Del gris al verde

«Tenemos la ambición de dejar un lugar menos gris que el que hemos encontrado»

26 marzo 2021 11:43 | Actualizado a 15 abril 2021 12:58
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Hay cuestiones que de repente cobran una relevancia que no habían tenido nunca hasta ese momento. La transición energética y la economía circular son un buen ejemplo. La confluencia de una determinada situación económica, política y por supuesto medioambiental han catapultado estas cuestiones al primer nivel de la actualidad, y nuestra obligación como sociedad es aprovechar este momento para avanzar en estas cuestiones tan necesarias.

Estos conceptos significan cosas distintas en distintos lugares del mundo. En algunas regiones transición energética es equivalente a tener acceso a energía, en otras es abandonar una economía basada en el carbón. Para nosotros significa combustibles fósiles más ligeros, significa hidrógeno, energía solar…, y significa también reaprovechamiento y reciclaje, en mayúsculas. 

En los últimos tiempos estamos hablando mucho de hidrógeno. El hidrógeno es una sustancia con un alto poder calorífico. Por ponerlo en contexto con otras fuentes de energía, 1 quilogramo de hidrógeno aporta una energía equivalente a 2,8 quilogramos de gasóleo, o a 3 quilogramos de gas natural. El hidrógeno es un producto cuyo uso está muy extendido en muchos procesos industriales, y que a día de hoy se obtiene mayoritariamente a partir de la combustión de gas natural, en un proceso que genera emisiones de CO2 a la atmósfera. Es lo que llamamos hidrógeno gris. 

En el otro extremo encontramos el hidrógeno verde, hidrógeno producido a partir de energía renovable (solar en su mayoría). Son muchas las iniciativas en marcha, muchos los recursos económicos que se están movilizando y muchos los retos. La buena noticia es que estamos convencidos de que es el futuro, y de que vamos a llegar a convertir el hidrógeno verde en un vector principal de nuestro mix energético. 
Pero también sabemos que los objetivos de reducción de emisiones que nos hemos fijado para el año 2030 son muy ambiciosos, y que muchos de los retos que se plantean no estarán solventados para entonces. Y es aquí donde aparece el hidrógeno azul, que consiste en capturar el CO2 que generamos en la producción de hidrógeno y almacenarlo (CCS). Y no sólo eso, sino que ese CO2 podemos reutilizarlo directamente en procesos de conservación de alimentos, tratamiento de aguas o cosmética, o incorporarlo a procesos productivos de polímeros y carburantes (CCU). De esta forma convertimos un problema en parte de la solución, en un ejemplo modélico de economía circular. Porque en toda transición, y la energética lo es, deben existir soluciones que no siendo perfectas nos ayuden a avanzar hacia nuestro objetivo. 

Como en casi todos los problemas complejos a los que nos enfrentamos, la solución no la encontraremos en una única acción, sino en la combinación de multitud de acciones, proyectos, desarrollos tecnológicos, conductas responsables, acciones colectivas e individuales, que al sucederse una tras otra generarán el cambio que queremos.

Afortunadamente, en la industria química de nuestro territorio llevamos años invirtiendo recursos en el desarrollo de energías alternativas y proyectos de economía circular, poniendo el foco en la seguridad de las personas y la preservación de nuestro entorno. Lo hacemos de manera colectiva en ocasiones y de manera individual desde las distintas empresas. Y no lo hacemos porque sea una cuestión de actualidad, sino que lo hacemos desde el convencimiento de que nuestro objetivo como compañías va mucho más allá de generar prosperidad económica.

Todos nosotros tenemos la ambición de dejar un lugar menos gris al que hemos encontrado para los que vienen detrás. Hoy estamos hablando de medioambiente, pero es una ambición extrapolable a todo lo que hacemos en nuestro día a día.

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