Unas tijeras y la gambeta en la arena

Franc Artiga le rescató de esas tardes de malabarismos en la playa para ejercer de padre deportivo del adolescente Jorge. En Albacete se relamieron con su talento, mientras él era peluquero oficial en la caseta

19 mayo 2017 18:47 | Actualizado a 21 mayo 2017 17:01
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En la playa del Regueral de Cambrils descansaba parte del talento de Jorge Díaz (Montevideo, 1989). Como buen gourmet del fútbol playa deleitaba a su pandilla con malabarismos imposibles, nadie entendía como aquel chico no exhibía virtudes sobre el tapete de un estadio. Probablemente, Jorge huía del rigor de cualquier colectivo dirigido, sólo disfrutaba. Con 17 años le convencieron para ingresar en el juvenil del Cambrils. En la villa marinera se había instalado con su familia en 2006, procedente de Uruguay, país de tradición fetiche por el fútbol. Un técnico ha adoctrinado especialmente su carrera. Franc Artiga iniciaba trayecto semi profesional en la escuadra cambrilense. Él lo es de cuna, incluso escribió su humilde paso como futbolista vestido de azul. 
A los oídos de Franc habían sonado maravillas del pequeño Jorge. Corroboró esa impresión cuando le vio actuar en las inferiores. Lo rescató de inmediato para el primer equipo. Se le intuían fundamentos distintos, diferenciales. Con 18 años debutó con Artiga en el Cambrils. Uno después, en la 2009-10, acompañó al entrenador en una aventura académica en Amposta, en aquellos tiempos en Tercera. 
Jorge ya impresionó durante la pretemporada. Enganche de tren inferior privilegiado, muy a lo Kun Agüero. Si arranca resulta una utopía derribarle. Potencia y desequilibrio en el mano a mano le distinguen. Se frotaron las manos en Amposta, aunque asuntos de papeleo burocrático le impidieron enseñar sus conocimientos durante la primera vuelta. Actuó en la segunda. No fue fácil, ya que el club intentaba esquivar problemas económicos graves. Jorge se lo tomó como un Máster. Necesitaba reivindicarse. Lo logró. Santi Castillejo le analizó y lo firmó para el Reus. 
Franc le autorizó el vuelo. Resultó, porque con el Reus conquistó una relación casi idílica. Asomó la cabeza de forma progresiva hasta convertirse en pieza cotizada de aquel grupo que devolvió al club a Segunda B en la 2010-11. Castillejo precisó educar e instaurar hábitos profesionales a ese chico rebelde y despistado, que hasta entonces combinaba su trabajo de camarero de discoteca con el balón.
 Santi suele recordar con cariño la actuación de Jorge en Oviedo, en una eliminatoria de play off cardíaca ante La Universidad. En el cruce de vuelta, el Reus necesitaba un gol para acceder a la segunda ronda. Jorge trotaba en la banda, su jefe se lo había guardado para el segundo tiempo. «Sal y gana el partido», exigió el míster. En su primera intervención, el uruguayo gambeteó hasta sortear un millón de piernas. Cayó en el área. Penalti y premio para el Reus.
Despegue fulminante
Díaz sólo necesitó una vuelta en Segunda B (2011-12) para ofrecerle negocio al club. El Espanyol se lo llevó previo paso por caja en el mercado invernal. 25.000 euros, el precio. En el filial blanquiazul coincidió con el arquero Edgar Badia, con el que se reencontrará en el Estadi en pocas horas.  La cantera perica sólo se convirtió en trampolín hacia el profesionalismo. Otro personaje clave se cruzó en el camino. Luis César le maduró en el Carlos Belmonte. Plaza lujosa. En la tierra de Andrés Iniesta.
En Albacete escribió una obra maestra. Apareció por la Mancha en el mercado de invierno de las 2012-13 y ascendió al Alba a Segunda División. Luis César se enamoró de sus prestaciones. Le mantuvo en el plantel para el desafío de plata y no se equivocó. Jorge le respondió con rendimiento elegido. 39 apariciones y cinco goles. Una graduación.
Mientras el Carlos Belmonte deleitaba su exigente paladar con el talento del uruguayo, éste ejercía de peluquero oficial del vestuario. Desde pequeño ahorra inversión capilar adornándose el cabello a sí mismo. Sus colegas del ‘Alba’ se beneficiaron de forma gratuita de la destreza de Jorge con las tijeras.
El hobbie artístico no impidió un nuevo impulso en el viaje de Jorge. El Zaragoza y sus urgencias por regresar a las alturas se asombraron del fútbol eléctrico del mediapunta. En la Romareda le recibieron el pasado verano con un contrato hasta 2018. Antes, en el chiringuito de playa que sus padres mantenían en Mont-roig, los turistas maños auguraban un futuro dulce. Él no dudó en colgar la histórica camiseta azul y blanca en el bar, por unos días centro neurálgico zaragocista. Lo cierto, eso sí, es que el pase a la entidad aragonesa todavía no ha resultado. De ahí la cesión al Reus. El regreso al hogar en el que creció. 
Andará arropado por su hija Abril y su padre Daniel, cantante de vocación y concursante del famoso programa La Voz, en el que se quedó en las audiciones ciegas. También por sus hermanos Nico y el pequeño Cholito, al que se le empiezan a descubrir encantos balompédicos en el Cambrils, filial rojinegro. Un clima ideal para recuperar la gambeta.
En la playa del Regueral de Cambrils descansaba parte del talento de Jorge Díaz (Montevideo, 1989). Como buen gourmet del fútbol playa deleitaba a su pandilla con malabarismos imposibles, nadie entendía como aquel chico no exhibía virtudes sobre el tapete de un estadio. Probablemente, Jorge huía del rigor de cualquier colectivo dirigido, sólo disfrutaba. Con 17 años le convencieron para ingresar en el juvenil del Cambrils. En la villa marinera se había instalado con su familia en 2006, procedente de Uruguay, país de tradición fetiche por el fútbol. Un técnico ha adoctrinado especialmente su carrera. Franc Artiga iniciaba trayecto semi profesional en la escuadra cambrilense. Él lo es de cuna, incluso escribió su humilde paso como futbolista vestido de azul. 

A los oídos de Franc habían sonado maravillas del pequeño Jorge. Corroboró esa impresión cuando le vio actuar en las inferiores. Lo rescató de inmediato para el primer equipo. Se le intuían fundamentos distintos, diferenciales. Con 18 años debutó con Artiga en el Cambrils. Uno después, en la 2009-10, acompañó al entrenador en una aventura académica en Amposta, en aquellos tiempos en Tercera. 

Jorge ya impresionó durante la pretemporada. Enganche de tren inferior privilegiado, muy a lo Kun Agüero. Si arranca resulta una utopía derribarle. Potencia y desequilibrio en el mano a mano le distinguen. Se frotaron las manos en Amposta, aunque asuntos de papeleo burocrático le impidieron enseñar sus conocimientos durante la primera vuelta. Actuó en la segunda. No fue fácil, ya que el club intentaba esquivar problemas económicos graves. Jorge se lo tomó como un Máster. Necesitaba reivindicarse. Lo logró. Santi Castillejo le analizó y lo firmó para el Reus. 

Franc le autorizó el vuelo. Resultó, porque con el Reus conquistó una relación casi idílica. Asomó la cabeza de forma progresiva hasta convertirse en pieza cotizada de aquel grupo que devolvió al club a Segunda B en la 2010-11. Castillejo precisó educar e instaurar hábitos profesionales a ese chico rebelde y despistado, que hasta entonces combinaba su trabajo de camarero de discoteca con el balón.

 Santi suele recordar con cariño la actuación de Jorge en Oviedo, en una eliminatoria de play off cardíaca ante La Universidad. En el cruce de vuelta, el Reus necesitaba un gol para acceder a la segunda ronda. Jorge trotaba en la banda, su jefe se lo había guardado para el segundo tiempo. «Sal y gana el partido», exigió el míster. En su primera intervención, el uruguayo gambeteó hasta sortear un millón de piernas. Cayó en el área. Penalti y premio para el Reus.

Despegue fulminante

Díaz sólo necesitó una vuelta en Segunda B (2011-12) para ofrecerle negocio al club. El Espanyol se lo llevó previo paso por caja en el mercado invernal. 25.000 euros, el precio. En el filial blanquiazul coincidió con el arquero Edgar Badia, con el que se reencontrará en el Estadi en pocas horas.  La cantera perica sólo se convirtió en trampolín hacia el profesionalismo. Otro personaje clave se cruzó en el camino. Luis César le maduró en el Carlos Belmonte. Plaza lujosa. En la tierra de Andrés Iniesta.

En Albacete escribió una obra maestra. Apareció por la Mancha en el mercado de invierno de las 2012-13 y ascendió al Alba a Segunda División. Luis César se enamoró de sus prestaciones. Le mantuvo en el plantel para el desafío de plata y no se equivocó. Jorge le respondió con rendimiento elegido. 39 apariciones y cinco goles. Una graduación.

Mientras el Carlos Belmonte deleitaba su exigente paladar con el talento del uruguayo, éste ejercía de peluquero oficial del vestuario. Desde pequeño ahorra inversión capilar adornándose el cabello a sí mismo. Sus colegas del ‘Alba’ se beneficiaron de forma gratuita de la destreza de Jorge con las tijeras.

El hobbie artístico no impidió un nuevo impulso en el viaje de Jorge. El Zaragoza y sus urgencias por regresar a las alturas se asombraron del fútbol eléctrico del mediapunta. En la Romareda le recibieron el pasado verano con un contrato hasta 2018. Antes, en el chiringuito de playa que sus padres mantenían en Mont-roig, los turistas maños auguraban un futuro dulce. Él no dudó en colgar la histórica camiseta azul y blanca en el bar, por unos días centro neurálgico zaragocista. Lo cierto, eso sí, es que el pase a la entidad aragonesa todavía no ha resultado. De ahí la cesión al Reus. El regreso al hogar en el que creció. 

Andará arropado por su hija Abril y su padre Daniel, cantante de vocación y concursante del famoso programa La Voz, en el que se quedó en las audiciones ciegas. También por sus hermanos Nico y el pequeño Cholito, al que se le empiezan a descubrir encantos balompédicos en el Cambrils, filial rojinegro. Un clima ideal para recuperar la gambeta.

 

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