El médico de los clarinetes

El músico ebrense Juan Miguel Alfonso es luthier especializado en restaurar estos instrumentos

28 febrero 2019 11:08 | Actualizado a 28 febrero 2019 13:35
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El taller de un luthier es un lugar íntimo, como el laboratorio de un alquimista. Está lleno de objetos y máquinas con fines artesanales, complicados de ver en la era digital, pero cada día que pasa con más valor. Tornos, pulidoras, maderas, barnices, piezas de plata, metales, son algunos de los elementos que lo definen y dan carácter. Juan Miguel Alfonso, luthier de clarinetes, tiene el suyo en Deltebre. Allí nos abre las puertas de su despacho de restauración y creación artesanal. 

A Juan Miguel siempre le ha llamado la atención la artesanía. Desde pequeño se interesó por la carpintería y le gustaba trabajar con sus propias manos. Amante del arte, hizo sus estudios de diseño gráfico, también los de clarinetes y los superiores de música. 

Pero su vena de luthier explotó un día que, dando clases de música, apareció un alumno con un clarinete muy mal reparado. ¿Dónde lo llevas a reparar? «Se me cruzaron los cables y me dije: voy a aprender de luthier», cuenta el ebrense. 

Hace siete años empezó de manera autodidacta con manuales y mirando información por internet. El primer clarinete que desmontó y recompuso no sonaba. Tuvo que aprender a ajustar las piezas al detalle para que volviera a cantar. También hizo un curso en Valencia con Manuel Martín, el primer luthier de clarinetes artesanales en España de la marca Marvent. Y poco a poco, tras mucho ensayo-error aprendió este oficio de pequeños misterios sonoros. 

«La filosofía del taller no existe -apunta Juan Miguel-. Normalmente un luthier de viento repara instrumentos de viento metal, viento madera o de todas las familias. Pero lo que yo quiero ofrecer es un trato profesional, que a mis futuros clientes los trate alguien como ellos. Dado que soy clarinetista, lo puedo testar como un profesional, y sé lo que buscan, me pueden pedir algo muy personalizado». 

En su proceso autodidacta, nuestro luthier fue ampliando su taller. Empezó con una buhardilla, pero creció y se llenó de máquinas con encanto: «Me compré un torno, una soldadora, me fabriqué una máquina de electrólisis casera y una pulidora de joyería, luego me compré un equipo profesional». 

Restaurar un clarinete no es un proceso sencillo. «Tienes que tener nociones de ebanistería, de joyería, de música, etcétera», apunta el ebrense. A veces hay que hacer piezas a medida porque no se encuentran en el mercado, sobre todo si el instrumento es muy antiguo. «El clarinete cuanto más viejo, más se erosiona -expone Juan Miguel-. El contraste térmico entre el aire frío y el vapor que sale de nuestra boca crea agua, moja el instrumento y los acaba degradando». 

En este sentido, no suena mejor un clarinete del siglo XVII que uno actual. Pero en el arte del luthier hay un punto de admiración por los objetos antiguos y el coleccionismo. El más viejo que tiene Juan Miguel es un Pan American Special metálico de 1916 y también ha restaurado otro de la antes de la Guerra Civil: «Las antigüedades es una cosa que tengo pendiente. Hay orquestas de instrumentos antiguos y he pensado en restaurar clarinetes de la época de Mozart. Pero uno antiguo puede costar entre 4.000 y 6.000 euros». Principalmente se encuentran por internet, si no sería un mercado de boca a boca muy pequeño y también a través de anticuarios. 

«La relación del luthier con el clarinete es como la del médico con el paciente -dice el de Deltebre-. Cuando no sabes de dónde viene un ruido es algo mágico porque te rompes la cabeza para descifrar su origen. Te llega un instrumento inservible en estado de degradación, con plata oxidada y la madera sucia y seca, lo deshuesas, lavas la madera con esencias naturales, observas con lupa que no haya fisuras, le das un tratamiento, e igual con la joyería, para acabar haciendo un montaje y prueba de sonido. Es muy gratificante ver que quedan nuevos, que no servían para nada y les has devuelto a la vida». 

Con su curiosidad infinita, Juan Miguel no se quiere quedar solo en la restauración de clarinetes, sino dar un paso más allá y customizar el instrumento. «Cuando ya controlas mucho la reparación, piensas en innovar. Llegas a un punto que se te abre otro mundo lleno de retos», apunta nuestro luthier quien añade: «Estoy creando piezas como barriletes con maderas nobles como el ébano, el cocobolo o el granadillo, o también unas abrazaderas cónicas de fibra de carbono de madera que no llevan tornillos. Y no descarto crear alguna pieza para oboe o flauta. Es apasionante pensar que estoy creando cosas». Una mirada prendada de lo artesanal, requisito indispensable para ser luthier.

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