Perdón dramático (Olot 1 - 0 CF Reus)

El Reus se harta de fallar ocasiones en Olot y cede otra nueva derrota para empezar 2015. Carlos Martínez, a falta de cuatro minutos del final, castiga la ternura de los de Natxo González, que acumulan cinco jornadas sin ganar

19 mayo 2017 23:48 | Actualizado a 22 mayo 2017 11:23
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Edgar Hernández peleó una disputa y ganó la pelota. Fue profundo y sirvió al corazón del área. Sellarès anduvo listo. Anticipó. No esperó la pelota. Llegó como un avión. Su cabezazo, en posición definitiva, lamió la madera. El partido en Olot alcanzaba entonces su fase más determinante. El momento de la verdad. En el minuto 60, el Reus disfrutaba en campo contrario. En realidad, lo hizo durante la mayor parte del tiempo, pero su exceso de ternura le condenó. Antes de ese remate de Sellarès hubo amenazas serias para encontrar el tesoro, pero el equipo no se habla con el gol desde hace demasiado tiempo. En concreto desde hace cuatro domingos. En Segunda B, el abuso del perdón suele traer drama. Nadie concede nada. Tampoco lo hizo el Olot.

El rival gerundense no necesitó mucho para ganar. En realidad no generó fútbol. No exhibió exquisitez. Le bastó con la efectividad de su delantero franquicia, Carlos Martínez, para decidir. Para quedarse con el botín. Y eso que Carlos no apareció en la mañana hasta el momento preciso. Se movía entre líneas, pero no conectaba. El Reus trabajó bien eso. En parte porque casi siempre manejó la pelota. El Olot, sin ella, se descose. No anda cómodo. Sólo Carlos entendió que para salir del lío en el que se había metido su equipo era necesaria una dosis de precisión. Su gol tumbó al Reus en pleno desenlace. Como la mejor película de Spielberg. A cuatro minutos para el final.

Y eso que la puesta en escena reusense se tiñó de esperanza. Natxo renunció a un especialista de banda como Jorge y jugó con dos interiores. Xisco y Vítor cumplían esa función. Partían por fuera, pero su tendencia resultó clara; hacer superioridad por dentro. Los costados, esta vez, estaban destinados para los laterales. A los rojinegros les sobró personalidad para gobernar el partido ante un rival acostumbrado a ser protagonista en casa. Las opciones tampoco tardaron en llegar. Xisco obligó a intervenir al arquero local Wilfred en la primera ofensiva visitante. Cerca del cuarto de hora, Vítor mandó un centro delicioso al que no llegó Edgar Hernández. El Reus transmitía entusiasmo. Energía. Sensaciones dulces.

 

Gol anulado a Xisco

Sellarès controló de manual un balón que caía con nieve del cielo, giró y vio el desmarque de ruptura de Xisco. En diagonal. Le puso la pelota en el lugar adecuado. Xisco sorteó a Wilfred, pero el control salió largo. Cuando remató ya tenía al defensor encima. Al balear le anularon un gol por fuera de juego. El mando reusense no se traducía con el premio que decide este juego. Insistió el equipo, que acabó el primer tiempo acosando a Wilfred. Sellarès le obligó a estirarse en un disparo bien dirigido. El Reus acudió al respiro como confuso. Había dado todo para no recibir nada. Con la impotencia que produce ese sentimiento.

 

Crudo desenlace

El Olot compitió mejor a la vuelta. Fue más riguroso y el guión se volvió algo plomizo. El fútbol se resintió. Ninguno de los dos protagonistas quería equivocarse. El paso de los minutos no les desató. Les puso las cadenas. Hubo algo de partida de ajedrez.

El cabezazo de Sellarès a los 60 minutos hizo temblar los cimientos gerundenses, pero el bagaje del Reus terminó ahí. Los de Natxo solían combinar con criterio hasta tres cuartos de cancha, pero morían en la orilla. Ese toque genial en los metros calientes no apareció. El técnico del Reus pensó en Masqué para encontrarlo, pero al capitán no le dio casi tiempo a intervenir. Vio como Carlos Martínez, el más listo dentro del área, cazó una pelota confusa para empujarla a la red. Sin apenas tiempo para la respuesta reusense.

Guedes y Jorge Giménez quisieron remediarlo con un acto de fe épico. Incluso el portugués pudo empatar tras una estrategia. No logró acomodar bien el cuerpo. El remate salió al córner y se consumó la peor noticia. Hubo algo de frustración. El desenlace final lo habría escrito el mismo Spielberg.

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