¿Estamos preparados para teletrabajar?

Aunque apenas un 7,5% de los trabajadores españoles han tenido alguna vez contacto con  el teletrabajo, es algo que se puede aprender 

16 marzo 2020 09:25 | Actualizado a 16 marzo 2020 09:47
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L a pregunta: ‘¿Estamos preparados para teletrabajar?’. La respuesta rápida: no. Apenas un 7,5% de los trabajadores españoles ha tenido en alguna ocasión contacto con el teletrabajo, según datos de Eurostat relativos al año 2018 (los últimos disponibles). Eso incluye tanto a quienes teletrabajan de manera habitual (un 4,3%) como a quienes lo hacen de forma esporádica (3,2%).

Frente a estas cifras, países como Holanda, con una tasa de teletrabajo del 35,7%, Suecia (un 34,6%) o Islandia (31,5%) cuentan con un punto de partida mucho más aventajado. Porque si de lo que se trata es de ponerse a teletrabajar de urgencia de hoy para mañana -tal y como está sucediendo tras las medidas extraordinarias emprendidas para tratar de frenar la progresión del contagio del coronavirus- hay sociedades que nos llevan una buena distancia.

Roberto Martínez, director de la Fundación Másfamilia, organización que, en colaboración con empresas como Axa, Microsoft, Aigües de Barcelona, Cuatrecasas o Ecoembres, ha elaborado el Libro blanco del Teletrabajo, es claro: «No estamos preparados».

El porcentaje de teletrabajadores en Holanda en el año 2018 (entre habituales y esporádicos de uno o dos días por semana) alcanzaba el 35,7%, según Eurostat.

«España -prosigue Martínez- tiene un retraso respecto a otros países con los que estamos compitiendo. Excepto las empresas multinacionales, estamos muy poco preparados. En empresas medias o familiares, estamos muy retrasados y, con un teletrabajo de urgencia, tenderemos más al caos que a otra cosa».

«No estamos preparados -coincide Eva Rimbau, profesora de los estudios de Economia i Empresa de la UOC-, y todavía menos para hacer un teletrabajo de emergencia. ¿Quién está bien preparado? Los que ya tienen práctica. Pero la mayoría de empresas y trabajadores en España no lo han experimentado nunca».

«Si la situación es de una semana o dos -añade Roberto Martínez, de Fundación Másfamilia-, será llevable: podrán trampearlo con el móvil, con WhatsApp... Pero para afrontar tres meses, ni de lejos estamos preparados». La razón es que el teletrabajo no se improvisa. «Una experiencia piloto en una empresa, para hacerlo bien, tarda entre cuatro y seis meses. Yendo muy rápido, puedes hacer el piloto en dos meses e implantar el teletrabajo en toda la empresa en un año».

Toca aprender haciendo
La cuestión es que no hay margen de tiempo para hacer pruebas piloto, ni para despliegues escalonados. La consigna que desde hace unos días han lanzado tanto organizaciones empresariales como sindicatos es que, quien pueda, que teletrabaje. Dicho lo cual, si la mayoría no sabemos ni por dónde empezar... ¿tiramos la toalla? Ni mucho menos. A la primera pregunta (’¿Estamos preparados para teletrabajar?’), la respuesta pausada sería: no, pero aprenderemos a hacerlo.

La tasa media de teletrabajo en la Unión Europea con 27 miembros era en el año 2018 del 13,6%. España, con un promedio del 7,5%, se situaba muy por debajo
de esos registros.

«Los primeros días, evidentemente que habrá caos, con una primera fase de adaptación con dudas, incertidumbres... pero poco a poco se irá calmando. Y si solo se puede sacar adelante la mitad del trabajo, pues bueno es», explica Helena de la Campa, directora de Relacions Laborals i Negociació Col·lectiva de Pimec.

Más que la experiencia o las herramientas tecnológicas disponibles, la gran barrera para conseguir sacar adelante a las empresas con teletrabajo está en la manera de pensar y organizarnos. Es, de hecho, el gran lastre que ha hecho que la tasa de teletrabajo en España sea tan baja respecto a otros países europeos.

Lo explica Roberto Martínez, de la Fundación Másfamilia: «Es cierto que aquí tenemos un sector productivo distinto [al que pueden tener países del centro o el norte de Europa], con menos tecnología y servicios, que explicaría una parte de esa baja tasa de teletrabajo. Pero la otra explicación está en fenómenos culturales. Aquí, el teletrabajo nos ha gustado poco. El porcentaje de gente que se adhiere de forma voluntaria es bajo, porque nos gusta socializar, encontrarnos en la máquina de café, etcétera».

Los directivos van a tener que ser los primeros en cambiar presencia por objetivos

«En muchos casos tiene que ver con fenómenos generacionales -prosigue Martínez-, con gente mayor de 45 años que es muy resistente a ello. Porque teletrabajar implica no ver a la gente, y nos obliga a planificarnos y a anticipar. Y ya sabemos que lo nuestro es la improvisación... así que el hecho de planificar se convierte en algo necesario». 

Pero no solo por parte de los trabajadores ha habido resistencias. Los empresarios y directivos son los primeros a quienes el teletrabajo no les ha convencido nunca. «Se dirige por presencia -explica Eva Rimbau, de la UOC-, y quien hace más horas en la empresa es mejor trabajador. No se dirige por resultados. En este sentido, que mucha gente vaya a teletrabajar de urgencia provocará que, por la vía de los hechos, muchos directivos terminen dirigiendo a su gente de una manera diferente».

«Si hay voluntad -añade esta profesora de la UOC- se puede hacer. Obviamente, es algo que depende de los trabajos, porque no todo es teletrabajable, pero es algo sobre lo que hay que empezar a hablar desde ya, y que cada directivo piense qué resultados espera de cada trabajador. Es cierto que hay una parte tecnológica, que es el acceso a los sistemas de la empresa, pero el teletrabajo no es blanco o negro, y puedes hacer muchas cosas fuera para minimizar los movimientos en la empresa».

«El factor clave para hacer teletrabajo -coincide Roberto Martínez, de la Fundación Másfamilia- es tener a gente dispuesta a dirigir a otra gente a distancia, y tener bien claros los objetivos. Que tú sepas por qué se te va a evaluar, cuál es tu desempeño. Teletrabajo no es trasladar el lugar de trabajo a tu casa, es trabajar de otra manera, con tus objetivos».

«Diría que la parte tecnológica -añade Eva Rimbau, de la UOC- está bastante superada, y que la parte de gestión es más cuestión de voluntad que de tiempo». Helena de la Campa, de Pimec, coincide: «Aunque sea con condiciones mínimas, hemos de intentar que la gente teletrabaje desde mañana mismo. Como medida preventiva [ante el avance del coronavirus], todos aquellos sectores y actividades que lo puedan poner en práctica, que lo pongan en marcha cuanto antes mejor, porque un simple centro de trabajo también es un centro de reunión y propagación».

«Si esperamos a que esto se propague, tendremos muchos más problemas -insiste De la Campa-, porque el siguiente paso, si no se aplican medidas, será un ERE temporal y después el cierre de la empresa, y eso quiere decir despidos definitivos».

El día después
La Fundación Másfamilia calcula que en España hay unos seis millones de empleos que son teletrabajables. El resto necesita de la presencia física en el centro de trabajo. ¿Qué sucede con todas estas personas?

Helena de la Campa, de Pimec, apunta a la acción de la Administración Pública:  «Habrá empresas que, gracias al teletrabajo, como mínimo tendrán partes de su actividad que podrán continuar. Pero para todas aquellas personas que no puedan teletrabajar, se tendrán que poner sistemas [para que ni la empresa ni el trabajador salgan perjudicados]. Hemos de buscar mecanismos ágiles. No pedimos un cambio normativo, sino alguna medida excepcional para periodos muy concretos».

Organizaciones como Pimec instan a que todo aquel que pueda teletrabajar, lo haga ya

El teletrabajo por fuerza mayor sin duda tendrá consecuencias. Para Eva Rimbau, de la UOC, lejos de extender esta forma de organización del trabajo, podría provocar el efecto contrario: «Como que es de emergencia, la productividad no será buena. Cumplirá una función social, pero no productiva. Puede ser hasta negativo, y me preocupa que en un futuro sirva de excusa para decir ‘qué desastre, eso no funcionó’».

Aunque podría ser al revés. Empresas que hayan visto que con el teletrabajo han conseguido salvar los muebles, y que decidan potenciarlo para que no haya una segunda vez como esta. «Eso me gustaría -señala Rimbau-, pero significa que hay una calidad directiva de no dejarse llevar por el corto plazo y los resultados a corto. Si a esto le juntamos el presencialismo y el gran número de micropymes que tenemos en este país, hace falta mucha formación en gestión».

Helena de la Campa, de Pimec, se muestra convencida, por contra, de que «cuando las situaciones se vayan normalizando, se verán los beneficios del teletrabajo, y pienso que a partir de aquí pueden subir los índices. Es un cambio cultural. Y si las empresas ven trabajadores más satisfechos y comprometidos, seguirán con ello».

«Uno de los efectos colaterales del coronavirus -remata Roberto Martínez, de la Fundación Másfamilia- es que nos hará teletrabajar. Y, al final, cuando lo hayan probado, muchos querrán seguir».

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