Reus
La crónica del Valencia Mestalla-Reus (1-3): Golpe sobre la mesa
El conjunto rojinegro, valiente y sereno, transforma sus cicatrices en carácter y firma en Paterna una victoria que refuerza su identidad. Un gol tempranero de Miquel Ustrell, que terminó lesionado, fue el faro. También marcaron Ricardo Vaz de penalti y Aitor Serrano, y Dani Parra se marchó con un golpe en la cabeza

Ricardo Vaz después de marcar su gol de penalti.
Un golpe sobre la mesa y la convicción de un equipo que supo lamerse sus heridas para que sirvieran de aprendizaje más que de tortura. El Reus sumó en Paterna la primera victoria a domicilio del curso: un gol tempranero de Miquel Ustrell encendió la mecha y, desde entonces, el conjunto rojinegro transitó entre la calma y la fiereza, combinando paciencia para resistir y ambición para morder.
Lo hizo con dos tantos más, uno de penalti del luso más querido en Reus, Ricardo Vaz, y otro de Aitor Serrano, que aprovecha cada minuto que juega. El Valencia Mestalla buscó aire, recortó diferencias gracias a un golazo de Víctor Fernández, pero se topó con un equipo que aprendió de sus tropiezos y supo vestirse de madurez para transformar un partido exigente en una declaración de intenciones.
El reloj apenas había empezado a contar cuando el Reus ya dibujaba sonrisas. Ricardo Vaz, con la visión serena de quien sabe interpretar la partitura, levantó la cabeza en la frontal y regaló un pase al espacio que olía a promesa. Allí apareció Ustrell, eléctrico. Controló y disparó con precisión quirúrgica al poste izquierdo de Pere Joan. 0-1 y apenas un minuto y quince segundos de vida en el partido. Un inicio fulgurante, que llenó de confianza a un equipo que saltó al césped decidido a corregir errores del pasado.
La diana de Ustrell, tan madrugadora como esperanzadora, marcó el rumbo. Fue chispa y motor, aunque la mala fortuna le arrebató el protagonismo: a la media hora se marchaba en camilla por una lesión en el hombro. Su tanto, sin embargo, quedó como estandarte de un Reus que, a diferencia de lo ocurrido en Castellón, eligió el orden y la calma como brújula.
Marc Carrasco, consciente de que un botín a domicilio vale doble, mantuvo la serenidad y pidió a los suyos paciencia y disciplina. El Valencia, fiel a su estilo de filial atrevido, buscaba oxígeno por las bandas con David Otorbi y Marcos Navarro, pero el conjunto reusense no cayó en la precipitación.
No se encogió el Reus. Supo esperar y, a partir del gol, eligió bien cuándo dar un paso adelante. Dani Homet, inagotable, sostuvo la presión con esfuerzo titánico y contagió carácter a sus compañeros. Ricardo Vaz, omnipresente, se ofrecía en cada ataque como faro ofensivo.
Antes del descanso, las ocasiones se multiplicaron: un cabezazo de Homet se marchó por poco, Xavi Jaime probó desde la frontal, Ricardo volvió a inquietar con un disparo ajustado y hasta estrelló un balón en el poste tras un centro medido de Casals. La sensación era inequívoca: el segundo estaba al caer.
Y cayó. En el añadido de la primera parte, Ricardo volvió a ser protagonista. Recibió en la izquierda, encaró, y cuando se disponía a desbordar, fue derribado dentro del área. Penalti claro. El propio Vaz asumió la responsabilidad y transformó con calma, engañando a Joan.
El 0-2 reflejó lo que se veía en el césped: un Reus sólido, eficaz y con las ideas claras. Pero no todo eran buenas noticias: en la última acción de la primera mitad, Dani Parra sufrió un fuerte golpe en la cabeza que obligó a su sustitución y traslado a un hospital por precaución. Entró Pepo Campanera, que respondió con solvencia en el segundo acto.
El guion no cambió tras la reanudación. A los diez minutos, el Reus golpeó de nuevo. Sergi Casals, incisivo desde su carril, volvió a convertir la banda en autopista y puso un centro tenso y raso que Aitor Serrano, listo en el segundo palo, envió a la red con un toque preciso. El 0-3 parecía sentencia. El banquillo rojinegro respiraba tranquilidad; el valencianista, en cambio, hervía de nervios.
Con el marcador en contra, el Mestalla trató de rebelarse y encontró un respiro en el 67’. Víctor Fernández armó un disparo potente y colocado desde la frontal que entró como un obús, imposible para Campanera. El 1-3 dio vida a los locales, que se volcaron en busca de un segundo tanto.
Carrasco reaccionó con rapidez: dio entrada a Pol Fernández y Ramon Folch para reforzar la línea defensiva y la medular y recuperar control. El objetivo era claro: enfriar el duelo, administrar la ventaja y no conceder segundas oportunidades. El Valencia apretó en fases, con más voluntad que precisión, mientras el Reus supo juntar líneas, reducir espacios y bajar pulsaciones.
El tramo final mostró a un equipo maduro, capaz de sufrir lo justo sin perder la compostura. Cada balón dividido se peleó como si fuera el último, y el pitido final selló un triunfo que vale más que tres puntos. Nueve de doce posibles en el arranque y, sobre todo, la sensación de que la derrota en Castellón fue un punto de inflexión. En Valencia, el Reus confirmó que es competitivo, disciplinado y orgulloso, que puede imponerse también lejos del Estadi y que está construyendo una identidad sólida en la Segunda RFEF. Una victoria que deja poso y envía un mensaje claro: otro golpe sobre la mesa.