Teresa Mulet: «El arte, si no es crítico, es decoración»

Exposición. La artista Teresa Mulet invita a reflexionar sobre la fragilidad de los espacios en ‘Camp de control’

18 noviembre 2019 07:10 | Actualizado a 20 noviembre 2019 12:02
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«Las aguas están aparentemente tranquilas hasta que alguien las mueve. Somos nosotros quienes las controlamos o descontrolamos». Con estas palabras la artista Teresa Mulet (Caracas, 1970) describe el sentido de la exposición Camp de control, una reflexión sobre la fragilidad de los espacios y el origen de la violencia. La muestra ha sido producida por Lo Pati- Centre d’Art Terres de l’Ebre (se puede visitar hasta el 18 de enero de 2020) y comisariada per Aida Boix, directora de Lo Pati, y el crítico de arte cubano Félix Suazo.

«La instalación toma el aspecto formal de los campos de arroz, a través de seis grandes cuadros, de 5x4 metros cada uno, hechos con láminas de plásticos superpuestas», describe la artista, quien destaca que «los campos de arroz, cuando están inundados por el agua, son un paisaje bello y en la exposición invito a interactuar agitando estas aguas estéticamente calmadas». El uso de plástico, para dar forma a la exposición, no es baladí. Explica Mulet que «es un toque de atención, porque cuando entras en la muestra crees que todo es estéticamente bello, pero el uso del plástico nos está perjudicando». Camp de control surgió a raíz del conocimiento de Teresa Mulet de la existencia de candados en las bocas de riego de las acequias del Delta, para controlar el riego de los campos de arroz. «Cuando estuve en la residencia de artistas en Balada, fui testigo de la siembra del arroz y de los controles del agua del Ebro. Hay candados y me plantee su existencia». Sobre esta cuestión, explica la artista, «le pregunté a un payés y me explicó que es una garantía para que a todos los agricultores nos llegue agua». Pero el argumento no le convenció y, de nuevo, Teresa Mulet insistió «para qué el candado» y la respuesta fue que «los agricultores siempre vamos a querer más agua».

Desconfianza

Para la artista, «la aceptación de estos controles es una muestra de que no confiamos los unos en los otros». Todo ello, le sirve de metáfora para hablar de «cómo los campos determinan las fronteras y de la fragilidad del Delta, amenazado por el cambio climático y la falta de sedimentos». Cada cuadro incorpora como contrapeso cuatro bolsas llenas de sedimentos del Delta que ayudan a mantener el equilibrio de la obra. «El ejemplo de los arrozales lo podemos llevar a cuestiones internas del ser humano, la política, el conocimiento, etc.», explica la artista para quien «en la práctica, esas fronteras son lugares de conflicto». Teresa Mulet asegura que «la estética y la ética deben estar unidas». «El arte, si no es crítico, es decoración», añade.

La situación política y social de Venezuela ha empujado a Teresa Mulet a hacer el camino inverso que en 1948 hizo su padre, quien emigró con sus padres y hermano a Venezuela huyendo de la posguerra en Amposta y Sant Carles de la Ràpita, donde vivían. Ahora Venezuela vive una situación de inseguridad y esto hace que Mulet se pregunte sobre la fragilidad de los espacios. «Qué hace que un territorio donde todo parecía ir bien, de golpe se transforme en un infierno del cual todo el mundo intenta huir? La naturaleza no es, somos las personas», afirma.

Y es en las muertes por violencia en Venezuela donde Teresa Mulet sustenta la segunda parte de la exposición, que incluye otras creaciones anteriores: Ejercicio volumen (2017), una gran gráfica hecha con hojas de imprenta, donde cada hoja representa una muerte por homicidio entre 1999 y 2018; Ejercicio contable (1999-2016), en el que sumó uno a uno los fallecidos y cada sonido es una vida menos; Ejercicio In-Forme (1999-2016) de 2017, una secuencia numérica digitalizada de las 283.376 muertes violentas; Afabeto Doble-Desdoble (2013), un sistema topográfico que combina las 27 letras del alfabeto latín generando un nuevo alfabeto de 729 letras en busca de otros significados; Cada-ver-es/cada-vez-más (2011), sello con la silueta de un cadáver estampado en diferentes papeles para transmitir la progresión de crímenes; y por último Espantapájaros (2019), una nueva obra producida también en Balada, un ejercicio sonoro que habla del enemigo, del invasor…

«Plasmo la dimensión de la tragedia porque se ha perdido la cuenta de los fallecidos. No pretendo violentar, sino crear un espacio de reflexión», aspira Teresa Mulet.

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