Falta cultura financiera

Propuestas para tomar el pulso y mejorar la salud de nuestras finanzas personales

02 noviembre 2021 09:52 | Actualizado a 11 noviembre 2021 19:03
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Sigue faltando cultura financiera. Asignaturas pendientes como la elaboración de un presupuesto familiar, una planificación sistemática del ahorro o una correcta gestión del crédito persisten. Aunque se intuyen cambios. La alfabetización financiera, aunque lejos de lo deseable, avanza lentamente, y nuevas herramientas para el análisis de datos y la gestión de las finanzas personales ofrecen oportunidades de mejora. No puede esconderse, sin embargo, que sigue habiendo familias con ingresos muy al límite, para quienes toda acción encaminada a mejorar su salud financiera es una heroicidad.

De todo ello se habló esta semana en una nueva edición del ciclo de debates ‘Els Esmorzars-Col·loquis del Diari’, titulado en esta ocasión Salud financiera y con la colaboración de BBVA. Coincidiendo con la celebración del Día Mundial del Ahorro, este domingo 31 de octubre, y con una inflación del 5,5% desconocida en las últimas tres décadas, cuatro perfiles profesionales de ámbitos diversos reflexionaron sobre nuestro nivel de cultura financiera y su impacto sobre la salud de nuestras finanzas personales, a la vez que trataron de dar algunas pistas para su mejora y debatieron sobre las tendencias de futuro que se intuyen.

Nuevas herramientas para la gestión de las finanzas personales ofrecen oportunidades
Alberto Guillén, responsable global de Producto Digital en BBVA, explica que, «en general, no tenemos cultura financiera, aunque cada vez tenemos más: hemos pasado una crisis sanitaria que ha repercutido en la economía a la fuerza, y que nos ha llevado a entender y planificar nuestras finanzas cada vez más».

«La digitalización y la tecnología son una oportunidad para que el cliente se empodere y tome decisiones»

«Conceptos como el de ‘salud financiera’ están en boca de todos -prosigue Guillén-, pero la gente entiende por ello ‘gastar menos de lo que ingresa’, cuando tener un control del día a día va más allá: hay que planificar a largo plazo, prepararnos para imprevistos, y creo que esta falta de educación financiera hace que no seamos conscientes de ello».

Jordi Martínez, director de Educación Financiera en el Instituto de Estudios Financieros (IEF), coincide en que «la cultura financiera es mejorable», y pone un ejemplo de ello. «En una encuesta, el Banco de España preguntó: ‘¿Es mejor invertir en una sola empresa o diversificar?’. Más de la mitad de la población respondió que ‘en una sola empresa’, es decir erróneamente, a pesar del refranero que recomienda ‘no meter todos los huevos en una misma cesta’».

«A partir del presupuesto, se debe fomentar el ahorro desde el inicio, no esperar a ver lo que queda a final de mes»

«La falta de cultura financiera -prosigue Martínez- hace que no tengamos control sobre nuestras finanzas: que no hagamos presupuestos, que no tengamos un fondo de emergencia, que no planifiquemos. Esto afecta a nuestra salud mental y física».

«Pero, aunque lo importante es hacer un presupuesto, parte de la sociedad -matiza- no tiene ingresos o los tiene muy bajos, lo cual hace imposible que tenga una buena salud financiera». En el otro extremo, «también puedes tener ingresos muy altos pero una salud financiera inadecuada». Y recomienda: «A partir del presupuesto, se debe fomentar el ahorro y hacerlo desde el inicio, no esperar a ver lo que queda a final de mes. Lo importante es que las decisiones financieras que tomamos acompañen a nuestros objetivos vitales».

Antoni Terceño, decano de la Facultat d’Economia i Empresa de la Universitat Rovira i Virgili (URV), distingue entre dos bloques en materia de educación financiera: «Por un lado está la cultura de ingresos y gastos, y por el otro las operaciones financieras que todo el mundo tiene que hacer. En el primer caso, la sociedad ha cambiado, nuestros padres tenían más interiorizada esa cultura del ahorro. Otra cosa -añade Terceño- es que haya gente que no tenga ingresos para poder ahorrar, con gastos difíciles de reducir. Respecto al segundo bloque, la educación financiera en productos no es muy alta, y no es una cosa trivial».

A ello se añaden «cuestiones culturales», explica Terceño. «Desde un punto de vista anglosajón -explica este catedrático de Economía-, el patrimonio es un gasto, mientras que desde el punto de vista latino, el patrimonio es tener algo, tener una propiedad, y por eso aquí tenemos más tendencia a tener una propiedad, y no consideramos el gasto que implica».

«Hay que ir hacia una mayor transparencia, información y educación, y apelar a la responsabilidad  individual también»

«Hay que ir -añade Terceño- hacia una transparencia mayor, con más información y educación, pero también hay que apelar a la responsabilidad individual, porque la gente tiene mucha costumbre de firmar cosas sin mirar, y aquí el asesor financiero, que apenas tiene uso en España, es una figura muy útil».

Jordi Colobrans, tecnoantropólogo y profesor asociado del departamento de Sociolotgía de la Universitat de Barcelona (UB), además de Research Manager de la Digital Social Technologies Area en la Fundació i2CAT, aclara que «cuando hablamos de ‘salud financiera’, hablamos de una metáfora». Y, aunque «las finanzas no son un ser vivo, es cierto que provocan dolores de cabeza e influyen en la salud de las personas».

Para este tecnoantropólogo, la clave está en «cómo va a rediseñarse la banca en el orden digital», partiendo de que se trata de «una institución creada en la Edad Media que, en la actualidad, es una versión de la sociedad industrial, usada para manejar el dinero de una determinada manera», buscando «financiar el desarrollo y el crecimiento industrial».

«Prácticas -ejemplifica Colobrans- como el pasar por ventanilla, tener una libretita... todo eso refleja el orden industrial de las cosas». Ahora, en cambio, nos encontramos ante «un nuevo orden digital de las cosas» y averiguar «cómo la banca, los responsables de nuestras finanzas y seguridad, se adaptará a la era digital, es una gran pregunta».

«Nos encontramos ante un nuevo orden digital de  las cosas, y la gran pregunta es cómo va a rediseñarse la banca»
Alberto Guillén, de BBVA, da una posible respuesta: «Las instituciones, incluida la banca, tenemos una responsabilidad con los usuarios en transparencia y de cara a informar, acompañando al cliente y ayudándole a tomar las mejores decisiones en su interés». En este contexto, coincide en que «la digitalización y la tecnología nos han dado a todos más información, y es una oportunidad para que el cliente se empodere, tome decisiones propias y no firme sin mirar».
La falta de planificación hace que el control de los ingresos y los gastos se haga de forma reactiva
Para tomar esas decisiones informadas, que están en la base de una buena salud financiera, Guillén destaca que « conocer bien la situación es lo primero». Sin obviar que «cuando los ingresos fallan, poco margen hay», Alberto Guillén explica que «si hay ese mínimo, el foco no va solo sobre lo que tengo en cuenta, sino sobre el patrimonio financiero y no financiero, y no somos conscientes de ello».

Por contra, esa falta de formación lleva a que el control de las finanzas personales, por falta de planificación, sea reactivo. «Casi un 40% de nuestros clientes -ejemplifica Guillén- hace un control de ingresos y gastos una o dos veces al mes, pero son controles reactivos. Actúan cuando llegan a final de mes, y no a principios, cuando les llega la nómina. El ahorro no es esa cantidad que sobra a final de mes, sino la que yo retiro a principios de mes, y ese es uno de los puntos que más cuesta».

Durante la Gran Reclusión, el ahorro entre los ciudadanos españoles aumentó 2,3 veces, según datos de BBVA Research
Lo ejemplifica con el fenómeno del ‘ahorro de confinamiento’. «En pandemia, el ahorro de 2020 se multiplicó por 2,3, pero no ha sido un hábito, ha sido un ahorro forzado por la falta de consumo», explica Alberto Guillén. «Todos queremos ahorrar, pero pocos lo consiguen». El ‘nuevo orden digital’ al que aludía Jordi Colobrans ofrece una oportunidad: « Los bancos tenemos herramientas tecnológicas para informar al cliente, y el reto ahora no es solo ser un aliado, sino que nos perciban como tales», explica Guillén.
«A veces renunciamos a hacer el esfuerzo de entender -apunta Jordi Martínez, del IEF-, y entender la TAE (Tasa Anual Equivalente) no es más difícil que entender la capacidad de memoria RAM de un móvil o los acrónimos de los coches».

«Las finanzas -prosigue-, evidentemente no tienen salud, pero en el mundo financiero raramente pedimos una segunda opinión, a diferencia de lo que hacemos con un médico». Siguiendo con la analogía, recomienda «no automedicarse» en materia financiera y «llevar un control de las finanzas como antes» porque «la tecnología lo permite y es más fácil que nunca, en lugar de acumular tíquets».

Para ello, sin embargo, es necesario contar con herramientas que ayuden a ordenar la información. Antonio Terceño, de la URV, habla de los problemas provocados por un exceso de información a menudo poco fiable: «Es una paradoja. En principio, cuanta más información, parece que debería haber menos incertidumbre. Pero hoy tenemos tal exceso de información, mal organizada y mal planteada, que hace que la gente termine más liada».

La aceleración en el proceso de transformación digital abre incógnitas y oportunidades en materia de finanzas personales
Jordi Martínez, del IEF, lo ejemplifica con el fenómeno de la ‘gamificación’ de las inversiones: «Tenemos a jóvenes que, en lugar de estar separando un dinero para el futuro, en realidad están jugando. Y los padres, que igual antes estaban preocupados cuando les veían en casas de apuestas online, ahora están incluso orgullosos de que inviertan en criptoactivos».

«Cuidado -alerta Martínez-, porque nos estamos saltando unos cuantos pasos de golpe y nos estamos yendo a lo más complejo. Lo vemos cuando vamos a dar formación a los colegios, donde saben más los chavales de criptoactivos, o más bien creen saber, que los voluntarios que les dan formación. Pero no están invirtiendo, están jugando».

«Aquí -señala Jordi Colobrans, de la UB- es donde quizás están las pistas de lo que vendrá. La relación que establecen con las criptomonedas las nuevas generaciones, que son digitalianas, es en las condiciones que establece este nuevo orden digital, que es el de la inmediatez. Aquí hay una nueva cultura».

El reto, en su opinión, es «cómo educamos a las nuevas generaciones en estas nuevas formas, porque tienen una relación con el dinero distinta», que refleja «un conflicto cultural» entre el ‘orden industrial’ y el ‘nuevo orden digital’. «Los jóvenes -explica- tienen una menor cultura del ahorro porque se preguntan para qué tienen que ahorrar: viven la gratificación instantánea y les cuesta planificar el futuro».

Lo cual desemboca, según este tecnoantropólogo, en la necesidad de un «empoderamiento ciudadano, con talleres que deben ser laboratorio de acción, para hacerles pensar en qué pueden hacer con sus recursos», y donde la banca, en plena «reformulación», solo tiene futuro como «un aliado, cómplice de mejorar la riqueza de los ciudadanos».

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