No perdamos el tren

Retirar vehículos de la carretera para el transporte de mercancías y pasajeros reduce las emisiones de gases de efecto invernadero, rebaja la siniestralidad y la congestión en las carreteras

06 abril 2021 11:17 | Actualizado a 06 abril 2021 11:33
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Cuando era chaval, iba con mis abuelas a ver pasar trenes en la estación de Tortosa. Era mucho antes de que, a raíz de un estudio de rentabilidad, se decidiera desmantelar la línea que continuaba hasta Ulldecona. Recuerdo que, a menudo, alguien llegaba corriendo y, por escasos segundos, unas veces lograba subirse al tren antes de que este arrancara, y otras veces lo perdía.

También de pequeño, me preguntaba si vería acabar las obras de la Sagrada Familia. Poco antes de que se produjera el parón del virus, pensaba que asistiría a su culminación en 2026. Quiero ser optimista y confiar en que solo se retrasarán uno o dos años. 

Mientras, el virus nos ha traído otro tren, el de los fondos Next GenerationEU, que, con la voluntad de relanzar la economía europea y transformarla conforme a los parámetros de la sostenibilidad y la digitalización, han de permitir a España disponer de 150.000 millones de euros, entre subvenciones y créditos.

He aquí una oportunidad inesperada para llevar a cabo, al menos en parte, las obras pendientes en materia de infraestructura ferroviaria en Cataluña, previstas en el Plan de Infraestructuras del Transporte (PITC) 2006-2026. Un plan que, según las leyes de política territorial y movilidad, tiene como finalidad orientar las decisiones de inversión para permitir un desarrollo coordinado de las redes viarias y ferroviarias en Cataluña.

La inversión ferroviaria encaja en los objetivos del plan europeo de relanzamiento

Su ejecución lleva un considerable retraso, como recuerda el Catálogo de infraestructuras básicas pendientes de ejecutar en Cataluña, que periódicamente publica Fomento del Trabajo Nacional ( FTN).

Los expertos temen que acabemos perdiendo algunos fondos europeos por falta de proyectos que estén acabados en 2026. A riesgo de que me acusen de exponer lo que es obvio, la inversión ferroviaria encaja perfectamente en los objetivos del plan de relanzamiento europeo.

Retirar vehículos de la carretera para el transporte de mercancías y de pasajeros reduce las emisiones de gases de efecto invernadero y de micropartículas nocivas para la salud, rebaja la siniestralidad y la congestión en las carreteras y, si podemos ir sentados, nos permite leer, escuchar música, holgazanear, etc.

Además, si hasta nuestras plataformas logísticas llegan trenes de ancho internacional o mixto, ello va a facilitar el rápido desplazamiento de las mercancías dentro y fuera de las fronteras estatales, y contribuirá a aumentar la competitividad de la industria. Además, la fibra oscura que se extiende junto a las vías da acceso al tan codiciado 5G y permite llevarlo a todo el territorio. Si a ello añadimos el empleo directo que puede generar la construcción de obra nueva, la remodelación de la existente o la actualización de la tecnología, parece casi la panacea. 

La respuesta que dio la comisaria de Transportes de la Unión Europea el pasado octubre en el Parlamento Europeo, en que manifestaba un «fuerte apoyo para modernizar y desarrollar la infraestructura ferroviaria», disipa las dudas sobre el encaje de estos proyectos dentro de los fondos del Plan de Recuperación y Resiliencia, para obtener financiación adicional. 

Tenemos una larga lista de cosas que hacer. Hay mucho por elegir, para el transporte tanto de mercancías como de pasajeros, en todo el país. Basta solo con consultar el PITC y el catálogo de FTN. Espero no ser ingenuo al confiar en que el Gobierno estatal y el de la Generalitat dialoguen y acuerden, rápidamente, un plan de aceleración de las inversiones en materia de infraestructuras ferroviarias, que puedan concluirse no más tarde de 2026. Sería muy oportuno que implicaran también a las administraciones locales afectadas. 

Los diarios ganarían espacio para las noticias optimistas si dejáramos atrás la pesadilla de los problemas de Cercanías en Barcelona, si puertos y aeropuertos estuvieran conectados al ferrocarril, si hubiera doble vía donde se necesita y si llegara el tren donde todavía no llega y debería. 

Como no soy experto, dejo para quienes sí lo son la elección de los proyectos con mayor retorno económico, social y ambiental. Y les pido que no olviden que la línea más corta entre dos puntos, si consideramos estas tres dimensiones, no siempre es la más rentable

Para acabar las obras antes que las de la Sagrada Familia, deberemos aprovechar este 2021, que el Parlamento Europeo ha declarado Año Europeo del Ferrocarril y destinarle una parte de los fondos de recuperación. Porque, si perdemos este tren, no volverá a pasar.

Enric R. Bartlett Castellà es profesor de Derecho Público de Esade Law School.

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