Del gris al verde

El hidrógeno verde tiene el respaldo político y económico de la UE.

08 marzo 2021 09:23 | Actualizado a 09 marzo 2021 08:19
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Hemos entrado en 2021 viviendo una auténtica competición de ideas y proyectos enfocados a la transición energética que requiere el Acuerdo de París de 2015 contra el cambio climático.

La Unión Europea (UE) ha aprovechado inteligentemente la confluencia de la necesidad de combatir el calentamiento global con la necesidad de reactivar la economía fuertemente afectada por la Covid y ha condicionado cerca de un tercio de los fondos europeos para la reactivación –Next Generation EU- a acelerar la transición hacia energías renovables.

Todas las grandes empresas energéticas se han lanzado a captar parte de estos fondos con propuestas de proyectos y tecnologías diversas dependiendo de sus negocios e intereses actuales. Infinidad de mentes en estas empresas han acelerado sus trabajos y preparado propuestas que van desde nuevos parques de producción de energía eléctrica a partir de energías renovables, hasta sistemas de captación de CO2 para reutilizarlo como materia prima. De este modo, la UE deja atrás las declaraciones de buenas intenciones y pasa a disponer de proyectos concretos que han de ir cambiando nuestro modelo energético

Se sitúa así al frente de la transición energética necesaria para llegar al 2050 con un balance de cero emisiones netas de gases de efecto invernadero y cumplir por su parte con el Acuerdo de París. Un objetivo que también ha de permitirle liberarse de los movimientos geopolíticos y económicos que supone su dependencia actual de las energías fósiles.

En paralelo, en julio del pasado año la UE también se pronunció claramente a favor del hidrógeno como vector energético esencial en el camino para lograr la neutralidad climática. La consecuencia ha sido que, dentro de las iniciativas que aspiran a los fondos europeos, hayan surgido multitud de proyectos de producción del denominado hidrógeno verde –a partir de energías renovables- y plataformas como la del ‘Valle del hidrógeno verde’ de Catalunya, liderada por la URV, a ubicar en la Catalunya Sud. Una plataforma que debe aglutinar las actividades industriales de producción con la generación de conocimiento y ser un pilar de la economía futura de nuestras comarcas.

El boom de noticias de estos meses sobre el hidrógeno verde puede generar la sensación de que va a ser la solución universal al cambio climático. Evidentemente el hidrógeno verde puede usarse como fuente de energía en cualquier aplicación, pero la alta intensidad de energía eléctrica renovable que se necesita para su producción aconsejan que su uso se limite a aquellas aplicaciones en las que no tenga alternativa desde el punto de vista climático. De hecho, la UE prevé que la cuota del hidrógeno verde en el mix de las fuentes de energía en 2050 se sitúe entre el 13 y el 14%.

El consumo de hidrógeno mundial actual se cifra en 70 millones de toneladas al año

Gracias a sus características, el hidrógeno puede tener su progreso como fuente de energía en procesos industriales que requieren la generación de energía térmica a altas temperaturas, así como en sectores concretos donde es difícil que una batería eléctrica sea suficiente para sustituir a un combustible fósil, como sería el caso del transporte pesado por carretera, el transporte marítimo o el aéreo.

Es previsible que su competencia en un escenario de neutralidad de emisiones sean los combustibles con base carbono, de comportamiento similar a los combustibles fósiles actuales, pero que buscan justificar ser neutros en emisiones al reemplazar al fósil equivalente o captar previamente CO2 para su fabricación.

Es difícil predecir hacia donde se decantaría esta competencia pero, a priori, el hidrógeno verde tiene la ventaja de no emitir CO2 y en un escenario de contención de emisiones la mejor molécula de CO2 es la que no se emite, no la que reemplaza a otras o se captura.

Pero con independencia de que el hidrógeno verde logre incorporarse de modo significativo al elenco de las fuentes de energía del futuro, tiene ante sí el reto de sustituir al propio hidrógeno que se utiliza hoy en día como materia prima o bien auxiliar en diversos procesos industriales.
El consumo mundial actual se cifra en 70 millones de toneladas/año y prácticamente todo este hidrógeno se produce a partir de combustibles fósiles –gas natural, carbón o derivados del petróleo- con generación de CO2. Si no se recupera este CO2 nos encontramos ante el denominado hidrógeno gris. Sólo en la UE se estima una emisión a la atmósfera de entre 70 y 100 millones de toneladas/año de CO2 debida a la producción de hidrógeno gris, cifra suficientemente significativa que supone alrededor del 2% del total de sus emisiones globales.

En definitiva, estos son los retos a los que se enfrenta el hidrógeno verde: sustituir al hidrógeno gris que actualmente se produce en el mundo y formar parte del elenco de las fuentes de energía que se utilicen en 2050. Unos retos que, debido a la naturaleza del propio proceso de producción del hidrógeno verde –energía eléctrica procedente de fuentes renovables y alta intensidad energética por unidad de hidrógeno producido mediante la electrolisis del agua-, deberán superar importantes barreras como son su coste de producción y la ubicación de los extensos parques de generación de energía eléctrica renovable asociados. Las comentaremos en otra ocasión.

La primera descomposición del agua en hidrógeno y oxígeno mediante electrolisis se llevó a cabo en el año 1.800. Hoy, más de 200 años después, el hidrógeno verde tiene el respaldo político y económico de la UE gracias a su condición de estar libre de emisiones de gases efecto invernadero tanto en su producción como en su consumo. Los proyectos y plataformas para su desarrollo en los próximos años están sobre la mesa y, superando las barreras que tiene por delante, el hidrógeno verde tiene su hueco en aquellas aplicaciones donde no tenga alternativa desde el punto de vista climático. Confiemos en ocuparlo.

Joan Pedrerol es ingeniero químico.

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