Tivissa: Cerima Cherries, al asalto del mercado chino

La empresa invierte en maquinaria y amplía instalaciones para dar el gran salto

05 junio 2019 09:37 | Actualizado a 08 junio 2019 16:33
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Tivissa cuenta con una de las empresas especializada en el cultivo y producción de cerezas más importantes de Catalunya. Cerima Cherries, con 450 hectáreas de cerezos de producción propia (el 90% ubicados en la comarca de la Ribera d’Ebre) y unas instalaciones de 6.500 metros cuadrados (con dos líneas de producción), ha ampliado sus instalaciones para la presente campaña de la cereza, que se extenderá hasta finales de junio o principios de julio.

David Manero, uno de los tres socios de Cerima Cherries, explica al Diari que «estamos estrenando la ampliación de nuestras instalaciones. Hemos hecho inversiones fuertes en maquinaria a medida de alta tecnología en una clara apuesta de continuar sirviendo a nuestros clientes».
Actualmente, la capacidad máxima de producción es de 240.000 kilos de cerezas en un día. Traducido en toda una campaña (que dura un par de meses), la producción máxima oscila entre los cinco y los seis millones de kilos de cerezas.

Este salto cualitativo de las instalaciones de la empresa le permitirá «intentar abrir nuevos mercados a nivel global en los próximos siete u ocho años», comenta David Manero, quien incide en que «aunque ya llegamos a algunos países asiáticos, como por ejemplo Vietnam o Malasia, nuestro principal objetivo es el mercado chino».

En los inicios de la empresa, el 95% de su producción era para exportación, una cifra que actualmente se ha reducido ligeramente hasta el 85%. Cerima Cherries está presente en muchos supermercados europeos, sobre todo en Inglaterra, aunque también en países como Alemania, Holanda, Oriente Medio, Sudáfrica o Asia. Otro reto actual es tener presencia en los principales supermercados de Catalunya y el resto del Estado, de aquí que la exportación haya bajado un poco

Los inicios de Cerima Cherries se remontan a finales de 2004, cuando tres familias productoras de cereza de la Ribera d’Ebre (Cedó, Ripoll y Manero) decidieron unir fuerzas «para darla un valor añadido a la cereza», comenta David Manero.

En una tierra básicamente de cultivos como el olivo, la viña o el almendro, a finales de los años 80 entró la fruta de hueso, con el melocotón al frente. Por aquel entonces, la cereza era un cultivo complementario, pero nunca prioritario. Por eso, el nacimiento de Cerima Cherries sirvió para que surgiese la primera empresa catalana especializada en el cultivo y venta de cerezas.

David Manero reconoce que «el cultivo de la cereza es difícil, porque es muy sensible a las condiciones meteorológicas. Por ejemplo, la lluvia puede influir en la maduración de la fruta».

La campaña dura desde mediados o finales de abril hasta finales o principios de julio, unos dos meses. En estas ocho semanas, la actividad es frenética en Cerima Cherries, tanto en el campo como en su planta de Tivissa. Eso no significa que el resto del año no se trabaje, aunque se hace a otro ritmo. En este sentido, Manero comenta que «cuando no estamos de campaña tampoco paramos. Por ejemplo, en el campo se aprovecha para hacer labores de mantenimiento de los cerezos o poner en marcha nuevas plantaciones. También hacemos labores comerciales y de contacto con nuevos clientes, o de mantenimiento de la planta».

El secreto

Aunque Cerima Cherries cuenta con algunos cerezos en la Terra Alta, el Baix Ebre y el Segrià, el 95% de su producción sale de la Ribera d’Ebre. ¿Pero, dónde está el secreto para que esta tierra e unas cerezas de tanta calidad? Manero tiene claro que, más que las características de la tierra, una de las claves está «en el micro clima que tenemos en la Ribera d‘Ebre, que permite que la cereza se adapte. Por ejemplo, la niebla del río es ideal para que el árbol descanse y además contamos con una primavera cálida. Todo eso nos permite llegar a los mercados antes que otros productores», explica uno de los tres socios de Cerima Cherries.

El frío es básico en el proceso que sigue la cereza desde que llega a la planta, procedente del campo, hasta que -casi siempre ese mismo día- sale ya empaquetada hacia su destino.

Por eso, después de que pasa el primer control de calidad, donde se mira su estado general (nivel de azúcar, dureza, etc.) para saber a qué mercado se destina, lo primero que se hace es el ‘cooling’, o sistema de enfriamiento de la cereza a través de una ducha fría que logra bajar su temperatura hasta los 0 grados. David Manero insiste en que «es un proceso básico para la conservación posterior de la cereza en los supermercados donde se va a vender». 

A continuación, la fruta pasa por distintos procesos -entre ellos el de una calibradora puntera a nivel europeo que hace a cada cereza 124 fotografías- hasta empaquetarse y montarse en los palets, lista para viajar a destino, algo que hace el mismo día o, como máximo, al día siguiente si ha sido recogida por la tarde. «No almacenamos fruta», puntualiza Manero.

Precios altos

Aunque la capacidad máxima de producción de la planta de Cerima Cherries de Tivissa es de entre cinco y seis millones de cerezas, la campaña de este año se quedará, más o menos, en la mitad: unos dos millones y medio. David Manero explica este descenso en «las inclemencias meteorológicas. No obstante, los precios será altos por la oferta es más reducida».

Esto ha provocado que la plantilla de esta campaña 2019 se haya quedado en entre 600 y 700 personas, cuando en la del año pasado se alcanzaron los 1.000 trabajadores.

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