BIAM 2020, condición humana en el arte

Los ganadores reflexionan sobre sus instalaciones artísticas, expuestas en Lo Pati-Centre d'Art Terres de l'Ebre hasta el 17 de enero.

06 diciembre 2020 16:47 | Actualizado a 07 diciembre 2020 14:57
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El hombre como elemento, en sus diversas facetas. Tanto el proyecto ganador de la décimo sexta edición de la Biennal d’Art de Amposta (BIAM 2020) como el que recibió la mención especial reflexionan sobre el ser humano, con sus propias particularidades.

David Ortiz Juan es el autor de la videocreación ganadora Mañana niebla, filmada en el bosque mesófilo de la sierra norte de Puebla, en México. «Me interesaba mucho la atmósfera, la niebla», dice David. El artista visual explica que allí vive la comunidad Nahua, que habla el náhuatl, una de las lenguas del país, «de las pocas que en lugar de perder hablantes, los gana», un tema que lo sedujo ya que le interesa la desaparición en general, que ha tratado en varios de sus trabajos.

En este sentido, David señala que justamente en las zonas tropicales es donde más idiomas se hablan, así como donde hay más biodiversidad. «Esta diversidad a veces se ve amenazada cuando un idioma se muere porque mucho del conocimiento que existe del ecosistema está en esas lenguas y esas prácticas que hacen esas culturas». A raíz de todo ello David viajó en diferentes ocasiones al lugar, donde entabló contacto con la comunidad. 

La Biennal d’Art Ciutat d’Amposta permanecerá abierta al público hasta el próximo 17 de enero de 2021.

« Decidí partir del  náhuatl, que normalmente es en fábula y poesía, para crear una ficción donde hablan las plantas», una elección justificada por dos motivos. «En primer lugar porque uno de los guardianes quería crear un jardín biocultural donde tener plantas, flores y cierta información de la cultura. Pero me contó que había algunas flores que quería ocultar para que nadie las robara y no desaparecieran. Me llamó la atención esa contradicción, de que para que algo no desaparezca lo ocultas, con lo cual, de alguna manera lo estás haciendo desaparecer»

El segundo de los motivos viene dado por la propia antropología. «Estaba leyendo una nueva visión cuyo centro no es el hombre, sino la naturaleza, de la que somos parte. Y se fijaba en el mundo animal. Entonces fue cuando me pregunté, ¿por qué no hacerlo desde las flores, desde las plantas?». Así, Mañana niebla, es una fábula en la que hablan las plantas con pequeños poemas que conectan con diferentes narrativas.

Un artista que llega de la ingeniería

David Ortiz Juan huye de las etiquetas. Estudió ingeniería informática para después hacer diseño gráfico. También un máster de arte en Holanda así como un programa de arte contemporáneo en Barcelona. El de la Biennal es el primer galardón que recibe de arte contemporáneo.

 

Mientras, Laia Ventayol y Cristina Moreno obtuvieron la mención especial por la instalación Mundus vult decipi, traducido como El mundo quiere ser engañado. Se trata de una creación que tiene sus inicios en la ciudad alemana de Nuremberg, donde estudiaron ambas artistas.

«Empezamos a ir tras nuestros recuerdos y nuestras memorias. Fue casi como un documental», señala Laia. En este recorrido se interesaron por algunos personajes históricos de la ciudad como Kaspar Hauser quien «estuvo unos 12 años encerrado en una pequeña habitación sin acceso al mundo. Tras esto desarrolló una serie de capacidades que no tenían los demás. Entre ellas, era capaz de sentir los metales desde lejos, diferenciar el aluminio del hierro, por ejemplo», explica Laia.

Hauser las llevó al médico Franz Anton Mesmer, quien lo trató. «Nos interesó precisamente porque uno de los experimentos que hacía o tratamiento con sus pacientes era una sesión de curación colectiva alrededor de una cubeta de madera. La llenaba de agua y metal y defendía que tenía propiedades curativas porque el agua estaba magnetizada. Él trataba de esta manera ciertas dolencias, como la histeria», expone Cristina, quien añade que «la teoría de Mesmer se basa en el magnetismo animal. Es un fluido que está en todas partes. Los pacientes se anudaban unas cuerdas o unos tubos en los que circulaba esa agua y también había música. En esa época tocaban la armónica de cristal, que se asociaba a frecuencias curativas», una línea que tuvo mucho éxito hasta que llegaron otros avances científicos. 

Cristina y Laia se basaron en esas cubetas para crear Mundus vult decipi, pieza que a su vez se inspira en una anterior elaborada en un pueblo pesquero del norte de Alemania. Así, para participar en la Biennal, buscaron otro pueblo pesquero, en este caso Sant Carles de la Ràpita. «Algunos objetos de la pieza de Lo Pati los trajimos de la instalación que hicimos en Alemania». El resto los fueron a buscar a La Ràpita. Hasta allí se dirigió Laia, quien obtuvo la colaboración de algunos pescadores, entre ellos de Manel Castella. «Me cedieron más de los que podía utilizar», dice. Uno de ellos, por ejemplo, es una caja de metal elaborada a modo de trampa para el cangrejo azul. 

Cristina destaca el hecho de que se trata de un proyecto global sacado adelante «con mucho esfuerzo. Además de los pescadores, nos ayudó en la producción mi madre, María José Berlanga y su pareja, Luis Planas. Fueron claves».

 

 

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