Colgados de dos cables. El apagón eléctrico ibérico del 28 de abril ha mostrado con crudeza una vulnerabilidad que pocos imaginaban. La excepcionalidad ibérica es también esto. Que, cuando la cosa se precipita, alguien decide cortar el cable rojo. O el verde. O ambos.
El lunes sucedieron muchas cosas a la vez, muy deprisa y en muchos lugares. Descartada la trama Tom Clancy por parte de Red Eléctrica de España (no ven ciberataque, no hay acción trepidante), aunque no del todo por el Gobierno español, que ni afirma ni desmiente, sino que investiga (con un aire más John Le Carré), lo que sabemos hoy es que el sistema eléctrico español se quedó a oscuras como ningún sistema occidental se había quedado jamás.
Y que, en ese momento de crisis y nervios, desde el resto de Europa se cortaron (de manera literaria, que no literal) los dos cables que nos unían con la red europea de transporte eléctrico de alta y muy alta tensión. Es decir, la famosa (y carísima) MAT que cruza soterrada el Pirineo catalán, junto con la línea que atraviesa el País Vasco y la une con el resto de Europa.
En conjunto son unos 2,7 GW de capacidad en punta,. Es decir, alrededor de tres reactores nucleares como los de Ascó o Vandellòs, con 2 GW de capacidad en Catalunya y otros 0,7 GW en Euskadi. Exactamente lo que necesitaría el polo petroquímico de Tarragona para descarbonizarse en el año 2050.
Pero del todo insuficientes para estabilizar la red de transporte española ante las oscilaciones de frecuencia que el lunes llevaron a su colapso en cuestión de segundos. Y que empujaron, de forma automática, a cerrar estas conexiones de transporte eléctrico con la Península Ibérica, para evitar lo que, con bastante probabilidad (o con una probabilidad que no muchos asumirían), que el colapso ibérico se trasladase, en un efecto dominó, hacia el resto de Europa.
El transporte, con Red Eléctrica de España (REE) como encargada de la operación y transporte de la electricidad en España, es uno de los protagonistas de lo que sucede desde el lunes. Esas redes transeuropeas fueron también las que permitieron en gran medida (junto al trazado de unos 900 MW entre España y Marruecos) aplicar carga de desfibrilador a un sistema eléctrico ibérico que había entrado en parada.
Las líneas de transporte de electricidad de alta tensión que nos conectan con Europa empezaron a suministrar elecrtricidad a la red ibérica, con la ayuda de unas líneas con Marruecos que, aunque diseñadas principalmente para exportar energía al país norteafricano, se pusieron en modo reversible para entregar potencia.
En el momento del gran apagón eléctrico, España estaba exportando 1 GW hacia Francia. Cuando se produjo el ‘cero’ en el sistema, las interconexiones, ya en dirección contraria, no llegaron a los 600 MW, según fuentes conocedoras de la operación (se llegó a hablar de 2.000 MW). ¿Podía haberse conseguido más? ¿Podría haber ayudado a recuperarnos antes? Ahí va una subtrama para los investigadores.
En la trama principal, España estaba generando electricidad de fuentes renovables a toda marcha. Un 75% de su mix de generación era renovable (con un 60% fotovoltaica, un 10% eólica y otro 5% hidroeléctrica). Tanta electricidad, que nos daba para exportar el equivalente a un reactor nuclear. Aunque no lo eran. Ser el equivalente no significa ser el original.
Ahí llega otra trama paralela. La de la potencia firme, los generadores síncronos y la inercia. Por partes. En el mix energético se necesita tener potencia firme. Es decir, aquella que una fuente de generación puede garantizar de manera fiable y sostenida cuando el sistema más la necesita, especialmente en situaciones de máxima demanda (punta) o escasez de oferta. Centrales nucleares y ciclos combinados (queman gas natural) garantizan potencia firme. Solar fotovoltaica y eólica, no.
La manera de conseguir que las renovables garanticen esa potencia firme solo puede pasar por el almacenamiento en baterías o en centrales hidroeléctricas reversibles (bombean el agua hacia cotas superiores con renovables y generan energía cuando no sopla el viento o no brilla el sol). Hoy, no las hay en cantidad suficiente.
El generador síncrono es el siguiente personaje de esta trama. Se trata de un tipo de generador que produce electricidad en sincronía con la frecuencia de la red eléctrica (50 Hz), con una velocidad de rotación constante y sincronizada con la red. Aporta estabilidad para mantener la frecuencia y la tensión estables en la red (evita las famosas caídas de tensión). También cuenta con una importante inercia mecánica, que ayuda a amortiguar las oscilaciones de frecuencia. Y llegamos a la pistola humeante.
Lo que sucedió el lunes, entre otras cosas (más lo que aporten los investigadores, Audiencia Nacional incluida) fue una tremenda oscilación de frecuencia. Una variación temporal de la frecuencia eléctrica en la red (esos 5 segundos fatídicos que dan para título de secuela de thriller), causada por desajustes entre la generación y el consumo.
Y cuando eso ocurre, aquí solo vale el músculo de la potencia firme. Ni fotovoltaica ni eólica usan generadores síncronos, sino asíncronos, que no aportan inercia natural a la red y no pueden mantener la frecuencia estable. Cuando la cosa se pone fea, son los primeros en salirse del jaleo. Es lo que, según lo que apuntaba ayer Red Eléctrica de España, sucedió este lunes, cuando aludieron a la desconexión automática (para protegerse) de un par de plantas fotovoltaicas ante esa oscilación de frecuencia, agravando la situación y provocando ese efecto dominó que el resto de Europa abortó cortando (temporalmente) los dos cables.
Con apenas un 50% de la potencia nuclear española en marcha (Almaraz I al 70%, Ascó I al 70% y Ascó II al 100% y Vandellòs II al 100%), junto a la desconexión de las renovables para protegerse, las pocas centrales nucleares en pie no fueron capaces de amortiguar esa oscilación de frecuencia, y cayeron en cascada.
¿El amigo francés?
Una mayor red de transporte de electricidad de alta tensión con Francia quizás hubiese permitido que, con más potencia inercial disponible, las centrales nucleares francesas hubiesen acudido en ayuda de ese puñado de nucleares españolas. Pero dos hilos no son una red de seguridad.
No es algo nuevo. Lo tiene escrito la propia Red Eléctrica en un informe oficial. Eduardo Prieto, director de Servicios a la Operación de Red Eléctrica, fue preguntado ayer por ello por el Diari de Tarragona, en una rueda de prensa donde se le puso ante algunas de las conclusiones (adelantadas por este medio el pasado mes de febrero) que la misma Redeia (filial de Red Eléctrica de España), desgranaba en su último Informe de Gestión Consolidado Ejercicio 2024.
Depositado en la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), este informe alertaba de un «riesgo por pérdida de prestaciones de generación firme asociada al cierre de centrales de generación convencional (carbón, ciclo combinado, nuclear)».
Tras lo cual, constataba que «el cierre de centrales de generación convencional como las de carbón, ciclo combinado y nuclear (consecuencia de requisitos regulatorios), implica una reducción de la potencia firme y las capacidades de balance del sistema eléctrico, así como su fortaleza e inercia», lo cual «podría aumentar el riesgo de incidentes operacionales que puedan afectar el suministro y la reputación de la empresa».
La pregunta que le hizo el Diari de Tarragona ayer fue si nos encontrábamos hoy ante la confirmación de ese escenario contemplado por Redeia en ese informe. La respuesta, escueta, fue que «no» y que «este incidente debe analizarse, llegar a las conclusiones definitivas y únicamente después podremos confiar en su desarrollo, sus causas y sus acciones de mejora para evitar que pueda volver a ocurrir». Sigue el suspense.