Prisioneros de la demografía

Tarde o temprano será necesario tomar medidas directas e impopulares que garanticen las pensiones

06 abril 2021 11:02 | Actualizado a 06 abril 2021 11:26
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Uno de los factores que más impacto tiene en el devenir económico de un país en el largo plazo es su evolución demográfica. Según datos de Naciones Unidas, en 1950, la población mundial rondaba los 2.600 millones de personas. En 2021, el mundo tiene unos 7.800 millones de personas. Con los datos actuales, se estima que la población mundial seguirá creciendo al menos hasta el año 2100, con un dato cercano a los 11.000 millones de personas.

Dos factores importantes a la hora de analizar el futuro demográfico de un país son la evolución de la tasa de fecundidad y la estructura de su pirámide de población. Los países cuya población en edad de trabajar (25-64 años) crezca más rápido que la de otras edades se benefician del denominado ‘dividendo demográfico’.

En España, según el INE, la población en 1950 rondaba los 28 millones de personas, con una tasa de fertilidad de 2’45 y aproximadamente el 75% de la población con una edad inferior a 45 años. La población española creció, especialmente entre 1958 y 1975, debido a una mejora de las condiciones económicas. A partir de 1975, la tasa de fertilidad fue decreciendo paulatinamente, especialmente desde los años 80, hasta situarse en el actual 1’19. Lo que nos permitió beneficiarnos del dividendo demográfico.

De acuerdo con el informe World Population Ageing de Naciones Unidas, España tenía en 2020 el 56% de su población en edad de trabajar frente a un 20% de mayores de 65 años. En 2050, España estará en el top 10 de países más envejecidos, con aproximadamente el 42’8% de su población en edad de trabajar frente al 36’8% de mayores de 65 años.

Adicionalmente, siguiendo con la actual tasa de fertilidad, el crecimiento vegetativo de la población será negativo, por lo que España irá perdiendo población paulatinamente, a no ser que consiga incorporar flujos migratorios positivos. El fuerte descenso de la natalidad y el envejecimiento de la población conllevará un ‘dividendo demográfico negativo’.

Revertir estas tendencias es algo verdaderamente complicado en el medio y largo plazo, e imposible en el corto. Este invierno demográfico al cual nos vemos abocados de manera prácticamente irremediable, debería hacernos reflexionar, especialmente a nuestros políticos, sobre la necesidad de llevar a cabo reformas estructurales que permitan asegurar la sostenibilidad de actual estado de bienestar sin comprometer a generaciones futuras. 

De acuerdo con los datos de ejecución del presupuesto presentados por el gobierno esta semana, el régimen contributivo de la Seguridad Social ha tenido un déficit de unos 20.000 millones de euros en 2020. En parte se explica por el impacto negativo del Covid-19 en el número de cotizantes. Pero recordemos que la Seguridad Social tiene un déficit estructural que se va a ver agravado por la tendencia demográfica de España.

Tarde o temprano será necesario tomar medidas directas e impopulares que garanticen la sostenibilidad de las pensiones. De manera indirecta, España debe elevar su productividad para mantener su crecimiento económico en el largo plazo mientras se reduce su población en edad de trabajar y aumenta la población jubilada, o conseguir atraer flujos migratorios de población joven. En este sentido, los fondos del ‘Next Generation UE’ pueden suponer una oportunidad para incrementar la productividad de nuestra economía.

En su libro Prisioneros de la geografía, Tim Marshall expone el impacto que ha tenido la geografía a la hora de determinar la política a lo largo de la historia. Probablemente, durante el siglo XXI, muchos países se verán presos de su demografía a la hora de implementar sus políticas internas, especialmente aquellos más envejecidos como España.

Alberto de Antonio Gardeta, Ibercaja Gestión

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