Talento oculto

Hay que ubicar a la persona en el lugar adecuado para que su talento aparezca

23 noviembre 2020 10:45 | Actualizado a 22 febrero 2021 18:14
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Hace unos días leí que todo el mundo tiene algún talento, solo se trata de ubicar a la persona en el lugar adecuado para que su mérito aparezca y resulte útil. Durante unos minutos estuve reflexionando y acudió a mi mente una vieja historia que solía explicar mi padre. Advierto al lector que se trata de hechos reales que sucedieron, a principios de los años 70, en una empresa de gran tamaño del sector siderometalúrgico.

Aquella compañía empleaba, por aquel entonces, a más de 2.000 personas, y no sería exagerado afirmar que más de la mitad de los habitantes de la localidad vivían directa o indirectamente gracias al valor generado por la producción y venta de material eléctrico.

Acababa de desembarcar el nuevo director de producción, buen observador y oyente, motivo por el que su primera decisión fue la visita a las instalaciones. Aquella fábrica ocupaba un espacio inmenso, con edificios inacabables repletos de material, maquinaria y personas.

En ese tiempo no había sistemas informáticos para controlar la producción, ni las existencias, ni siquiera el ingente número de empleados en nómina: los procesos administrativos se hacían básicamente a mano o, en el mejor de los casos, gracias a las maravillosas Olivetti.

En una de las primeras excursiones, el director de producción quiso pasar revista al mayor de los almacenes, una nave de dimensiones descomunales, donde le recibió el jefe de almacén. Tras recorrer centenares de metros por aquel laberinto de lineales, estanterías, pasillos, cajas y polvo, el alto directivo preguntó a su acompañante: «¿Cuál es el principal problema que tiene aquí?» El encargado quedó francamente sorprendido de que su jefe se interesara en saber qué se cocía por los bajos fondos de la empresa, y respondió sin dudar: «Mire, Sr. Director, esto es muy grande y tenemos muchísimos operarios. A menudo es difícil encontrar a las personas… hablando claro, hay quien desaparece durante gran parte de la jornada y es imposible saber dónde se encuentra». El avispado ejecutivo entendió inmediatamente que su subordinado tenía trabajadores con la habilidad para esconderse durante horas y dormitar tranquilamente en sus escondrijos, así que inquirió: «¿Alguien especialmente hábil en el arte de la evaporación?». El jefe de almacén no dudó: «Mariano es un artista, el mejor… quiero decir, el peor, Sr. Director».

Al día siguiente, el máximo responsable de producción mandó llamar a Mariano. Conviene recordar que en aquellos años la legislación laboral no facilitaba en absoluto el despido, pero aun así se corrió el rumor de que los felices días del escurridizo Mariano habían llegado a su final.

No sabemos qué debió pensar el interfecto al entrar en el amplio despacho donde le recibió el Sr. Director con una sonrisa en los labios. «Pase, pase, Mariano, ¿qué tal van las cosas por el almacén?», a lo que el trabajador –entre intrigado y atemorizado- balbuceó algo ininteligible. «Me han comentado que usted conoce el almacén muy bien, todos los rincones, vamos». «Como la palma de mi mano», se atrevió a decir el empleado con cierto orgullo. «Verá, Mariano, resulta que algunos trabajadores tienen la costumbre de buscar escondites donde descansar en horas de trabajo». «Algo he oído, Sr. Director, pero yo no soy de hacer caso de chismes, hay mucho trabajo, ya sabe usted». «Claro, claro, Mariano. Tengo una importante misión para usted. He pensado que, dado su gran conocimiento de cada milímetro del almacén, podría ocuparse de que nadie se tome la libertad de desaparecer. En otras palabras, quiero que controle al personal irresponsable, que les pagamos para trabajar, no para holgazanear. ¿Se ve usted capaz, Mariano?». «Sr. Director, no podría usted haber escogido mejor persona para esta tarea».

Pueden adivinar que, a partir de ese momento, el promocionado fue implacable en la persecución de los compañeros desfachatados, al punto de convertirse en la clave explicativa del portentoso incremento de productividad que experimentó el almacén. Y así fue cómo el nuevo director, gracias a su vasto conocimiento de la naturaleza humana y no menor pericia para transformar problemas en oportunidades, logró hacer brillar el talento oculto de Mariano, aunque no faltaríamos a la verdad si dijéramos que, más que oculto, estaba escondido.

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