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    Natalia Rodríguez: «Cuando me retiré no encontraba mi sitio. La vida es más complicada y dura que la pista»

    La deportista de Tarragona, recordwoman de España en 1.500 m., repasa una carrera con muchas luces y alguna sombra

    10 diciembre 2022 18:54 | Actualizado a 11 diciembre 2022 06:00
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    Hablar de Natalia Rodríguez (Tarragona, 1979) es hacerlo de atletismo. Es la única mujer de España que ha sido capaz de correr los 1.500 metros por debajo de los cuatro minutos (3:59:51). Finalista olímpica y mundialista, su carrera ha sido un ejemplo de trabajo, tesón y sacrificio. Su historia, sin embargo, está marcada por dos medallas de oro. Una, la que no se colgó en el Mundial de Berlín en 2009 después de una rocambolesca carrera que ganó, pero de la que fue descalificada en una controvertida decisión de los jueces. La otra, la que recibió cinco años después de los Europeos en pista cubierta de ese mismo año, tras la sanción por dopaje a la rusa Anna Alminova, que había superado a Natalia en aquella final en Turín. De todo esto habla en una conversación que tiene lugar en la pista de Campclar que lleva su nombre.

    ¿Qué sientes al estar en una pista que te rinde homenaje?

    Representa una gran satisfacción. Pero, más que por lleve mi nombre, porque es para mí una segunda casa. Aquí empecé a correr con nueve o diez años, en la Escuela de Atletismo del Nàstic. Me he criado aquí. No me siento dueña de la pista, pero hay un vínculo muy fuerte.

    Aunque la placa es tan pequeña que cuesta verla...

    Bueno, sí, me dijeron que era provisional y que pondrían otra más grande. Aunque pasa el tiempo y ahí sigue...

    ¿Tarragona ha sido justa contigo?

    Uff. Yo me he centrado siempre en mi trabajo y no he estado muy pendiente de si me valoran o no. Sí he notado el calor de personas que me han reconocido por la calle y se han detenido para felicitarme y animarme. Eso es muy bonito. Pero a nivel de los altos cargos, de los que mandan en la ciudad, he sentido que no han estado ahí nunca. Y cuando se han acercado ha sido porque veían la posibilidad de obtener algún provecho, por interés.

    En los Juegos Mediterráneos jugaste un papel confuso.

    Se mezclaron muchas cosas. Me hacía mucha ilusión el proyecto, pero las cosas no se hicieron como yo esperaba. A nivel deportivo estuvo bien y sirvió como motivación para que muchos niños de la ciudad se iniciaran en el deporte. Pero como evento fue una oportunidad desaprovechada. Y a nivel personal, aunque yo era imagen de los Juegos, me hubiera gustado trabajar en la organización, aportar mi experiencia. Pero no se contó conmigo. Fue raro.

    ¿Recuerdas tu primera carrera? ¿Cómo fue?

    Sí, claro, fue en la fiesta del barrio de La Granja. Tenía siete años y unas ganas enormes de comerme el mundo, pero no llegué a la meta; me retiré llorando como una magdalena porque me dio flato.

    Una mala experiencia. Supongo que mejoró pronto.

    Pues no te creas. De hecho, en mis siguientes carreras, en alevín y benjamín, no lo hice bien, porque salía demasiado fuerte y luego me quedaba sin fuerzas y me pasaban todas. Enseguida aprendí que iba a ser difícil. Es un ejemplo que hoy pongo a los chavales, para que sepan que no siempre fui una campeona, que hay que trabajar duro y esforzarse.

    ¿Cuándo viste que podías dedicarte al atletismo?

    En infantil y cadete empecé a ganar carreras e ir a campeonatos de Catalunya y de España. Entonces vi que, además de gustarme, se me daba bien.

    El atletismo es un deporte que exige mucha dedicación y renuncias. ¿Cómo lo llevaste?

    Con los estudios tengo una espinita clavada, porque los dejé un poco aparcados. Tenía que combinarlos con los entrenamientos y me esforzaba e implicaba mucho en los entrenos y no tanto con las clases. Pero no sufrí por otras renuncias. Es que a mí me ha llenado mucho correr, y de adolescente no sentía la necesidad de salir de noche a discotecas.

    Vivir de un deporte como el atletismo no debe de ser fácil.

    Yo tuve suerte, me tocaron unos tiempos en los que había mucho apoyo a nivel económico y de patrocinadores que buscaban gente joven que destacara. Nunca compré nada de material con mi dinero.

    Mundiales, Europeos, mítines por todo el mundo, Juegos Olímpicos... ¿Cómo se baja uno de eso y vuelve a la vida de una joven en Tarragona?

    Es raro, porque cuando uno ha vivido todo eso tan intensamente es fácil sentirse un poco estrella. Pero hay que tener los pies en el suelo. Yo siempre he entrenado en Tarragona porque me gustaba estar con mi gente. Quizá no disfrutaba de las infraestructuras que hay en otros sitios, pero yo valoraba más otras cosas. Y lo he disfrutado mucho.

    ¿Qué se siente al ser la única española que ha bajado de los cuatro minutos en los 1.500?

    Es un orgullo. Egoístamente me gustaría que durase muchos años, pero por el bien de nuestro atletismo espero que lo batan pronto. Logré ese récord en 2005, y me quedó la conciencia de que después podía haber bajado esa marca en un par de segundos.

    No has tenido una buena relación con el oro. ¿Qué pasó en el Mundial de Berlín?

    A falta de 250 metros, yo iba un poco encerrada y la etíope Gelete Burka se abrió un poco y se creó un pasillo estrecho en la calle uno. Lo vi perfecto para pasar por ahí. Burka se dio cuenta y se inclinó con el cuerpo para bloquear el paso. Chocamos, ella cayó, yo gané, pero me descalificaron.

    Un palo tremendo.

    Sí, muy grande. Mi vía de escape fue convencerme de que lo que pasó, pasó y que no había que darle más vueltas. Tenía que borrarlo de mi mente y seguir adelante.

    ¿Fue tu peor momento como atleta?

    Sí. Aún no lo he superado. De hecho, no he querido volver a ver esa carrera. Aún no puedo.

    Y luego ganas un oro europeo pero no lo recibes en el podio, sino cinco años después.

    Sí, fue en pista cubierta. La verdad es que no me aportó satisfacción, fue una situación extraña.

    Fue por un caso de doping, una lacra grave muy presente en el deporte.

    Sí. Yo nunca he tenido la tentación, y me satisface saber que he ganado a atletas que han recurrido al doping, pues algunas que quedaron detrás de mí dieron positivo.

    Y en plena carrera profesional decides quedarte embarazada.

    Pasaba por una etapa en la que necesitaba un cambio. Venía de batir el récord de España y preparaba la temporada siguiente. Tuve una gastroenteritis muy fuerte y me sentí débil y frágil. Necesitaba un respiro. Pensaba parar un par de meses, no había planificado ser madre, pero me vino perfecto.

    ¿Te penalizó la maternidad?

    A nivel personal, no, fue una de las cosas más bonitas, me aportó mucho y me ordenó las ideas. Pero la gente no lo ve igual. Las instituciones, la federación, los patrocinadores... buscan solo rendimiento. Me fallaron ayudas, los patrocinadores me congelaron los contratos... Sí, esta sociedad penaliza la maternidad.

    Y luego vinieron sus mejores años. ¿Cómo hace una atleta para recuperarse al 100% tras ser madre?

    Encontré el punto de equilibrio entre cabeza cuerpo. Me centré en llegar a los Juegos Olímpicos de Pekín. Apenas pasó la cuarentena empecé a rodar, entrenando como si nada. Me encontraba muy bien.

    Y no solo llegaste a Pekín, sino que te colaste en la final.

    Acudir a los Juegos de Pekín y quedar sexta en la final fue el momento más feliz de mi carrera. Lloré de la emoción. Me había costado tanto... Tuve que superar lesiones... Pero el tesón y el esfuerzo tuvieron su recompensa.

    ¿Tenías alguna manía o un amuleto para las carreras?

    No, solo intentaba no alterar mis rutinas, hacerlo todo siempre igual. Aunque de más jovencita sí llevaba algo en el cuello para sentirme protegida de la envidia y la rivalidad.

    Tienes varios tatuajes. ¿Se puede decir qué significan para ti?

    (Se arremanga y muestra uno). Me transmiten un montón de fuerza, de poder. Me los hice en una etapa en la que me sentía perdida. Son un símbolo de fuerza, de energía interior.

    La retirada es uno de los momentos más duros para un deportista. ¿Cómo la viviste?

    Aún no lo he hecho oficial. Hice un escrito y me iban a hacer un homenaje en Tarragona, pero pensé que aún podía seguir. Cuesta mucho asumir que ha llegado el momento de decir hasta aquí he llegado. Fue un cambio de vida brutal. Pasé un año muy complicado, no encontraba mi sitio. Me preguntaba ‘y qué hago yo ahora con mi vida’. No había preparado un plan. En la pista sentía que tenía el control; en mi nueva vida, no.

    ¿Y qué haces ahora?

    Trabajé en Decathlon. Luego estuve de quiromasajista, pero cerré. Ahora trabajo en el Consell Comarcal del Tarragonès. Estoy bien, y me permite tener tiempo. Me preparo para ser entrenadora. Ya estoy en el segundo ciclo.

    ¿Y cómo ves el atletismo en Tarragona?

    Hay muchos chavales que están motivados pero falta ese apoyo a nivel técnico. Ser entrenador es una tarea complicada, requiere mucho sacrificio sin esperar nada a cambio.

    ¿Sigues corriendo?

    No me da la vida, pero siento que lo necesito.

    Le has dado mucho al atletismo. ¿Él te ha tratado bien?

    Sí, me ha aportado muchísimo, me ha dado unos valores de la cultura del esfuerzo y de saber que el trabajo tiene recompensa que trato de transmitir a mis hijos.

    Hiciste un breve paso por la política. ¿Decepcionada?

    Sí, mucho. Es algo que aún tengo que digerir, tengo rabia conmigo misma. En un primer momento pensé que era un halago que contaran conmigo. Era una oportunidad de hacer algo por la ciudad, sobre todo con la base de los deportes minoritarios. Pero era la época de los recortes, de la austeridad, y tuve que decir a los clubes que no solo no recibirían más dinero, sino que encima tendrían menos. Tenía que dar la cara por cosas que no tenían nada que ver conmigo. Lo que sí descubrí es que la política no es mi camino.

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