Medio ambiente, ¿y ahora qué hacemos contigo?

Conceptos como la economía circular o la transición energética son obligados cuando hablamos del cuidado del entorno natural y del futuro de nuestro planeta

23 febrero 2018 09:42 | Actualizado a 07 junio 2018 10:02
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2018. Es la hora de la verdad. De dejarnos de ir por las ramas y coger por los cuernos uno de los asuntos que más nos necesita y será vital en el futuro. Estamos hablando del medio ambiente. Llevamos años, décadas, sobre todo desde la segunda mitad del s.XX, con unos niveles de consumo energético, generación de residuos, malbaratamiento del agua y todo un inventario de malos hábitos que solo nos pueden llevar a un escenario apocalíptico. 

Estos estilos de vida consumen los combustibles fósiles y recursos naturales, lejos de cualquier concepto de sostenibilidad o ecológico. A través de ellos emitimos gases de CO2 a la atmósfera, consecuente del efecto invernadero que provoca el cambio climático y el aumento de los desastres y desajustes naturales. 

Como  el efecto mariposa, empieza desde un pequeño gesto tan simple como echar una botella de vidrio en el contenedor verde o hacerlo en el gris. Y es que los protagonistas para cambiar esta situación, desde la concienciación y la actuación, somos nosotros mismos. Ya sea disminuyendo el volumen de residuos, separándolos en contenedores, cogiendo las riendas de nuestro consumo energético o abriendo la mente a un mundo smart, las vías para darle la vuelta a la situación son interminables. 

Uno de los aspectos clave es la economía circular. Este concepto se presenta como un sistema de aprovechamiento de recursos donde prima la reducción, la reutilización y el reciclaje de los elementos. Adoptado por la Unión Europea en su estrategia Europa 2020 que pretende generar un crecimiento inteligente, sostenible e integrador, ha llegado para establecerse en nuestro día a día de forma fija.

Los protagonistas para cambiar esta situación, desde la actuación, somos nosotros mismos

Por ello, a nivel local ya vemos las primeras empresas, proyectos e iniciativas que emplean una economía sostenible, cuyo objetivo sea que el valor de los productos, materiales y recursos se mantengan en el círculo económico durante el mayor tiempo posible. Acciones que las convierten en pioneras y las llevarán a ser referentes, si no lo son ya, de sus sectores.

Llevamos unos años hablando del paradigma energético y el famoso Acuerdo de París de 2015. Pero este 2018 es el año de la transición energética y la descarbonización de la economía. En este ejercicio se debe configurar del diseño de esta evolución. Una decisión que determinará nuestro estilo de consumo hasta mediados de siglo XXI y exigirá inversiones millonarias para revolucionar nuestro modelo energético.

La transición energética conlleva principalmente ir abandonando progresivamente los combustibles fósiles para apostar por las energías renovables a través de una digitalización de la energía. Vivimos esta descarbonización de la economía mientras caminamos a una electrificación de la misma con beneficios para la salud del planeta y nuestro bolsillo.  

En esta regulación del consumo no podemos olvidarnos de otro elemento básico, el agua. Las sequías vividas a consecuencia del cambio climático exigen una gestión minuciosa de elementos como acuíferos o embalses. Para que estos lleguen en condiciones óptimas en los momentos duros es igual de importante moderar el consumo de agua. No se trata de dejar de beber agua, sino de evitar pérdidas prescindibles con pequeños gestos. 

Cuando nos equivocamos, en muchas ocasiones intentamos reparar los errores. Así de caprichosa es la voz de la conciencia, aunque unos la oyen más clara que otros. Nos referimos a recuperar  ecosistemas que han sido alterados, principalmente por la mano del hombre, y que tras una serie de actuaciones regresan a su equilibrio natural para aportar beneficios al entorno.

Otro aspecto del cuidado del medio ambiente es la creación de oportunidades de trabajo a través de los empleos verdes. Son cruciales para el crecimiento sostenible y responden a los desafíos mundiales de protección del medio ambiente, desarrollo económico e inclusión social. Ayudan a las empresas a reducir el consumo energético, al mejor uso de las materias primas, a regular las emisiones de gases de efecto invernadero y todas las formas de contaminación que puedan estar generando. 

Finalmente volvemos a la raíz del problema, los humanos, o mejor dicho, su estilo y hábitos de vida. Ropa, huertos, combustibles, cosméticos, etc. Cada vez existen más productos ecológicos que introducir en nuestras vidas con beneficios saludables para nosotros, muchos de ellos lejos de aditivos químicos. Pequeños gestos para rebelarse contra el consumismo absurdo y dañino. Vivir en verde.  

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