Tregua olímpica en Tarragona

El espectacular Palau d’Esports quedó inaugurado con lemas de concordia entre administraciones tras la tormenta política. El alcalde, Josep Fèlix Ballesteros, el President Quim Torra y hasta Puigdemont reivindicaron la unidad

21 junio 2018 11:03 | Actualizado a 21 junio 2018 15:24
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El Palau d’Esports, la joya de la corona de estos Juegos, quedó inaugurado ayer en un acto solemne que abrió al público un equipamiento de lujo, valorado en 7,8 millones y con una capacidad de 5.000 espectadores. 

El auténtico tesoro del legado en Tarragona exhibió su poderío: aire acondicionado, cuatro pantallas gigantes y una flamante pista azul, el color que preside el lugar como guiño al Mediterráneo. Al evento asistieron un buen puñado de autoridades del territorio, encabezadas por el President de la Generalitat, Quim Torra, en su primera visita a la provincia. 

La puesta de largo estuvo trufada de agradecimientos recíprocos y lanzó un mensaje claro: la unidad entre todos, administraciones incluidas, para sacar adelante un proyecto que no ha dejado de superar escollos desde que nació y que se ha tambaleado en más de una ocasión.

Primero fue Gerard Figueras, Secretari General de l’Esport, quien habló de su deseo de que «la pax olímpica esté presente durante los Juegos y también después», y mencionó el concepto de «hermanos de lengua». 

La tensión política desaparecía y todo eran mensajes cordiales, empezando por Carles Puigdemont. En el pabellón se proyectó un vídeo del expresident de la Generalitat grabado en Berlín: «Es un día muy esperado. Hemos superado muchos obstáculos en el camino y también alguna deslealtad».

Habló del deporte «al servicio de la cohesión social» y dijo que «Tarragona nos representa a todos». Puigdemont a alabó a todas las administraciones «por haber cumplido su compromiso» pero su discurso tuvo también salpicado de algún guiño crítico: «La situación de excepcionalidad política no ha sido ajena a los Juegos, pero se ha impuesto aquel concepto de la tregua política». 

Puigdemont, como luego haría el alcalde de Tarragona, Josep Fèlix Ballesteros, mencionó «la ambición de ser los mejores juegos de la historia». Ballesteros, relajado, dijo sentirse «básicamente feliz» porque «se ha materializado un sueño» y mostró alguna dosis de humor cuando tuvo que definir el imponente Palau d’Esports que se inauguraba ayer: «Esta será mi segunda catedral, y perdone el arzobispo la irreverencia», dijo, guiñando a Jaume Pujol, una de las autoridades presentes dentro de un larguísima nómina, que iba desde el presidente del Port, Josep Andreu, al Subdelegado, Jordi Sierra, pasando por concejales de los diferentes municipios sede, el alcalde de Reus, Carles Pellicer o el President de la Diputació, Josep Poblet. 

En esa línea de enterrar el hacha de guerra, Ballesteros tuvo palabras de complicidad incluso con Puigdemont: «Le tuve al lado desde el principio, incluso desde antes de ser President. Fue el primer alcalde de Catalunya que me invitó a su ciudad a explicar los Juegos.

Quiero agradecer su lealtad y me sabe mal por lo que está pasando». Y, otra vez, ese mantra de que Tarragona 2018 se ha impulsado concienzudamente contra viento y marea. «Hemos superado dificultades y obstáculos tras obstáculos. Los ganadores son aquellos que hacen eso. Hemos tenido un camino un difícil y farragoso, a veces incomprendido». 

El edil tarraconense destacó que los Juegos batirán récord de atletas, de países participantes, de disciplinas, de voluntarios y de hasta austeridad: «Se han organizado con un 50% menos de presupuesto que los de Almería». 

Era el momento de superar diferencias políticas y de reivindicar la unión, el nexo común. En esa línea se mostró también el President Quim Torra, que destacó un proyecto en el que «tanta gente diferente ha compartido un mismo objetivo», y alabó la tenacidad y el compromiso de Ballesteros. 

Otra de las ideas persistentes se refería a defender los Juegos de Tarragona frente al drama humanitario que se vive, precisamente, en las aguas del Mediterráneo. «Vivimos una historia conjunta de países que se bañan en este mar. En Catalunya sabemos qué es el exilio. Nuestra casa será la casa de todos», culminó el President, rubricando así un evento donde mandaron las formas.

Hasta el cantautor de Camarles Joan Rovira, acompañado de la Orquestra de Vent de Tarragona, llevó el mensaje de paz con su música. Tocó las canciones 'Encara tenim temps' y 'Germans de llengua', dos cantos a la humanidad. La sección de gimnasia rítmica del Nàstic puso el broche con dos actuaciones.  

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