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    Regreso al pasado

    El Nàstic volvió a su versión más sólida, ordenada y contundente en las áreas

    26 septiembre 2022 18:04 | Actualizado a 27 septiembre 2022 07:00
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    El Nàstic logró la primera victoria de la temporada frente al Amorebieta y lo hizo volviendo al pasado. Porque en el Nou Estadi se contempló una versión del equipo que todavía no se había visto esta temporada, pero que durante el año pasado fue rutina. Un conjunto ordenado, contundente en las áreas y que en casa siempre terminaba ganando, daba igual si lo merecía más o menos si se tenía solo en cuenta el juego.

    Hay una serie de indicios que terminaron siendo realidades para poder decir que el Nàstic ha virado su estilo de juego. Agné no quiso reconocerlo en rueda de prensa, pero Manu García y Guillermo Fernández sí que dejaron entrever en zona mixta que algo había mutado. Al fin y al cabo nadie pudo resumirlo mejor que el delantero vasco: «A mí el estilo del Nàstic que me gusta es con el que ganamos». Se ha cambiado la posesión por la verticalidad y se ha vuelto a apostar por una defensa replegada en la que todos defienden de manera colectiva. Ante el Amorebieta se vio un partido más sumergido en la intrascendencia. Pasaron menos cosas y el orden reinó de manera habitual entre ambos equipos. Ninguno se descompuso, por lo que el intercambio de golpes fue mínimo.

    Suele ocurrir que cuando un equipo quiere progresar mediante la asociación necesita que sus piezas estén en constante movimiento. Es decir, para desordenar al rival mediante esta estrategia también es necesario desordenarse. Eso al Nàstic le había ocurrido durante los primeros tres partidos de liga y la consecuencia habían sido encajar seis goles en contra. Era evidente que esta filosofía de juego estaba castigando al conjunto de Agné en los resultados y en la fase defensiva. Y eso que en ataque se llegó a ver a un equipo más fluido que el curso pasado, pero las cosas no podían seguir así.

    Por eso ante el Amorebieta se vio desde un principio a un equipo mucho menos líquido y vertical. No había tanto movimientos de piezas y la estructura del 4-4-2 se mantuvo firme. Ya no se buscó esa salida de tres para iniciar la salida del cuero desde atrás, sino que se buscó directamente el balón largo para que los dos delanteros intentarán hacer vencedora la jugada, ya fuera de manera directa o en la caída.

    Aquello provocó que el Nàstic fuese un equipo que cedió muchos menos grietas detrás. Se vio esa versión rocosa y que apenas concedió. El Amorebieta incluso tuvo más la pelota durante la primera mitad, pero eso no acomplejó a un Nàstic que tenía clara la hoja de ruta en el partido. Se limitó a defender y la forma en la que hizo también estuvo arropada en el pasado.

    Defensa replegada

    El equipo regresó al bloque medio y bajo en función de donde tenía la pelota el conjunto vasco. Nunca le fue a presionar arriba a tumba abierta porque el objetivo era mantenerse juntos detrás con esas dos líneas de cuatro actuando de trincheras. Funcionó porque el Amorebieta fue vertical, amenazó con centros laterales, pero se encontró con una defensa rocosa.

    En la segunda mitad, el Nàstic se adelantó y su plan de partido fue todavía más marcado, pasando de manera descarada a un bloque bajo que recordó mucho el del año pasado. Es cierto que el Amorebieta tuvo dos ocasiones claras de gol, pero apareció un protagonista que el año pasado fue considerados por muchos como el mejor portero de la categoría y esa etiqueta nadie se la regaló.

    Fue Manu García que primero estuvo vencedor en un mano a mano y luego sacó otra manopla y con la ayuda del larguero desvió un cabezazo que iba a la escuadra de Padrera. Dos paradas que sirvieron una victoria. El Nàstic le renovó a la alza por algo. El pasado domingo se demostró que con porteros como él siempre se está más cerca de la victoria. El Nàstic ha vuelto al pasado. Ha vuelto al triunfo.

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