Yoga flexible como nunca

YogaOne Tarragona, impulsado por Marta Solé y Mar Ordóñez adapta infraestructuras y clases al nuevo entorno post-Covid

15 septiembre 2020 07:41 | Actualizado a 21 septiembre 2020 10:22
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Apenas había pasado un mes desde que, a mediados de febrero, Marta Solé y Mar Ordóñez abrieron su segundo centro de yoga en la ciudad de Tarragona (YogaOne Tarragona Llevant, situado en la Vall de l’Arrabassada), cuando el Gobierno decretaba el Estado de Alarma y el confinamiento de toda la población. Como tantos otros proyectos emprendedores, tuvieron que adaptarse a la nueva situación.

El ERTE para la docena de trabajadores que tenían en los dos centros (el primero se encuentra en el centro de Tarragona, en la calle Fortuny) fue inevitable. Suspendieron el cobro de cuotas y ofrecieron clases a distancia, mediante la plataforma online de los centros DiR (vinculados a los centros YogaOne), donde los alumnos podían acceder a contenidos grabados con clases de yoga y meditación. Algunos profesores de los centros de YogaOne Tarragona empezaron a dar también clases en directo por Zoom e Instagram.

Tras la reapertura en junio -y recuperada la plantilla-, decidieron ofrecer sus sesiones en formato presencial remoto, a través de Zoom, con profesores impartiendo desde los centros clase a alumnos que estaban tanto presencialmente en la sala como a distancia en sus casas. «En junio, julio y agosto hemos estado ofreciendo nuestras clases del centro vía Zoom -explica Marta Solé, directora de YogaOne Tarragona-, pero ahora en septiembre hemos parado, porque la gente ya no se conectaba».

«Si hay alguien que nos pide poder conectarse online a una clase, podemos hacerlo» (Marta Solé)

«Pero el equipo [para impartir clases en remoto] lo tenemos -prosigue Solé-, y nos adaptamos a lo que nos pida la gente. Ahora mismo ya no están pidiendo clases online, pero si hay alguien que nos pide poder conectarse a una clase, podemos hacerlo. Lo tenemos todo preparado, incluso en el supuesto de que nos volviesen a confinar a todos, con un sistema montado con los profesores».

Una nueva reclusión masiva no es, sin embargo, el escenario probable que contemplan en estos momentos. Sí que lo es la posibilidad de que, entre sus alumnos, alguien deba afrontar una cuarentena (porque algún compañero de trabajo ha dado positivo en una prueba de Covid-19, porque hayan puesto en cuarentena a la clase de alguno de sus hijos...) y, en esas circunstancias, les pida poder seguir con las clases de yoga de forma remota, conectado a la sesión presencial que se esté desarrollando en ese momento.

Marta Solé asume como inevitable la caída de socios que han ido teniendo a lo largo del verano, pero constata ahora un repunte de matrículas, que confía en que se consolidará «a partir de octubre, después de Santa Tecla y con la vuelta de los niños a los colegios».

«Ahora empieza a animarse todo -explica-, y la gente tiene ganas de normalidad». Una ‘normalidad’, sin embargo, que queda todavía muy lejos de lo que conocimos antes de la Gran Reclusión. «La clave es dar confianza -prosigue Solé-, siendo muy estrictos con la seguridad y la limpieza. En nuestro caso seguimos aplicando los criterios de la Fase 1 del desconfinamiento, limitando nuestro aforo a un 50% y con clases de 15 personas máximo, cuando legalmente cabrían hasta 40 personas».

«Hemos incorporado equipos de ventilación y purificación de aire, se ha limitado el acceso a los vestuarios, tenemos protocolos para el uso de mascarilla en todos los espacios que no sean durante la clase... Hay mucha gente -concluye- que tiene muchas ganas, y pienso que sí, que después de Santa Tecla habrá una vuelta a la normalidad». 

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