Valls y la Vuelta, una relación con duende

Ciclismo. La capital del Alt Camp vive una jornada festiva con la llegada de la carrera en la salida de la octava etapa.

31 agosto 2019 18:23 | Actualizado a 02 septiembre 2019 14:35
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Albergar una salida de etapa en la Vuelta a España es sinónimo de espectáculo popular.  Melodías, regalos mágicos, multicolor, bullicio, stands, la caravana publicitaria preparada, gorras y sobre todo sonrisas. Porque cuando una ciudad es designada punto de salida o llegada en alguna jornada de una gran vuelta ciclista es un imán para el público. Se convierte en una fiesta.

Casi tres horas antes de la salida de la octava etapa de la Vuelta, Valls ya se ha puesto guapa. El aparcamiento delante del pabellón Xavi Tondo resulta el epicentro de la celebración. La gente se vuelca y los patrocinadores responden generosos a sus deseos con plátanos, luces para la bici o esas gorras ansiadas de Skoda, Cofidis, Carrefour que dan colorido, un sinfín de detalles gratuitos en una sociedad hipercomercializada. En la línea del periodista Éric Fottorino que en su libro Elogio del Tour hablando de la caravana expone que «uno puede consumir sin pagar, devorar con los ojos un espectáculo sin dejar ni las migajas, atrapando todo lo que se ponga por delante».

Una de las mejores maneras de seducir a un adulto es devolviéndolo a su infancia. Esas primeras pedaladas en bici. Así algunos de sus patrocinadores invitan a picarse sobre el rodillo apretando sobre una bicicleta de carretera como si fuéramos uno de los grandes protagonistas que están a punto de aparecer. 

Los primeros que se dejan ver son leyendas del pasado. Purito Rodríguez ahí está dispuesto a pasarse la mañana fotografiándose en la caseta de Caser Seguros con los miles de aficionados que invaden la capital del Alt Camp. Poco después, Perico Delgado se deja querer ante la avalancha de personas que le paran a cada metro. Pocos deportistas habrán mantenido tanto tirón desde su retirada como el campeón del Tour del 88 e ilustre comentarista deportivo.  

Llegan los autobuses, automóviles con el confort de los mejores hoteles. No merecen menos esos forzados de la carretera a los que aún les esperan dos semanas de pedaleo. Del vehículo del Katusha-Alpecin sale Xavi Florencio. El director deportivo de Mont-roig del Camp no puede esconder la sonrisa. Todo son saludos y abrazos. Se nota que la Vuelta ha llegado a la provincia.

Sale el arcoíris

Un poco más abajo, el bus del Movistar es un hervidero. La hinchada ciclista lo rodea para poder ver ni que sea por un segundo a sus estrellas. A una que brilla por encima de todas con los colores del arcoíris. Los empujones, el sudor, los gritos, valen la pena solo para bramarle a Alejandro Valverde un: «Vamos campeón».

Juan Mari Guajardo, mito de los micrófonos en eventos ciclistas, coge las riendas del control de firmas con la ayuda del radiofónico Sergi Valdivieso. Ben King, ganador de dos etapas del año pasado, es el primero en estampar su signatura. Poco después llegan los hombres del Movistar, todos juntos en representación al liderazgo de la clasificación por escuadras. «Un fuerte abrazo para Luis Enrique de parte de todo el equipo en este momento tan difícil», dice el Bala. Unas condolencias que durante estos días se han repetido por parte de toda la comunidad deportiva. 

La colombiana siempre es una de las aficiones más vivas allá por donde pasa el pelotón. Más de un centenar de cafeteros con camisetas futboleras venidos de varios puntos de la provincia se concentran ante la llegada de sus ídolos. Da igual la ausencia de Egan Bernal. Los Quintana, Chaves, Higuita o Supermán López son motivo más que suficiente para seguir creyendo las aspiraciones ciclistas de la comunidad colombiana.

Llega el momento para los de casa. Miquel Àngel Iglesias, antiguo ciclista que trabaja en la organización de la Vuelta, ante el micro de Guajardo: «Hace muchos años que la ciudad de Valls es muy ciclista, el Ayuntamiento apuesta por este deporte y la gente lo apoya y le gusta. Yo creo que la Vuelta volverá». La alcaldesa de Valls, Dolors Farré, también subió al escenario: «Es un placer ver en la ciudad de Valls tantos aficionados al ciclismo. En el corazón llevamos a Xavi Tondo y este es el legado que dejó para nuestra ciudad». La última vez que la ronda española había salido de Valls en 2013, se rindió un homenaje a Tondo, con su recuerdo siempre presente en toda iniciativa ciclista de la ciudad.

Al fin, la salida

Los ciclistas enfilan hacia el arco de salida. Bueno, que más bien semeja dos astas de toro. En cualquier caso allí aguardan. Ángel Madrazo, el ‘gorrión’ que luce el maillot de la montaña y con triunfo en Javalambre, con uno de los equipos más humildes, el Burgos BH, fue obsequiado con una PlayStation en la misma línea salida. Llegan las personalidades para cortar esa cinta roja con el nombre de Valls lleno de orgullo. Ciudad con adn ciclista que, más tarde o más temprano, volverá a abrir sus puertas a la Vuelta.

Cuando los ciclistas toman la salida, todo el tinglado de la Vuelta se desmonta en un santiamén para llevar su esencia a una nueva ciudad. Deja un sentimiento contrariado. Por un lado esa desazón de las cosas que llegan a su fin. Se esfuma tan rápido como llega. Por el otro, esa emoción de haber estado con los mejores ciclistas del mundo, de ser partícipe de una fiesta ciclista con duende, estar en ese foco mediático con sede en Valls, parece increíble. No lo parece, lo es.  

 

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