva, porque no evitará la fuga de los mejores jugadores a equipos de Barcelona, ya que los directivos de la Federació Catalana vieron difícil que la Laboral pudiera albergar partidos de Primera. Por eso, la lucha para Sangüesa no ha acabado. «Seguimos esperando que la administración pública nos eche una mano y ayude a crecer a deportes más minoritarios».

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