El declive de Europa

¿Cuáles son las razones de la tan anunciada decadencia de Europa? Hay tres cifras que nos definen como europeos: 7%, 20% y 50%; en ellas está buena parte de la explicación de lo que nos sucede hoy

22 enero 2018 11:10 | Actualizado a 29 enero 2018 11:53
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Escuela de Empresa es una iniciativa conjunta del MBA de la Universitat Rovira i Virgili (URV) y Economía & Empresas del Diari de Tarragona para construir un espacio de divulgación de contenidos en materia de coyuntura, gestión, liderazgo y emprendimiento.

Desde hace unos años se dice que estamos viviendo el declive de Europa, que nuestra generación será testigo del final del dominio de Occidente y que el siglo XXI estará dominado por Asia. ¿Cuáles son las razones de la decadencia de Europa? Para saber qué nos pasa es necesario saber cómo somos. Hay tres cifras que nos definen como europeos: 7%, 20% y 50%. 

  • Somos el 7% de la población mundial. ¿Es mucho o es poco? Depende de cómo se mire. Hace 50 años, 1 de cada 5 personas en el mundo eran europeas, pero de aquí a 50 años las previsiones indican que sólo seremos 1 de cada 20. 
  • El 20% es nuestro peso en la economía mundial. Y eso es mucho, porque nos convierte en una de las zonas más ricas del mundo.
  • El 50% indica que la mitad del gasto social que se realiza a nivel mundial lo hacemos en Europa. El Estado del bienestar nos proporciona una grado de inclusión social que es una parte esencial de nuestra identidad.
Pero la entrada en el siglo XXI ha deparado un nuevo escenario. Nos hemos dado cuenta de que Europa es cada vez un poco más vieja y un poco menos competitiva. El pinchazo de la burbuja inmobiliaria, que dejó el sistema bancario al borde del colapso, acabó deprimiendo al conjunto de la economía. Y cuando el Estado acudió finalmente al rescate, dejó extenuadas las arcas públicas.

Un escenario que ha puesto en entredicho el modelo económico y social europeo: en un mundo donde los europeos seremos cada vez menos, más viejos y más pobres… ¿es sostenible nuestro estado del bienestar? La verdad es que los europeos aún no hemos sabido dar una respuesta consensuada a esta pregunta.


Un mundo donde los europeos seremos menos, más viejos y más pobres

En el fondo, este debate implica posicionarnos sobre cuál es el papel que debe jugar el Estado en una economía de mercado. Un debate que ha dividido a Europa en tres grandes corrientes:

  •  La corriente neoliberal o conservadora apuesta por reducir el peso del sector público en la economía. Sostiene que la mejor política social es generar puestos de trabajo. Y que para ser competitivos en un mercado globalizado necesitamos reducir el coste de nuestro generoso estado del bienestar y flexibilizar el mercado de trabajo. 
  • La corriente keynesiana o socialdemócrata defiende que las multinacionales y las grandes fortunas se han escapado del control de los Estados nación. Crear un contrapeso adecuado a las fuerzas del mercado pasa por reforzar la integración europea con una unión fiscal, una unión bancaria y, en última instancia, una unión política.
  • La corriente neoproteccionista o populista recoge la inquietud que genera la globalización. Sostiene que la apertura económica favoreció un proceso de deslocalización industrial que ha empobrecido a los trabajadores menos cualificados de muchos países occidentales. La defensa de la clase media-baja contra la élite cosmopolita y la creciente desigualdad es el caldo de cultivo que ayuda a explicar el Brexit.
El enfrentamiento entre estos enfoques ha generado un conflicto que amenaza con desgarrar a Europa. Estamos en una encrucijada donde los europeos necesitamos reflexionar qué queremos ser y qué estamos dispuestos a hacer para conseguirlo.

Jean Monnet, uno de los padres fundadores de la integración europea, decía que Europa se construiría como la suma de las soluciones que encontráramos en cada período de crisis. En nuestro caso, años después del inicio de la crisis, aún nos quedan dos cuestiones relevantes por responder.

La primera es saber cómo podemos evitar volver a caer en los mismos errores. La segunda es qué podemos hacer los europeos para reconciliar la economía de mercado con una sociedad más igualitaria y democrática.

Esto sobrepasa el objetivo de este artículo, así que simplemente recomendaría la lectura de tres espléndidos libros: La idea de Europa, de George Steiner; Las leyes de la economía, de Dani Rodrik; y El euro y la batalla de las ideas, de Markus Brunnermeier.

En todo caso, déjenme apuntar tres conclusiones que se extraen de su lectura. La primera, que un grado de globalización económica máximo no es óptimo ni deseable. La segunda, que las soluciones nacionales difícilmente darán respuesta a unos problemas cada vez más globales. Y la tercera, que es sano y necesario mantener un cierto escepticismo hacia la corriente económica de moda. Dicho queda.

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