El cerebro también come

No solo alimentamos nuestro cuerpo, sino que también alimentamos nuestro cerebro

 

26 octubre 2020 08:31 | Actualizado a 26 octubre 2020 18:08
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En los últimos años hemos mejorado nuestra alimentación de manera radical. Recuerdo la tradición en mi casa de comer pollo los domingos del que aprovechábamos los restos para hacer croquetas, los canelones, los macarrones, las sopas de pasta, las legumbres cocidas con aceite o fritas, el pastel de patata con atún, el arroz de los jueves y la carne rebozada… Poco pescado, poca verdura y ensalada… Y hoy tomamos verdura diaria, poquísimas sopas que hemos sustituido por purés o cremas de variados ingredientes, las ensaladas de mil colores, la carne o pescado casi diario y las frutas más variadas.

Hemos avanzado en el equilibrio que recomiendan los dietistas -que antes no existían- y nuestros hijos han crecido más y mejor que nosotros. Llevo casi 30 años dando clase en el IESE y la Universidad de Navarra y el cambio físico de mis alumnos es absolutamente radical y creo que se debe mayormente a la alimentación. Eso es una magnífica noticia que nos ayudará a mejorar más en un futuro próximo. La aversión a la comida basura es evidente y los restaurantes de comida rápida ya se pusieron las pilas hace tiempo y sirven menús mucho más equilibrados que antaño.

La pandemia que me brindó la oportunidad de pensar sin prisas, reflexionar y estar en silencio me di cuenta de que no solo alimentamos nuestro cuerpo, sino que también alimentamos nuestro cerebro. No deja de ser una parte importantísima de nuestro ser, que se desarrolla a partir de lo que le ofrecemos: más conexiones neuronales, mayor velocidad de respuesta, mayor capacidad de almacenamiento. Todo lo que le damos para alimentarlo lo archiva y procesa sin que nos demos cuenta y resulta que, según dicen los expertos, esa información almacenada modifica nuestras actitudes vitales y nuestra respuesta ante los hechos. «Todo lo que entra, se queda».

Los tiempos que corren son los de la información masificada y fácilmente accesible. Lo tenemos todo en la punta de los dedos y tomamos constantemente decisiones a partir de lo que vemos, de lo que leemos, de lo que hablamos, de lo que nos preocupa y de lo que nos asfixia. Y viene al caso lo de esta pandemia para darnos cuenta de que hay muchas personas que viven agobiadas y asfixiadas por las noticias terribles que constantemente nos brindan los medios de comunicación y que parece que anuncian el fin del mundo a diario.

Nadie piensa en la esperanza, en el gozo de vivir, en el maravilloso don de unas vidas que podrían ser plenas porque el acoso constante de las noticias negativas alimenta una parte de nuestro cerebro que nos hace pesimistas, fatalistas, obscuros, obsesionados y sin fe alguna en un futuro próximo.

Es un efecto general que ya notamos en crisis anteriores y que concentra la atención de la mayoría de la ciudadanía en lo que vamos digiriendo en nuestro cerebro. «Lo que entra, se queda» y si es malo, no estaremos bien, no sonreiremos a nuestros semejantes, no infundiremos alegría sino zozobra. Por eso me gustaría que hiciésemos un esfuerzo para equilibrar nuestra alimentación cerebral y comiésemos más de lo bueno y menos de lo malo.

El acoso constante de noticias negativas nos hace ser pesimistas

Aquellas personas que persiguen ideales de mejora del mundo, de la sociedad, de su empresa, de su familia y de si mismos, siguen teniendo un espíritu libre y feliz porque alimentan su cerebro de cosas buenas, de grandes ideas y se codean con personas que luchan con la esperanza de que todo vaya mejor.

Si no somos conscientes de que alimentar equilibradamente nuestro cerebro es imprescindible, caeremos en las manos de las series violentas con crímenes inimaginables que se repiten en cada capítulo pero que pensamos que nos ‘distraen’.

Caeremos en los noticiarios que emplean su tiempo en sembrar el miedo y la desolación, que no nos informan, sino que conforman nuestras actitudes vitales y nos convierten en seres que no ven posibilidades de futuro, en seres ‘realistas’. ¿Lo dicen en serio? Al final será verdad eso de la importancia ser serios en los negocios cuando podríamos utilizar otras palabras más adecuadas para definir las conductas responsables.

Escribo este artículo desde mi más puro optimismo en la raza humana, desde mi convencimiento de que esta crisis pasará como las anteriores y que el dolor de sus consecuencias lo superaremos porque el futuro es impredecible y está por descubrir.

Si alimentamos nuestro cerebro de bondad, seremos personas bondadosas; si lo alimentamos de crímenes, de policías y ladrones, de buenos y malos, de información que condiciona nuestras actitudes de forma negativa vamos a tener un mal futuro o ninguno.

¿No creen ustedes que repartir felicidad es uno de los privilegios que tenemos los humanos que más ayudan a los demás? Pues decídanse y piensen que, si quieren ser felices para poder distribuir ese gozo, deben empezar a cambiar sus hábitos y alimentarse de lo mucho bueno que nos rodea y evitar tanto como sea posible lo malo. ¿No es lo que ustedes desean para sus hijos, que se rodeen de buenas compañías? Rodéense ustedes mismos de buenas compañías en sus actividades y gustos y verán el cambio de inmediato. Porque el mundo está necesitado de buena gente.
 

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