Me gustaría empezar esta tribuna con una reflexión sobre cuál es el rol de las empresas en la sociedad y sobre su evolución en el tiempo.
Las empresas son una de las instituciones más importantes de nuestro sistema económico y social, y de ellas depende en gran parte nuestras posibilidades de desarrollo profesional e incluso personal.
Sin duda alguna, las empresas contribuyen al progreso y al bienestar de la sociedad a través de los productos y servicios que nos ofrecen -productos que además cada vez son mejores y más útiles gracias a la innovación y a la tecnología - creando puestos de trabajo y generando riqueza. Y, precisamente, parece ser que es esta contribución positiva de las empresas lo que siempre hemos esperado de ellas.
Desde siempre, hemos pedido a las empresas que contribuyan al desarrollo, al progreso de las ciudades, de los países, de los territorios y de las personas que en ellos viven. Si bien eso es cierto, también lo es el hecho de que hasta hace relativamente poco el foco de ese desarrollo era únicamente económico. Sin embargo, en los últimos diez años se ha producido un cambio importante en relación a lo que la sociedad espera de las empresas.
¿Qué esperamos hoy día de las empresas? Los datos muestran como ya no pedimos a las empresas que generen únicamente un impacto económico allá donde operan, sino que además les pedimos que también tengan en cuenta sus impactos medioambientales y sociales. Es decir, les pedimos a las empresas que sean gestionadas bajo el prisma de la Responsabilidad Social y la Sostenibilidad, y que no solamente sean capaces de crear valor económico sino también valor social y medioambiental y que ese valor sea compartido con los distintos grupos de interés (propietarios, trabajadores, clientes, comunidad, etc.).
La sociedad en su conjunto, y su sistema de valores, ha cambiado. Ya no nos conformamos con empresas que solamente generen un impacto económico, sino que pedimos que además esas empresas respeten y cuiden al medioambiente y a las personas. Queremos que las empresas no sólo creen puestos de trabajo, sino que esperamos que en esos puestos se respete a las personas, se procure por su salud y seguridad, se permita su desarrollo profesional, exista un buen clima laboral, se valore el trabajo y que se apueste por la inclusión y la diversidad.
Pero no sólo eso, sino que también esperamos que las empresas integren las preocupaciones sociales y medioambientales en todas sus actividades y que no sólo se responsabilicen de los impactos directos de su actividad, sino que también nos expliquen cómo van a ayudar a resolver los principales retos a los que se enfrenta la humanidad.
Parece pues estar claro que las expectativas de la sociedad han cambiado con el tiempo, y que cada vez esperamos más. La creación de valor económico ha dejado de ser el único requisito que exigimos a las empresas para convertirse en una condición necesaria, aunque no suficiente. Queremos empresas que también sean capaces de crear valor social y medioambiental. Queremos empresas responsables y comprometidas.
¡Nuestras expectativas van al alza!