«Salimos de casa cuando las llamas estaban a 400 metros»

Desalojados de sus masías relatan su huida del fuego. Ahora ‘residen’ en el colegio de Flix

29 junio 2019 07:33 | Actualizado a 29 junio 2019 07:37
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Xavi y su padre Cándido estaban ayer más tranquilos después de comprobar que los animales que tuvieron que abandonar en su casa estaban bien. Ellos son dos de los 52 desalojados –44 en Flix, cuatro y La Palma d’Ebre y cuatro más en Bovera– de las masías y viviendas que hay en la zona del incendio. La familia reside desde hace 20 años en una casa situada en la partida Aubach, a unos cinco kilómetros de Flix en dirección a Bovera. Sin embargo, Xavi solo hace dos meses que reside allí. La familia forma parte del contingente de personas que desde el pasado miércoles duermen en la Escola Enric Grau de Flix, habilitada por el Ayuntamiento para dar cobijo y servicios a los afectados, una labor de la que se encarga Creu Roja

«A las dos de la tarde vimos el humo. Estaba a unos dos kilómetros. Encendí la radio y miré Twitter para seguir a los agentes rurales. Supimos que aquel fuego estaba descontrolado», comenta Xavi, quien reconoce que pensaron ya en lo peor. «No podíamos ver las llamas, pero sí el humo que iba primero hacia el norte y después giró al noroeste». Lo observaban directamente y también estaban atentos a la veleta que un vecino tiene en el molino de viento que le suministra electricidad. 

La familia se comenzó a preparar para el desalojo. Comenzaron a dejar comida y agua a sus animales: cuatro perros, quince gatos, gallinas, etc. Mientras, Xavi, gran amante de la informática y de la imagen, grababa con su teléfono móvil aquella inmensa columna de humo que se dirigía hacia ellos –nos enseña el vídeo–. «En el último momento pasé miedo», reconoce este joven. Finalmente, toda la familia subió al vehículo para refugiarse en Flix. «Cogimos las cosas que nos hacían falta y nos fuimos». Ellos fueron de los últimos en abandonar la zona del incendio.

Cándido reconoce que en sus años nunca había visto un incendio de esta magnitud. Cuando se le pregunta si pasó miedo, reconoce que «un poquito, sí». En su memoria está el primer día, el miércoles, cuando sobre las ocho y cuarto de la tarde vio que el fuego bajaba por la montaña hacia su casa.

«No vimos las llamas hasta el último momento, cuando huíamos, antes solo humo »
Xavi
Evacuado

Ayer, Cándido y la familia ya respiraban más tranquilos. Pudieron ir a dar agua y comida a los animales, al igual que el resto de damnificados, siempre bajo supervisión policial. Los bomberos, como responsables de la extinción del incendio, autorizaron poco después de las diez de la mañana que dichos vecinos pudieran acercarse a sus casas. Pero al igual que Cenicienta, tenían una hora límite: las doce –en este caso, del mediodía–. Es cuando los bomberos temían que pudieran reproducirse algunos focos con la llegada de las temperaturas máximas y la humedad baja. 

El hombre aseguraba al Diari que el fuego había llegado a unos 300 metros de su casa. Todos sus animales estaban vivos. Quería agradecer el trabajo de Creu Roja y de los voluntarios «por el trato y ayuda que nos han prestado. También al alcalde». Y recordaba que cada día un hombre se acercaba por la mañana a llevarles bollería fresca. Incluso disponen de crema para la mosca negra, muy frecuente en la zona.

«Estábamos en casa, bajó un helicóptero y nos dijo que nos teníamos que ir. El fuego estaba cerca»
Delma
Evacuada

Cándido dice que la primera noche pudo dormir cuatro horas; «la pasada –la del jueves al viernes– fue mejor». En cambio, su hijo sólo ha podido descansar, nada de dormir.

Una colonia inglesa
Entre el grupo de desalojados hay numerosos jóvenes británicos, que ayer eran atendidos por su cónsul. Al no disponer de familiares en la zona también se encontraban ‘alojados’ en el colegio de Flix. Allí también estaba Delma   –con su esposo–, una ciudadana brasileña que desde hace 21 años reside en una casa situada en la zona de la ermita de Flix. En la tarde del miércoles se acercó a su parcela un helicóptero, bajó casi a ras de suelo y les dijo a la pareja que se tenían que ir. También pasó miedo: «Cuando nos marchábamos nos giramos y vimos las llamas a unos 400-500 metros». No sabe cómo está su casa. Ayer no pudieron acercarse ya que no tienen animales que cuidar. 

A su alrededor, los desalojados tenían a su disposición bebidas frescas –el termómetro llegaba a los 40 grados a las dos de la tarde– y también alimentos por si les entraba hambre entre la comida y la cena. Una voluntaria les indicaba que se podrían duchar entre las 17 y las 19 horas. Que treinta minutos más tarde habría una reunión informativa y seguidamente se serviría la cena.
 

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