Del Ebre, ni una gota

Cualquier amenaza sobre el río Ebre obtiene la respuesta inmediata de una movilización de la ciudadanía, y esta lucha ha ido cimentando con los años la base de una identidad ebrense

19 mayo 2017 15:28 | Actualizado a 19 mayo 2017 15:28
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Desde hace años, ha quedado demostrado que cualquier amenaza sobre el río Ebre (planes hidrológicos y transvases) recibe la respuesta inmediata de la movilización de la ciudadanía de las Terres de l’Ebre. Esta movilización ha ido cimentando la base de la identidad ebrense, mucho más definida y acotada que hace varias épocas. ¿A qué se debe esta reacción pacífica pero contundente? ¿Es reciente o nos debemos remontar a años atrás? ¿Qué otras reivindicaciones se hacen propias los ebrenses?

El origen del término

Fue el escritor Sebastià Juan Arbó el primero en acuñar, en los años treinta, el término Terres de l’Ebre (en una de sus más célebres novelas) para definir las comarcas del sur de Catalunya por donde fluye y desemboca el Ebre.

Como explica el portavoz de la Plataforma en Defensa de l’Ebre (PDE), Manolo Tomàs, la lucha por el río es muy antigua y no se trata de un fenómeno demasiado reciente. «Pero sí que es una acumulación, se ha dado una evolución histórica y es esa vieja sensación de estar aquí en la cola de algo, de un país o de una sociedad», apunta Tomàs.

«En el momento que se ataca el río con un transvase la gente lo ve como un peligro; se ha creado un sentimiento de identidad y si se considera una agresión para el río se considera una agresión a la misma identidad».

A pesar de que la oposición a los transvases es antigua, no siempre se ha vivido igual. Poco a poco, la reacción ha ido adquiriendo más contundencia. «Creo que ha habido como un aprendizaje de la gente de aquí: se daban cuenta que a cada propuesta que llegaba al territorio era a través del río y siempre era para coger, no para dar. Con los años la sociedad ha tomado conciencia del valor del río y de la importancia el futuro del Delta».

Este movimiento de autoafirmación se consolidó hacia el año 2000, con la lucha contra el Plan Hidrológico Nacional. Se creó una conciencia colectiva, y de ser de la Cava o de Amposta se pasó a ser ebrense.

Una de las características de esta conciencia es su positivismo. «Creo que ha habido mucha prudencia y inteligencia colectiva, pero con mucha energía», apunta Tomàs. Mucha gente encontró en esa lucha un soporte social y un encuentro con sus semejantes.

Más allá del movimiento social, naturalmente la movilización ebrense tiene en su base también una razón económica. Como explica el profesor del Departament de Gestió d’Empreses del Campus Terres de l’Ebre de la URV, Pau Galiana, existe un cierto desequilibrio que ha ido percibiéndose con el tiempo entre la sociedad: «el Camp de Tarragona y la costa se han beneficiado, incrementado sobre todo su industria química y el turismo, con el agua del Ebre. Eso se ha quedado en el subcnsciente de la gente de aquí».

La industrialización en las Terres de l’Ebre es muy menor. Eso también es otro motivo de peso. Se calcula que un 7,8% de los trabajadores se dedican al sector primario, cuando en Catalunya la media está en el 1,5%.

El peso del sector primario es evidente y una amenaza del agua es una amenaza para ese sector. Los cultivos, el arroz, la pesca, la caza… dependen en mayor o menor medida del agua del río y, por otro lado, el otro recurso de las Terres de l’Ebre, un turismo fundamentalmente sostenible aprovechando el riquísimo entorno natural, sólo se sostiene con una buena gestión del agua y evitando la regresión del delta. De ahí, pues, que los que viven del delta luchen porque su regresión no sea inminente y trágica.

Patrimonio por el cual luchar

«La Plataforma acertó apuntando que se trata de salvar el Delta. Por eso los ebrenses ven que hay un patrimonio natural y paisajístico a conservar y por el cual luchar», destaca Galiana

El profesor apunta que en relación a la poca industrialización de las Terres de l’Ebre, hay también el problema añadido que en las Terres de l’Ebre, como territorio periférico, durante muchas décadas se ha exportado los recursos humanos.

«Es una mano de obra que se va a la industria de fuera, y es una mano de obra formada. La industria agroalimentaria de las Terres de l’Ebre está llena de trabajadores de baja formación porque la otra ha marchado a Tarragona o Barcelona y mayoritariamente ya no vuelve. Así que las Terres de l’Ebre, además de recursos, también son exportadoras de personas».

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