Una noria de sentimientos

La irregular segunda vuelta ha humanizado a un Reus perfecto en la primera

19 mayo 2017 19:44 | Actualizado a 21 mayo 2017 20:31
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El Reus dibujó una primera parte del campeonato idílica. Casi con tintes utópicos. Una derrota en Alcoy no empañó el trayecto del equipo hasta el mes de enero. Los registros rojinegros se abrazaron al asombro; más de un año invictos en el Estadi, liderato en el campeonato doméstico y una historia fascinante en la Copa del Rey. Fueron días de vino y rosas. De alegrías constantes. De sol en una playa de Punta Cana.

El camino en el paraíso alcanzó su punto álgido en aquella eliminatoria de Copa ante el Atlético de Madrid, allá por el mes de diciembre. Los de Natxo apostaron mucha energía en una competición paralela a su realidad más contundente. Conquistaron tres rondas fratricidas con un cruce final agotador ante el Lleida, que Edgar Hernández decidió en la prórroga. Fue entonces cuando las puertas del lujo se abrieron. El plantel convivió en la pasarela Cibeles del fútbol durante 15 días. Es más, le miró a los ojos al Atlético y le compitió con firmeza. El Reus se marchó a casa con su ego reforzado después de dos partidos deliciosos. Disfrutó de unas Navidades superlativas, aunque necesitaba aterrizar cuanto antes.

Probablemente más allá del gozo que provocó la Copa, detrás de un sueño como el del Atlético, se esconde desgaste. Más que físico, mental. Se trata de una cuestión humana. Algo natural en un equipo poco acostumbrado a los vaivenes radicales y al fútbol cada tres días. Y este juego parece no entender de estabilidad. Malgasta estados de ánimo.

La autopista por la que transitaba el Reus se desvió en curvas después de aquella derrota cruel ante el Cornellà. Fue un 3 de enero de 2016, en un partido que el Reus debió ganar y terminó perdiendo en el descuento (1-2). El caprichoso destino le dibujó desde entonces un camino irregular en el que no había frecuentado ni conocido.

Cinco victorias, cuatro empates y cuatro derrotas tras aquel día han humanizado al Reus, más inestable en su propuesta, aunque con argumentos para seguir creyendo en el éxito.

Una cuestión de fondo ha podido embarrar el día a día emocional del equipo. Los problemas económicos que han acechado al club han provocado lógica preocupación. Aunque los futbolistas han decidido competir y dar credibilidad a todo su trabajo, la incomodidad del asunto siempre se ha mantenido. Es como un marrón silencioso que esperas que se solucione por inercia, pero que cuesta que desaparezca. Desde las planta noble se asegura que es cuestión de días. Que el dinero llegará y que la deuda de casi cuatro meses con los trabajadores se saldará al milímetro. Veremos. Si el dinero aparece ahora podría adoptar un efecto cuanto menos balsámico. Una inyección optimista para un final de curso con exámenes decisivos.

Todo o nada

Porque la suerte de los chicos de Natxo se va a decidir en seis fechas. Cinco naturales, con partidos cardíacos, más los tres puntos automáticos sobre el desaparecido Huracán. En realidad, el Reus está a tiempo de todo, pero también de nada. Camina tercero en la tabla tras el sospechoso desliz en Sabadell, pero no ve lejos a nadie.

Y es que la irregularidad no sólo se ha erigido como un mal exclusivo reusense. Su compañero de viaje, el Villarreal B, parecía elegido para apoderarse del liderato, pero no lo ha cerrado y también se enfrenta a una foto finish emocionante. Cornellà, segundo, Hércules, cuarto, y Lleida, quinto, se han sumado a la carrera. Probablemente en la fortaleza emocional se halla la clave de este pulso de seis semanas, en las que el fútbol va a regalar instantes inolvidables. Para bien y para mal. La pelea del Reus arranca el domingo ante el Baleares, sin pensar en los males y en las sonrisas anteriores. Muy de este caprichoso juego, experto en alterar sentimientos.

 

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