Vítor Silva, lágrimas y bailes

El enganche portugués ha protagonizado un final de temporada deslumbrante, después de sufrir problemas físicos durante todo el curso. Le resta un año más de contrato

05 junio 2017 15:06 | Actualizado a 24 noviembre 2017 19:59
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En el hábitat natural de Vítor (Penafiel, 1984) existe la paz. No es tipo de exteriores altinosantes. Prefiere el equilibrio. Aun así, ese dolor incesante en su rodilla derecha le provocó vaivenes mentales y una preocupación insoportable. Le apartó de su profesión y de su pasión. Le alejó del verde. Mientras sus compañeros trabajaban, él visitaba la camilla. Un millón de tratamientos, un millón de búsquedas, un millón de esperanzas frustradas. No hace demasiado, en una conversación sincera, en la misma grada del Estadi, el enganche no escondía la resignación. “Estoy igual, no mejoro”. Esa declaración limpia, transparente, congeló el ánimo de cualquier entusiasta.

Fue pocos días después de su última reaparición en Miranda, ante el descendido Mirandés, cuando el rostro del mago portugués encogió corazones. Vítor había comparecido para enseñar magisterio durante media hora. El Reus caía por 1-0 y pedía auxilio. Silva ofreció servicios elegidos. Se relacionó mucho con el balón y gestó la nómina de ocasiones de gol que disfrutó el Reus. En una de ellas culminó Querol. Aquel punto, hoy, mantiene un valor incalculable.

El mediapunta regresó al trabajo semanal convencido de que su puesta a punto había llegado, que iba a convertirse en un pilar superlativo en la segunda vuelta del campeonato. Sólo los dolores de la rodilla lo impidieron. No el fútbol. Salió de una sesión llorando ante el asombro de sus colegas y del cuerpo técnico. Ese futbolista que había alcanzado el techo de la Champions se derretía en lágrimas sin complejos. Mostraba la simpleza de cualquier ser humano hundido.

El gran valor para resistir, para no ceder ante la adversidad y, sobre todo, el saber escuchar consejos médicos, le han devuelto para la causa. Por lo menos para la fase final, cuando el Reus precisó de una dosis extra de rendimiento. Allí estuvo Vítor. Volvió para quedarse en Lugo. Su aspecto mejoró con el paso de los días. También su reactivación psicológica. Cuando podía haber mirado hacia otro lado, prefirió ayudar en los días señalados. En Tarragona formó en el once, también ante el Zaragoza, en esos dos éxitos consecutivos del impulso. Los de la permanencia. El fútbol del talentoso portugués ha tomado rasgos deslumbrantes en Elche y este domingo ante el Valladolid. Por detrás del punta, liberado de esfuerzos y preocupaciones defensivas, su facilidad para asociarse, para romper líneas con la pelota, le han distinguido. Además hasta ha añadido dos goles.

Esas cábalas de la lamentación, las que ya no sirven para nada, las que sólo alimentan hipótesis, hablan de un Reus en el play off con Vítor sano durante todo el año. Ya resulta imposible comprobarlo. Sólo queda disfrutarle mientras esté. Un año más de contrato endulza los paladares del Estadi.

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