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    Del Campo inyecta veneno

    El mediocentro gerundense abrió la lata ante el Linense y frente al Albacete su disparo terminó con gol en propia

    18 mayo 2022 10:14 | Actualizado a 18 mayo 2022 10:17
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    Cuando el Nàstic fichó este verano a Pedro Del Campo siempre le acompañaba una frase sobre su juego cuando se le preguntaba a diferentes actores del fútbol que le conocían o incluso habían jugado con él: «Es muy bueno, pero le falta ser más determinante en los metros finales». Todos coincidían en la descripción. Le veían un jugador brillante, con una capacidad innata para asociarse, pero que al que siempre le había faltado sumar más goles y pisar área contraria. Quizás por ello se explicaba que no hubiese jugado en categorías superiores, aunque su vida arropada en la estabilidad era otro sólido argumento para ello. Pedro Del Campo huye de estridencias, no le gustan los focos y sobre todo se compromete al cien por cien cuando estampa su firma en el contrato. Figueres, Olot y Nàstic son conscientes de ello.

    Cuando el Diari entrevistó a Pedro Del Campo hace un par de meses, el mediocentro gerundense reconocía que le estaban faltando ese puñadito de goles que otras temporadas sí había metido. Nunca ha sido un futbolista que haya destacado en esa faceta, pero sí que añadía pequeñas dosis de veneno a su trayecto. Es curioso que se reclamara más cuando en realidad menos debía hacerlo.

    Esta temporada se está viendo un Pedro Del Campo muy diferente al de otros años. Mantiene su esencia de Figueres y Olot, pero es un futbolista evolucionado y que ha aprendido a convivir con una zona más amplia de juego. Su trayectoria le ha ido reubicando y alejando del área. Ahora juega más alejado porque Agné le ha encomendado la base del centro del campo. Allí dirige y marca el ritmo del partido con el balón en sus pies. Es capaz de recibir, girar y conducir y pasar con una naturalidad desquiciante. Cuentan que cuando acabó el partido entre Barça B y Nàstic, los mirlos azulgranas se preguntaban quién era ese futbolista canoso al que era imposible quitarle la pelota de los pies. No se había formado en La Masía, pero su fútbol parecía sacado de allí.

    Por si quedaban dudas de que Pedro Del Campo es ya un futbolista total y que este año ha dado el golpe en la mesa que muchos siempre habían demandado, los dos últimos partidos han servido como ampliación de repertorio. Si a la carta del restaurante le faltaban platos, el gerundense ha incorporado dos recetas estrellas. Dos goles que han servido para adelantar al Nàstic en el marcador. Dos disparos al primer toque y llegando desde segunda línea. El del Linense fue perfecto; el de Albacete salió desviado, pero tocó en un defensa y se coló en la portería. Ambos valieron igual. Ambos fueron dos inyecciones de veneno de un futbolista que se pedía más gol y que de repente lo ha encontrado de manera seguida. Uno aparece en la estadística oficial y el segundo no, pero ambos nacieron de sus botas. Porque en ambos llegó y se atrevió. Así es el fútbol, te da de golpe lo que te quita durante semanas, meses e incluso años.

    Referente para las dos finales

    Ahora quedan dos finales por delante en las que el Nàstic no puede fallar. Pedro Del Campo se ha enfundado el traje de la responsabilidad en el momento en el que la pelota más quema. Un bonito homenaje a su temporada porque en partidos en los que apenas sucedía nada, él solo lo ha generado todo.

    Es el fichaje del año y probablemente del lustro para el Nàstic. Se ha ganado el respeto de la afición, que le adora y ya le tiene como uno de sus absolutos ídolos; del vestuario, al que le ven como un futbolista mágico al que es imposible quitarle el balón; de rivales, que acaban el partido alucinados con su talento; y del cuerpo técnico, que le ha dado las llaves del centro del campo cuando en teoría venía para ser ese falso interior izquierdo en la filosofía de juego de Raül Agné.

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