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    Una noche de gigantes (3-4)

    El Reus supera al Barça en el Palau y se clasifica para la gran final, en la que se medirá al Liceo

    07 junio 2022 22:36 | Actualizado a 08 junio 2022 09:03
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    El deporte ofrece oportunidades como la de ayer, en el Palau Blaugrana. No entiende de poder, ni de recursos financieros, premia, aunque no siempre, el entusiasmo, el orgullo, el sentimiento de pertenencia y, claro, también el talento. El Reus alcanzó una hazaña histórica, conquistó el quinto partido del play off de semifinales ante el Barcelona, el campeón de las últimas ocho competiciones domésticas. Le robó la hegemonía con un plantel menos amplio, pero con un comportamiento colectivo asombroso. Necesitó resistir, soportar el vendaval de energía de su enemigo, pero lo hizo. Nunca dejó de creer.

    Para ello se arropó en dos jugadores dominantes en las dos áreas. Por un lado, el guardameta Càndid Ballart, astral en su actuación, la mejor desde que viste de rojinegro. Por otro, Marc Julià, cirujano en las tres directas que anotó, arquitecto de cada ofensiva. El resto, un ejercicio de fe emocionante. Sentir, muchas veces, te permite saltar muros al revés.

    El Reus sujetó el ímpetu madrugador del Barcelona con una actitud defensiva puntual. Nadie se escaqueó de su cometido. En el Palau resulta imprescindible refugiarse en la trinchera, convivir en ella durante muchos minutos, incluso cogerle el gusto, porque el rival exige esa postura de supervivencia constante. Entre el rigor rojinegro y la seguridad que transmitía Càndid Ballart se consumió el primer cuarto de hora. No hubo sustos y la sensación que transmitía el juego adivinaba un Barça incómodo, demasiado apresurado en sus ataques. Cuando recuperaba para salir como un volcán, se topaba con los balances minuciosos del Reus, muy enfocado en la tarea de la intendencia.

    El escenario se modificó justo a los 16 minutos, cuando Matías Pascual cometió una imprudencia y le facilitó al Reus un tiro directo. Y Julià no perdonó. Levantó la pelota a media altura y halló un resquicio para definir entre las guardas de Egurrola, titular por los problemas físicos de Sergi Fernández. Julià no hizo más que confirmar su dulce melodía. Patina como los ángeles y condiciona mucho a los sistemas defensivos enemigos, sobre todo por su capacidad para el mano a mano. El 0-1, con la firma del de Olot, encendió a los hinchas, sus gargantas retumbaban desde la zona alta del Palau Blaugrana.

    Fue entonces cuando el Barça desplegó su rodillo físico. Por detrás en el marcador y la amenaza del desastre cerca, no tuvo ningún problema en alargar su modelo a toda la pista. El Reus padeció de fatiga en ese tramo anterior al intermedio y achicó agua como pudo. Eso sí no evitó el empate de Bargalló. Bargalló es el estandarte azulgrana, probablemente el actor más diferencial del momento. Tiene todo; un mogollón de talento y una capacidad para interpretar el juego poco terrenal. Incluso disfrutó de una directa a cinco segundos para el final, pero no la convirtió. El Reus se marchó a respirar vivo.

    La resistencia

    Bargalló no se olvidó de la magia en el capítulo final, asistió a Alabart en el 2-1 y culminó una obra de arte para el 3-2. Antes, Salvat, casi sin querer, había igualado de nuevo. Con la estrella azulgrana activada, el Reus precisaba de un referente que cosiera los ataques, que los hiciera más largos, porque la pelota le duraba nada. Encontró a Julià, que además agitó la semifinal con dos aciertos a bola parada. Uno a cada portero, primero a Egurrola y luego a Sergi Fernández, que emergió a la desesperada, pero resultó testimonial.

    Con 3-4, los cinco minutos finales dispusieron de tintes eternos. El tiempo no corría, pero la gestión en el alambre del Reus no se separó de lo cerebral. Más fácil cuando gozas de un arquero que para hasta lo imparable. Así se comportó Ballart durante toda la noche. Eligió su matrícula de honor para el día de la graduación. Un muro.

    El Barça tiró, inmerso en la épica, del cinco para cuatro, pero no le bastó. Su desesperada tuvo más corazón que criterio y el Reus celebró, en cancha ajena y con el orgullo por bandera. Lo suyo fue una gesta enciclopédica.

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